viernes, 2 de mayo de 2008

Nos quitamos el miedo mutuamente


Pensándolo ahora me parece un poco como el comienzo de una historia de película antigua que luego no seguimos. No era un sitio habitual para mí, pero aquella terraza entre sol y sombra, alejada de ruido, me hizo buscar un sitio –los había suficientes, para cumplir lo que va constituyendo un rito si el tiempo me lo permite: luego de comprar la prensa me siento a tomar una cerveza. No elegí intencionadamente la mesa, pero inmediatamente me di cuenta que en la de al lado, tomándose lo que luego confirmé que era un Martini al pedirse un segundo, una bella mujer de unos 50 años cumplía idéntica misión de ocio: leerse su periódico.

No podía coincidir mi mirada del todo con sus ojos, lo que sí que coincidía era la intención, las ganas de mirarla, de pensar que –como yo, le buscaba un hueco a la soledad para hacerla propia. El motivo carecía de importancia, pero tanto ella como yo, estábamos solos y debíamos querer estar solos en ese momento al menos. La información era adicional, la bebida menos, pero la descarga propia de sentirse eso, propios, tenía todo su fundamento.

Es curioso que a medida que disponemos del día, de la vida, para hacer lo que queremos del día aunque no tanto de la vida, los pequeños detalles, los que hemos inventado son como placeres dispersos que así los recogemos. No podría describir ahora cómo era esa mujer, dónde radicaba su belleza, algún rasgo de su atuendo, pero si se me quedó de inmediato grabada en la mirada, la hermosura de sus manos, el periódico extendido, sus anillos, su porte, su estilo. Sí se me quedó de su rostro la conjunción de las líneas de sus ojos hacia su boca, y sobre todo, insisto, sus manos, la autoridad que debieron tener siempre cualquier tipo de caricia, una travesura mezclada con el deseo ajeno.

Y leyendo el periódico, pero sin leerlo, se me fue quitando el miedo que le tengo cada día al día, que me falle lo esencial, que confirme que no me gusta lo que tengo, que note más qué me falta, lo que ya no voy teniendo al hacerme viejo. Es preciso que te retiren el cabello, que te llamen con un nombre que no sea tu nombre pero con una ternura incalculable, notar unos pechos sobre tu pecho, volver a aprenderte cómo huele la mujer a mujer.

Todo eso pensaba viendo naturalmente a una mujer que quizá no la había visto nunca por mi barrio, que ni se había dado cuenta que le estaba mirando insistentemente sus manos. Tenía manos de pianista pulcra, de mujer enseñada a ser mujer y no pedir ya nada porque ya lo tiene. Tenía manos con una madurez obstinada y resistente, manos para quitarse el miedo, de pensar que ambos teníamos bien ocupado el periodo y el método de la madurez, Fue algo parecido a una emoción, a una sospecha de que esas manos, hagan lo que hagan llevaran como la casualidad de un cariño suave y milenario.

Ella se levantó para ir a pagar, yo ni me atreví a pedir mi habitual segunda cerveza, al pasar junto a mí, le dije claramente: ¿me dejas que te diga una cosa? Obviamente sin respuesta pero sin que diera un solo paso, escuchó de mis labios: tienes unas manos preciosas. Gracias, contestó, no como un gesto educado o cortés, sino con la seguridad de que había adivinado que sus manos poseían un cariño coloquial, integrador, milenario y reconfortante.

Gracias, aseguró y siguió su camino, como yo haría luego con el mío habiéndonos quitado el miedo mutuamente a todo lo viniera después.

6 comentarios:

Anónimo dijo...

Buenos días Fran, así de refresco puedo escribir un ratito, lo justo.
Mas de una vez he estado sola en una terraza, eso sí jaja yo pido el vermuth de Solera, con hielo y con naranja no limón, es más pido unas gotitas de su zumo en él.
Ese rato de aislamiento y soledad, tranquila, observando a las personas o leyendo un libro en un dia de sol, no tiene precio para mí. Me encanta.
No creo que nadie se fije en mis manos, son normales, pero no me importaría que alguien lo hiciera, no lo tomaría como un ataque a mi intimidad o mi soledad provocada al tener esos momentos.
Yo probablemente te habría contestado, seguro me entra la risa y charlamos un rato, eso sí, sin ánimo de nada mas que eso, una charla.
¡¡Eres tán romantico!! estoy segura que pasarás ratos estupendos por ese motivo, observarás las faldas amplias moverse al viento con el secreto deseo que las piernas de la dueña queden libres y luminosas, seguramente un perfil tambien, esperando a ver que pasa si hay una sonrisa, o unos ojos insinuantes y coquetos contigo, que se cierran cuando la risa se hace mas patente.
Pues disfruta Fran disfruta, esos momentos en personas anónimas son muy bellos y la sonrisa de un niño, o la mirada de una joven, o las manos de una mujer madura son un recuerdo agradable para terminar el dia.
Un besahuecos lleno de fantasía
Por cierto, yo me suelo fijar en el andar elastico de un muchacho, la mirada atractiva de un hombre explendido en su madurez, al abuelo tranquilo y a veces con mirada desesperanzada, las risas escandalosas de las quinceañeras cuando estan cerca de muchachitos con espinillas y los gritos alegres de los niños jugando.
Garanza

Fran dijo...

Hola, Garanza, me he enterado muy bien de tu vermuth, casi lo he tomado contigo y estoy seguro que tú no hubieras guardado silencio, me habría llevado restos de tus ojos y sonido alegre de tu voz.

Te habría mirado como debe mirarle la falda a una mujer un hombre, impasible e inquieto, tus piernas "luminosas" como tú dices. Hubiera sido muy coqueto y te habría robado tu coquetería.

Me quedan pocos momentos de esos, me quedan entre risas las historias que me cuentan y no veo de dos niñas gemelas de dieciseís años que hoy estan en Nuweva York y que con asombro de sus padres, porque sólo quieren ir de compras.

Mientras en mis ratos de soledad, me tomo dos cervezas y a lo mejor sé decirle a su dueña, junto a mí, pero extraña a mí, que tiene unas hermosas manos. Es algo inaudito e importante en una mujer.

No me bastaría con ver las tuyas.

Un besahuecos, así, novelesco.

Anónimo dijo...

A veces te llegan manos que son auténticas llenas de ternura de esperanza, son manos envolventes, sinceras con sentimiento, manos de hombre, manos sin distancia, manos que te dan la vida y la calma, manos de cariño y admiración como la que tengo por ti Fran querido

Ten mi mano,

María

Anónimo dijo...

Estos bellos detalles, en esas cálidas mañanas, son parte de la esencia de la vida, Fran, suelo repetir que la vida está hecha de momentos, momentos malos y buenos y los buenos tenemos que saber disfrutarlos, es bueno , soñar despierto, añadir la fantasía que llevamos dentro para añadir la guinda al momento.
Fran, si usted lo dice, seguro que las manos eran se ensueño, adelante, amigo!!! Este verano se presenta largo y bello, en esa costa de azahar.

Un besote, ley.

Anónimo dijo...

Luz de tarde
Me da pena pensar que algún día querré ver de nuevo este espacio,
tornar a este instante.
Me da pena soñarme rompiendo mis alas
contra muros que se alzan e impiden que pueda volver a encontrarme.

Estas ramas en flor que palpitan y rompen alegres
la apariencia tranquila del aire,
esas olas que mojan mis pies de crujiente hermosura,
el muchacho que guarda en su frente la luz de la tarde,
ese blanco pañuelo caído tal vez de unas manos,
cuando ya no esperaban que un beso de amor las rozase...

Me da pena mirar estas cosas, querer estas cosas, guardar estas cosas.
Me da pena soñarme volviendo a buscarlas, volviendo a buscarme,
poblando otra tarde como ésta de ramas que guarde en mi alma,
aprendiendo en mí mismo que un sueño no puede volver otra vez a soñarse.

José Hierro

Es tán bonito este poema de este escritor que paseó por mis playas, nos cruzamos muchas veces, y coincidimos otras tantas en los cafés donde boligrafo en mano y una pequeña libreta sentado en una mesa, componía.
Besahuecos mañanero
Garanza

Fran dijo...

Gracias por tan precioso poema. Tengo toda la obra de él y la admiro lógicamente. El poema encaja en cada sentimiento de lo que sentí aquella mañana.

Me empeñaré en volver a soñar el sueño, Garanza, los sueños, tus justos besahuecvos, tu rigor, no lo olvides.

El mío que te mando es de una tarde entre tabajo que sé hacer ya a medias, pero lo quiero, quiero que "acercatealoslibros" sea algo como querer a una mujer para siempre.