jueves, 26 de junio de 2008

DULCE DE MEMBRILLO


Por Pan de Mendigo

Salíamos de misa, de la misa de 12 del domingo, de haber estado media hora muertos, sentados en los bancos de espaldas a la puerta, a la vida, dando cara al altar flanqueado por dos sepulcros, dando frente a la muerte. Nacimos para vivir y nuestro credo nos hace vivir para morir.

Y salir de aquella penumbra cirial al sol radiante en el cenit, de la atmósfera viciada e insana de saumerios y coños sin ventilar, a la brisa del mar en las acacias, nos deolvía el alma al cuerpo, secuestrada que nos había sido durante media hora.

La misma casucha de la familia inmigrante contrastaba con nuestro hábitat, con nuestro comedor-estar, donde no come ni está nadie nunca. Ellos se juntan eb la cocina, junto al hogar, el corazón de la casa. Allí andaba todo manga por hombro, cada cosa estaba en el mismo lugar donde quedó la noche anterior, el día, el mes en que se utilizó por última vez. Que lo natural es el desorden y dejar de lao el orden al cuidao del Universo; el pequeño, retozando en tierra con un pajarraco que le picoteaba el culo, en plena interacción de las especies.

Veo al abuelo en el corral absorbido en la tarea de juntar ramas de olivo para el vareo de la aceituna, mientras en la cocina la vieja cuece el membrillo en almíbar. El runrún del viento en el choperal, el lento y simétrico mecido de las hojas en los álamos del río, como el flujo y reflujo del mar al atardecer lamiendo la orilla, les marcan la pauta, el ritmo vital que nosotros perdimos tiempo ha y de una vez para siempre.

Lo queremos todo. Y soplar y sorber no puede ser. La vida en la aldea anda totalmente involucrada con lo natural, que es la única forma de poder vivir sin ayuda de vecino. Cada fin de semana, mi hijavacila ante el espejo entre tomar un estimulante que le permita estar haciendo el indio hasta la madrugada, o tomarse un sedante, acostarse y poder dormir. Los Tarahumara se acercaban, de vez en cuando, a las grandes ciudades, para ver cómo eran los hombres que se habían equivocado; de uvas a peras, que todo se pega menos la hermosura. Y yo ando en quejido constante, pidiendo cada vez más y de balde. Que gracia perdida, velas encendidas; gracia lograda, ni velas ni nada. Sin saber que en la vida hay dos clases de tragedia: una, es no lograr lo que te propones; y la otra, el lograrlo.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Esa puertas siempre es vida, una puerta, querido amigo, jamás debería cerrarse , es la única posibilidad de volar de volar, de la oscuridad de algunos momentos, querido amigo, sus letras me transportan a tiempos vividos, no se pude decir olvidados por que el olvido no existe pero parce que huelo ese membrillo y siento el vareo de los aceituneros, no es difícil seguirle pero a veces nos engaña y nos perdemos en el camino, eso de que nos engaña es una bromilla pero son tantas cosas en esos recuerdos, que me cuesta seguirle.
No será que usted ha recorrido algunos kilómetros más que yo? Es posible pero dicen que todos los caminos conducen a roma, usted nos transmite ese agridulce desde una visión muy hermosa y personal, ya sabemos que el hombre siempre se equivoca, el hombre tuvo por triunfo el fracaso, si no, que nos lo pregunte cuando chirrían nuestros huesos, a ver si lo vemos de otra forma.
Aun sabiendo que la vida es un fracaso, no podemos dejar de lugar por esa copa, amigo, gracias por seguir compartiendo sus letras, sus vivencia, con todos nosotros.

Un besote, ley.