domingo, 8 de junio de 2008

La ética del tacto


He necesitado siempre esa sociología que explicaba Josep Vicent Marqués, nunca un feminista militante pero que empezó por encuadernar en libro, aquello “Qué hace el poder en tu cama” para que fuera ganando la mujer reconocimiento en lugar de privilegio. Se nos ha muerto, nunca se atrevió a ejercer de señorito como explicaba Julio Máñez, fue a base de esfuerzo en aquellos tiempos que en cuanto luchabas contra rutinas preestablecidas desde tu sitio enseguida te tildaban, yo que sé, de lo que fuera.

Aquí me gustaría precisar a mí ahora –necrologías no hago aunque sean merecidas, cómo me he esforzado y me esfuerzo en algo tan sencillo como el tacto, la caricia, la incitación a la compañía simplemente. Yo la tengo, pero pienso seguirla pidiendo. Puede ser el origen las palabras que siembro, que necesito, y me vienen así en forma de palabras o como un hibisco, una planta, malvácea, ornamental. Porque ya sabéis, me fijo en cosas de fuera que hago luego mías. Las restriego en internet para saber si valen, las convierto en deseo, público, manifiesto, desvergonzado y sincero.

Me dejo conducir como por un toque de sensualidad que tengo dentro, no sé dónde se queda si en algún sitio como aquel frustrado amante que le han dicho alguna vez, hoy no duermas aquí, mi condición de amante es parecida al que cualquiera tiene: la soledad, más tierna cada vez, la impaciencia del tacto –ese tan hermoso que no suele ser sexo luego, sólo la insistencia dentro de ésa comarca, un oscuro vértigo que siempre tiene la piel, hasta con su sociología, Josep Vicent, tú la explicaste a las mujeres muchas veces, por eso tu escapada me lo ha recordado.

Quiero un tacto singular, inesperado, de cuerpos imperfectos, un pathos del amor parecido a la lectura –¡mira por donde!, a lo antiguo con una simpatía por lo separado, ya quedaron aparte ligaduras, conveniencias, fue la comunicación perfecta, ética, de dos seres que se miran un rato, se inventan ese tacto cada vez como esa parte salvaje y elegante que todos llevamos dentro.

El tacto puede ser una costumbre que tenemos hacia alguien, hasta las mismas personas o cosas que a veces interrumpe la vida y con ello a nosotros; luego todas las aventuras, hasta la de siempre. Prefiero la sensualidad de la duda, argumentos de distintos paisajes porque no hay paisaje, puede ser simplemente la piel mía y de ella, los poemas que recito de memoria porque no tengo versos dónde poner las palabras. No me hicieron poeta, sino respetuoso e insistente.

Ya lo he dicho bien claro, desde la sociología de la muerte de un sociólogo al que escuché y leí tantas veces, hasta esta manía que tengo de quedarme a medias.

Tocaré mientras pueda, mientras me dejen las palabras aunque sea mirando algo íntimo que aderece mi amor para dejarlo suave para el tacto, enriquecido, cálido, pieza a pieza de la manera más tierna posible: yo pondré la imaginación y mis manos si me dejan, precisamente para que no se me olvide el tacto.

Hace un par de noches, noté una mano en mi cuello, mientras yo mantenía unas bellas imágenes delante, en la pantalla de mi ordenador. Eso es tacto, me he ganado ese tacto muchas veces en los huecos más honestos que sólo lo requerían, me lo buscaban, me lo pedían. Yo lo devuelvo porque nunca anduve escaso, un solo y breve roce es encajar las anatomías a tope, bien me vale, donde empiezo me indican siempre que nunca estoy terminando.

Ni yo puse final, ni sabría hacerlo, es la importante sociología de las manos.

8 comentarios:

Anónimo dijo...

Y después del tacto viene el recuerdo, la ternura de unas manos fuertes –cogidas en las mías- no puede haber nada más cómplice que unas manos entrelazadas, una mirada de frente y un silencio ¡cuántas cosas se dicen! Lo peor viene en el momento que te das cuenta que ya las manos van sueltas, ahí se es consciente de una elegía, una soledad excesiva, un destino.

Siempre, siempre un abrazo.

María

Anónimo dijo...

Las manos perciben la ternura, lo inquietante,el amor q ellas nos da a conocer,la sensibilidad de lo q tocas o te acaricia.......... el tacto nos avisa de la torpeza cuando dejamos de sentir.Escuela de sexualidad q aprendemos al nacer.Me gusta percibir a lo q las dedico en esos instantes tierra si planto, las piedras,los troncos de los àrboles, cuando cocinas e incluso cuando te quemas, el fuego q te hace revivir el amor.
Muchas veces pienso, se estropean, pero no me importa, dejaría de sentir el tacto.
Hasta cuando escribes, se te nota el tacto en sus letras.
Sigue con tù filosofía.........las manos te atraèn, sin perderlas de vista las sientes.caricias,caricias.
Besos maria dolores.

Anónimo dijo...

Yo siempre he pensado que cuando toco a alguien, voluntariamente, dando un poco de mis sentimientos en ese contacto, doy un poquito de los más hermoso que hay en mi.
No soy una persona que prodigue sus mimos, nunca lo he sido, sin embago si me gusta en un momento dado apoyar mi mano en un hombro, en un brazo o en una mano, como reafirmando físicamente las palabras que en ese momento estoy pronunciando.
Hay momentos que son dolorosos o especialmente marcados para personas que tengo cerca, entonces, al mismo tiempo que doy una palabra de ánimo, apoyo mi mano, hago sentir ese contacto como diciendo a la otra persona, yo estoy aqui, puedes contar conmigo.
Tambien me gustaría que lo hicieran conmigo, pero ..... nos está llegando ese error tan grande norteamericano de evitar totalmente el contacto con la otra persona.
Es como si fueran a destruir nuestra individualidad.
Leí un libro de mi querido Jose L. San Pedro, "Monte Sinaí", se llamaba, en un momento dado una madre cubana con una niña preciosa que llamó la atención a nuestro escritor, y que creo la acarició, le decia dicha madre que no lo hiciera nunca con una niña norteamericana, le podrían poner una demanda por abuso de menores.
En fin, me quedo con nuestro sentir hispano, mediterraneo, con poder acariciar a un niño si lo ves por la calle, y hasta darle un abrazo, y sentir la ternura de los hijos que no fueron.
Me quedo con ese pasar el brazo por encima del hombro y decir, cuenta conmigo
Rozar unas manos, y estrecharlas, y pensar, puedo contar con el.
No dejes nunca de hacerlo Fran, te mantiene en contacto con el universo.
Un besahuecos lleno de colorines
Garanza

Fran dijo...

En efecto, María, las manos entrelazadas suponen una armadura de defensa y una llamada a la ternura como dices.

No las sueltes, te hacen falta como a todos para soportar mejor la soledad que nadie nos va a quitar, aún tocándonos.

Fran dijo...

Me ha gustado mucho un par de ideas, maría dolores, que cuentas: "El tacto nos avisa de la torpeza cuando dejamos de sentir", y ese concepto general de no importarte el deterioro de tus manos es hermoso.

Soy tan presumido que me las cuido "especialmente". No te digo en qué consiste la especialidad por si hay niños delante.

Y gracias por decir algo de mí, que es cierto: en mis escritos están mis manos.

Un beso

Fran dijo...

Coincido contigo, Garanza, que no hace falta ser muy mimoso, pero utilizar las manos para reafirmar lo que sientes, lo que dices, es importante. Eso es el contacto con otra persona que no se debe perder nunca.

De Sampedro tengo toda su obra y bien leída. Con su edad avanzada todavía su mente está muy clara.

Me gusta que aceptes el sentir mediterráneo porque lo soy y mucho, llevo el Mediterráneo en mi piel, lo dejo entre las manos de alguien, hoy lo hice –como cada vez que compro un libro, y me han dicho gracias, vete a saber por qué. En ese caso estamos excedidos de tacto entre nuestras manos.

Fíjate, mañana lo trasladaré al mismo escenario de los libros, pero el marco diferente: una biblioteca pública, que es muy mía, porque mando mucho entre los libros que escogen y hasta son exigentes con mi nivel de lectura. Se lo consiento a las tres.

Aquí me quedo con un besahuecos de colorines al que le doy el valor que tiene, a cambio del mío que lo lleno de sentido, del mejor sentido que tengo y que sé.

Anónimo dijo...

Bellísimo texto en de hoy, Fran, yo que por vocación lo vivo, es algo inexplicable, bueno ya veo que para usted, no, pero en mi caso se podría hablar de dos tipos de tactos, el de la pareja y el de las personas enfermas, esos mayores solitarios que esperan la visita de los voluntarios, esos son los que esperan el tacto de esa mano amiga, esa mano que no pide nada a cambio, esa sonrisa.
Fran, hace pocos días contaba a un amigo que es duro pero a la vez muy bello, llegas le ofreces tu mano y le gastas una broma, te da las gracias con la mirada y te regala una leve sonrisa, en muchos casos es la última ves que intercambiamos ese tacto, esa sonrisa pero aun así, no lo cambiaría por nada del mundo.
Fran, el tacto es un regalo de dios como lo es la vida pero una caria a tiempo, es un milagro, no la neguemos a nadie, Fran, hoy me has llegado al corazón, me he desviado de tu bello texto, siento por que no sé si venía al caso mi comentario, de todas forma, gracias por recordármelo de esta forma tan especial.
Un besote dos besotes, sin permiso, claro

Fran dijo...

Me alegra que te haya llegado mi escrito, Ley. El tacto para mí es la vida entre las gentes a las que quieres o con las que algo te une como los casos que tú cuentas.

Y la caricia que se deriva del tacto es un arte, es el efecto que produce en la persona acariciada, es imprevisible, es como un aviso de que aún queda más. Qué espectáculo conmovedor el de un cuerpo cediendo a una caricia.

¿Tienes bastante? Le añadiremos un beso.