domingo, 1 de junio de 2008

Para todas mis carencias no tengo recursos


Ya no sé cómo decirlo, por eso quizá me quedo siempre a medias diciéndolo. Vengo ya demasiado tiempo escondiendo casi todo con la mezcla del lenguaje más bello que encuentro. Pero ahí queda el enunciado: carencias por cumplir que se quedaron a medias, que no tienen unas manos como las quiero de destino.

Hace días me hundía en un film de Ramón Costafreda, con la inmensa belleza de un paisaje nunca visto: Betanzos -tantas veces soñado, y según su autor, “potente y dulce como un perfume masculino.” Quizá trajo a mi recuerdo, que he dejado mi perfume muchas veces, una esencia de hombre viejo que no puede restarle a la mirada la tristeza de hace tiempo. ¿Será que tengo la mirada definitivamente triste? Empecé demasiado temprano a restar capacidades que no tengo y al menor descuido, uno ya es viejo.

Cuatro días que vivimos y los hacemos pronto malos. Yo me escondo, no termino de confesar los huecos que suponen las carencias y espero el devenir que me proporciona un libro porque cada vez que voy leyendo puedo engendrar conmigo algo que nunca fue leído.

Un recurso es – y en cierto modo lo sigue siendo, a la vez que tengo los libros, perderse en una especie de universo instantáneo que está por todas partes y que nunca lo tuve, ni lo quise, ni sé si me hubiera servido: escribirme tantas veces con quien no podía olerse ni rozarse, ni jamás –si se trataba por ejemplo de una mujer, tenerla un rato abrazada. O si lo hice fue prestado, ni era propio, ni yo quise que lo fuera. Todo obedecía a dos mandatos esenciales: salir fuera cuando no podía para averiguar la gente cómo era, y esos rasgos que formaban mi carácter, es decir mi destino.

Tampoco allí tuve mucho éxito, no podía evitar cual iba a ser siempre el final porque eso es imposible, hacer que nuestro carácter no se convierta en destino ya son cosas antiguas, hasta de Heráclito. Nuestro ser tendrá mil rincones pero en algunos se verá que es conflictivo y trágico –lo contemos o no, nos tiremos a la piscina sin agua o tengamos miedo y hagamos uso de la empatía que nos van a valer más que las pruebas, que las defensas.

Yo siempre he sentido miedo, me escondo entre las palabras, parece que voy a decirlo y no lo digo aunque es cierto que cuando he querido con ellas decir lo más profundo que sentía, lo he hecho, -vox populi, a tumba abierta, pero sin unos brazos luego para recogerme siempre.

Cuando estuve ya fuera, observaba y sigo observando a la gente que estoy convencido que tienen una belleza propia, no sólo en los rasgos, en la forma de estar, en cada vez que se les escapa una sonrisa. Sino en lo más profundo: en el hábito de algún proyecto de la inteligencia. Me ha parecido cada vez, tanto si era un hombre como una mujer, como único y privado, y así junto a alguien siempre he resistido, en algo he vencido, “potente y dulce como un perfume masculino” –yo mismo me lo he notado.

Ya tengo pliegues oscuros en la carne y por ahí deben de andar los demás huecos. Para arreglarlo he puesto juntos el dolor y la vanidad en cueros vivos como en un mercado a ver si me lo arreglaba el tiempo. He confiado en cosas bien sencillas que me inventaba de ese mundo de fuera que no podía ni tan siquiera tocar, pero qué bonito debe ser ese primer beso como un secreto compartido entre los labios. Luego venía hasta aquí y lo contaba.

Por eso la otra tarde me brillaban tanto los recuerdos y explicándolo echaba en falta una mano que sirva para acercarme de nuevo donde quedan caricias. “Eso es lo que hay”. Ya debo saberlo y aceptarlo porque el poder temporal se hace eterno y me siguen faltando los recursos como si fuera un niño de nuevo desnudo pero sin que me queden deseos porque se me acaban terminando, más difíciles que el propio deseo.

8 comentarios:

Anónimo dijo...

Querido Fran, todos tenemos carencias, nostalgias vacíos que afortunadamente a los que buscamos el amparo en las letras nos alivia sacar el alma a pasear, es una forma de echar los sentidos volar. Las palabras nuestras compañeras en esa hora que no existe nada más que dejar que la pluma haga el reflejo de lo que sentimos, soñamos y también de lo que hemos perdido.

Un abrazo siempre,

María

Fran dijo...

No dejes de hacerlo María, busca -como dices, el amparo de las letras porque te dejarán no sé si más suave la piel o el alma.

Han pasado los años y siempre nos queda a los dos ese abrazo.

Anónimo dijo...

Ya pensaras q no te recordaba, pero no es asì, solo q ando atareada con el rumano q pinta la casa y tapa los huecos......... porq siempre hay cosillas q remendar.
Mira te leo y te disfruto....en estas horas nocturnas q tanto nos atraían de jóvenes y como no dejamos de serlo ahi esos ratos contigo, gusta repasarlos.
Pero en una cosa te contradigo, no me arrepiento de lo q hice y tampoco me atrevo echar cuentas de lo q deje de hacer, porq la verdad siempre me falto tiempo para aburrirme, me gustaba jugar como cualquier niño o adolescente y esos ratos en q lo hice llenaban mis huecos..una cosa q con frecuencia me digo, es q perdí mis años de juventud en otros menesteres, q no dejaron por ello de ser atractivos,por lo tanto no hay cuenta atrás q saldare gusto viajar y conocer cualquier rincòn, dormir en el monte o a la vereda de un arroyo, cosa q ya es casi imposible..pero no por eso se deja de caminar en X épocas para dormir en los albergues, alli conoces a gente q son del mismo parecer y las mismas ilusiones de aventura.Y con la mente puesta en el próximo país o repetir lo ya conocido para disfrutarlo màs, siempre hay rincones q sin saber porq olvidamos y paisajes hermosos.
Deja apartado lo q tù llamas carencias, porq creo q no existen, cuando supisteis disfrutar de la lectura y evelesarte en las letras.
Ratos q sin querer te transportan a lo maravilloso q es vivir.
Besos maria dolores.

Anónimo dijo...

Yo siempre he sentido miedo, me escondo entre las palabras, parece que voy a decirlo y no lo digo aunque es cierto que cuando he querido con ellas decir lo más profundo que sentía, lo he hecho, -vox populi, a tumba abierta, pero sin unos brazos luego para recogerme siempre.

Fran, estoy con usted pero siempre me pregunto, me ha serrvido de algo? Yo creo que de todos aprendemos, incluso de nosotros mismos, lo importante es no lamentarse de lo hecho y pensar que en el presente, lo haremos mejor.

Un besote grandote, Ley.

Anónimo dijo...

Te escondes..... y no te escondes.
Tus palabras son como velos apenas transparentes, ocultas lo que no se puede ocultar tras suaves y calidas penumbras, entre luces tamizadas por palabras que lo dicen todo sin querer decir nada.
Los huecos Fran, esos huecos, ya sabes, .... los tenemos todos, a estas alturas de nuestra vida, ¿quien no ha reconocido que quizas de otra manera hubiera sido distinto??
Pero no Fran, no hubiera sido distinto, porque nuestro destino está escrito desde que nacemos, trazado en un espacio invisible,pero trazado con claridad, posiblemente tendríamos otro tipo de errores,pero errores al fin y al cabo, la vida es eso, un error y un remonte glorioso.
Un sopapo de la vida, amargo y cruel,.... y luego un diminuto caramelo para casi olvidar.
El escribir a veces, pocas la verdad, no es lo mío precisamente, me deja un regusto agradable y tierno en mi hueco más desprotegido, y eso Fran he de reconocer que te lo debo a tí, a la oportunidad de contestarte y de buscar la forma mejor de ser entendida sin liarme demasiado.
Un besahuecos dandote las gracias
Garanza

Fran dijo...

Pues sí, lo pensaba, que me habías olvidado y me han faltado tus “q” que asombran por su brevedad diciendo tanto. Con que me leas ya tengo bastante, María Dolores.

Quizá me expliqué mal, viajera de paisajes hermosos con los que llenas tus huecos. Tampoco me arrepiento de lo que hice, lo que sí que es cierto que se pierde la juventud en otros menesteres, pero el que te ayuda en eso ahí soy yo: esta mañana junto a mi ordenador una persona muy joven antes de partir de viaje, leía un par de textos míos. Y me ha contestado a una simple pregunta mejor que ningún libro: ¿Cuándo se pierde la juventud? “Puf, cuando uno quiere.”

Tú con lo que cuentas, te contesto igual, de la mejor manera que saben mis letras: eres aún muy joven y lo seguirás siendo.

¿Qué mejor beso?

Fran dijo...

Qué bonito, andaluza de las letras a mi alcance a veces, tus respuestas de “usted”. Pues, mire usted, nunca me cansaré en mis escritos de reclamar ese abrazo aunque me lo terminen de dar, sea cual sea su tamaño y el de su beso.

Yo aprendo más de los demás, sino me haré viejo, de cualquiera que escribe aquí más joven que yo y que mezcla a la vez cariño, palabras y besos. Debe ser por el usted, ¿no? O como me decía esta mañana Limón Ceutí, esa Ley debe ser de Ley.

Fran dijo...

Mira, Garanza, lo has dicho muy preciso y te voy a poner un ejemplo más aún todavía: dices que mis palabras son como velos transparentes que ocultan sin querer decir nada.

Te tendré que dar la razón y el motivo lo vas a entender como un razón personal: toco las imágenes con un programa de diseño mundialmente famoso que es Photoshop. El prodigio de su técnica son lo que se llaman las “capas”, con las cuales, traslúcidas dejan ver de lo de abajo lo que queramos para eso tenemos tres pinceles de intensidad de niveles y termómetro de opacidades.

Me pongo a escribir, algo me lo ha motivado, a lo mejor una conversación, el gesto de alguien por la calle que ni tan siquiera conozco. Lo cuento, pero luego, le pongo una “capa” de Photoshop encima y así se forman las luces, las penumbras de que hablas.

Y mi confesión: le tengo miedo a los huecos, Garanza, ya sé que todos los tenemos y eso que afirmas que el destino lo tenemos escrito, es cierto, aún con los sopapos de la vida y me lo he tragar, como lo haces tú, cualquiera.

Escribir me vence y he de decirte que has escrito un piropo que quizá no merecía: si en las respuestas a mis escritos haces por ser entendida, vale la pena porque lo explicas demasiado bien y no deben hacerte falta ni las capas como a mí.

Un besahuecos, sin capas