viernes, 15 de agosto de 2014

CONTRA LA ESTATURA DEL DESASTRE


 
 
Lo dijo antes de marcharse definitivamente el poeta Panero: “Todo hombre tiene la estatura del desastre”. Pero habría que añadir de inmediato para su justa  medida, la capacidad de su resistencia.

Eché mano de ella en muchos momentos porque he sabido en muchas ocasiones que aporta una riqueza que compensa, que remedia el desastre inesperado.

Amigo casi de la amenaza de la ruina fui dejando pasar cada día con la dosis medida de angustia, pero era consciente una vez más que podría volver a esa especie de capricho que me ha ido formando el amor a la vida. Me mantuve aferrado a la vieja rutina del libro abierto  para llegar de nuevo a estos momentos en que yo mismo me asombro, con pausas más largas, con silencios de espera que me llevaban a lo que los demás llamaban “pruebas”, capacidades de respuesta, y en cambio para mí se trataba de esa resistencia propia que he nombrado antes para mermar la estatura del desastre.

Ya voy notando la llegada de pausas reconfortantes, viviendo de nuevo lo que para mí puede ser riquezas habituales. He caminado de nuevo en mi viejo y confortable coche para recorrer caminos breves, despacio, la mirada en el paisaje abierto de nuevo a lo más parecido a la felicidad. Se trata simplemente de comodidades simples y cómodas: vuelvo a desayunar de nuevo robando la alegría que tiene la mañana muy de mañana; a saber lo que está pasando en el mundo entre 9 pulgadas; a irme de compras luego sin saber tan siquiera cual sería mi compra.

Poco a poco, partido a partido de la vida, pero reduciendo así a cada paso la estatura que tuvo el desastre. Tuve además la compañía necesaria para poder calificarla como el más imprescindible medio de resistencia que llevo teniendo toda mi vida y hasta también el infrecuente gesto de una mujer doctora que mientras su sabiduría le llevaba por los caminos necesarios hasta localizar mi ruina y poder remediarla, mientras tanto, vencía mi gesto de posible temor y derrota, con sus manos –desconocidas hasta entonces-con una dosis de ternura que fue capaz de llevarla hasta la mejor curación posible: devolver la sonrisa y la confianza.

Pues ya estoy aquí de nuevo, aferrado a todas y cada una de las palabras que me dieron el tono más humano, más resistente que fui capaz de conservar como respuesta a la estatura del desastre del momento.