martes, 27 de mayo de 2008

El muro, la mítica distancia


No habrá que hacer demasiada historia porque es de sobra conocida: Maratón es una ciudad situada a cuarenta y dos kilómetros de Atenas donde los atenienses le ganaron la batalla a los persas y Filípides fue el hemeródromo que dio la noticia en Atenas al tiempo que cayó muerto, aunque ésta última aseveración se ha puesto en duda. Fue en los Juegos Olímpicos de 1896 cuando se introdujo esa distancia desde las llanuras de Maratón hasta el estadio Olímpico de Atenas y los británicos en 1908 le añadieron 195 metros quedando así establecida la mítica carrera. Esta clara y sencilla explicación la he entresacado de un ensayo excelente de Vicente Verdú.

Pero no siento mis ojos aquí para narrar dos carreras en distintas ciudades –norte y este de España, así cumplidas. Quiero sacar ese recuerdo y utilizarlo ahora. Verdú explica muy bien como corredor que fue, el porqué de la existencia de ese famoso “muro” en el kilómetro 32: se le termina a nuestra musculatura el alimento de glucógeno, las piernas se nos paran -os lo puedo asegurar, y sólo queda el esfuerzo de la mente. Hay un mundo inédito detrás que nunca supe que existía cuando corría noche tras noche en mis entrenamientos, nunca he sabido que la vida me lo iba a volver a presentar muchas más veces y la llamada suena en la mente que es dónde está la solución: tenemos otro yo para toda la vida, una fuerza nueva, una manera de conversar con el dolor y ganarle la conversación.

Corrí aquellas dos veces hasta la extenuación, corrí una nueva vida durara los años que durara luego, si fui capaz de vencer aquel muro de la mítica distancia, no habrá muro ya, pausa ni parada, solo quiero empeñarme en empeñarme, llegar de alguna manera en algún aspecto de la vida donde no pueda llegar nadie. He pasado ese muro, he vencido lo invencible, pues que me den lo diario, lo más difícil del día. Volveré como muchas tardes a mirar aquellas New Balance con las que corrí. Jamás me las he vuelto a poner, las llevo en el esfuerzo, les debo mi respeto, cruzaron aquel muro, sirven solo para lo imposible, para llorar a veces recordando el abrazo que me dio un niño que estaba esperándome.

Detrás de aquel mítico muro tenía que venirme la resistencia que no me ha inventado nadie; el lenguaje que me puede servir para amar y sufrir; los besos que puse luego en alguna piel desconocida cada vez; el erotismo narrable que no se puede contar; cualquier cosa porque ya estoy detrás del muro y no necesito esfuerzo, allí fue la mente quien le quitó el sitio a la musculatura, aquí cada vez también está en mi pensamiento por una mano tendida o alguien que no conozca y que debe tener la soledad de los ojos claros.

Ya no tengo ningún muro en la vida sino los mejores intentos siempre: podría ser un coloquio de caricias inventado, -lo he dicho y lo he soñado muchas veces, la cresta de no tener placer porque ya lo tuve, esas rencillas vocacionales del amor que se terminan en los lechos sin prisa, con la música dentro en forma de hendiduras de la vida, la curva de una cintura entre mis dedos, cualquier beso pendiente que ocupó sitio en un palacio de cristal lleno de colores.

Nada me impedirá llegar a cualquier parte, no hay muros ni barreras, mi mente pudo dos veces cuando se me terminaba el glucógeno. Aquí ya no me queda hace tiempo y sigo cada vez, cada mañana, cada intento, cada recuerdo como si escribirlo fuera el destino final de mis dedos.

A todos los hombres y mujeres del mundo que han corrido y terminado alguna vez una maratón, que cruzaron aquel mítico muro y llegaron a la meta final. Siento estas palabras desde mis piernas que no correrán jamás.

6 comentarios:

Anónimo dijo...

¿Que impide que las piernas corran?
Solo las piernas.
Tu mente, tu imaginación, el valor del paso tras paso, aunque cueste, aunque duela, el valor de salir todos los dias a partirse la cara con el dolor, a decirle a ese intruso, que por mucho que me avises, no te haré caso, seguiré andando,... y ¡por que nó? con unas deportivas de correr la Maratón, porque una Maratón es dar un paseo diário, dejando al intruso en ridículo y demostrandole que si no se le hace caso, casi no está.
Fran, cambia un día los zapatos por las deportivas, quitalas el polvo de años y utilízalas de nuevo, ¡¡tan mulliditas, tan comodas!! y anda esa Maratón que para tí es hermosa,.... y recuerda el viento en una falda, la blusa de seda en una cintura, la sonrisa de un niño, y la belleza de un hombre de cuerpo clasico y griego como un friso.
La calle está llena de aventuras, y tu eres un aventurero.
Un besahuecos lleno de colores
Garanza

Anónimo dijo...

Jo, vaya parde dos, si uno escribe bien, el otro le gana pero lo más importante es descubrir la clave para hacerle frente y la has escontardo, esta.
Hay un mundo inédito detrás que nunca supe que existía cuando corría noche tras noche en mis entrenamientos, nunca he sabido que la vida me lo iba a volver a presentar muchas más veces y la llamada suena en la mente que es dónde está la solución: tenemos otro yo para toda la vida, una fuerza nueva, una manera de conversar con el dolor y ganarle la conversación.
Fran, usted nunca dejará de correr por que puede fallar nuestro cuerpo, nuestos músculos pero mientras duce un ápice de lucidez en nuestra mente, todo se puede superar.
Sin palabra pero con mucho maor y respeto, mis felicitaciones y un besote.
Ley.

Fran dijo...

Bien leíste lo que fue mi esfuerzo, bien lo entendiste. Y justeza hay también en tu observación de mi necesidad de partirme la cara con el asfalto cada día al menos un rato.

Mis primeros pasos son muy malos, y sabes qué hago, Garanza, cuando llevo deportivas –lo que ocurre con frecuencia con un vaquero, miro mis pies, me gustan, los quiero, me dijeron los médicos que no caminaría con ellos. Se equivocaron de número, no saben que camino con la mente.

Hago, pues, como ves, con mis “Timberland” todos mis esfuerzos y las New Balance, les tengo tanto respeto y tanto cariño que están ahí entre los zapatos de uso, no muy lejos de los diplomas que cuelgan en mi despacho acreditativos de mis dos maratones.

Si me las pusiera otra vez no podría, no podría dar un paso. La emoción es un camino que a veces te vence.

Y caminando así, todos los días, Garanza, me acuerdo de cada palabra hermosa que aquí leo.

Un besahuecos casi corriendo.

Fran dijo...

Si, leyla, lo que digo es cierto, es mundo no sabía que existía, está detrás de ese muro y al traspasarlo me lo llevé conmigo.

Es mi otro yo, el del esfuerzo diario, como está en ti cada vez que en tu vida parece que no vas a poder hacer lo que haces y lo haces.

Mi mente está también en ver luego de mis palabras no solo felicitaciones sino besos y respeto que es una forma de cariño.

Gracias, lo mismo digo.

Anónimo dijo...

Tus ojos,vivencias,recuerdos....Son esa expresión llena de tristeza que inunda todo tu ser.Apoyarse en la palabra, escuchar llorar a otros, notar como esos lamentos cada día son inmensos. Es quizás, parte de esa continuidad, de esa estabilidad, de esa tranquilidad que da un consuelo de todos, ver que por esta vida el camino es como un cedro. A veces es perfume vivo, otros huele a puro incienso, ¡no de muerte! si de agonía sin tino...
Eres genial fran.
Un abrazo.
Ana

Fran dijo...

Tú lo dices: apoyarse en la palabra, es lo mejor que puedo hacer, Ana, lo único y querer a personas que han sido media vida leyéndome.

Esa es mi genialidad.

Un abrazo