martes, 27 de mayo de 2008

BIZCOCHO DE PRIMERA COMUNIÓN


Por Limón Ceutí

A decir de cuantos le conocieron, Eustaquio malvivió de siempre en la indigencia, con una mano atrás y otra delante. Pero él juraba y perjuraba que sus antepasados permanecían cubiertos delante del Rey. Tonterías. De bacín de barbero recogí, en cambio, el rumor de que su bisabuelo gozó de unos mil acres de tierra labrantía en propiedad. Pero vino a menos, que la risa ya se sabe va por barrios y se vió obligado a malvenderlo todo y emigrar. En hacienda y bondad, la mitad de la mitad. Así que el pobre Eustaquio se pasó su puta vida trabajando para los zánganos, que comen del afán y la labor de los demás.

- De tiempo acá que vengo olfateando que me llega un golpe de fortuna; me lo dice el cuerpo.
- Lo único que llega seguro es la muerte, Eustaquio.
- Me río de los peces de colores.
- Mira bien lo que dices; que el que al cielo escupe, a la cara se le vuelve.

Y andaban los dos en lo cierto. Porque, de su coyunda con Hortensia –una aldeana cabizbaja y para poco, le vino el que luego sería vástago único, sin que hubiera que decir mala noche y parir hijo, porque fue varón.

Y le llamó “el cielo abierto”. Pero eso no es un nombre, le decían todos, me importa un bledo, eso es lo que yo ví cuando vino al mundo. Ponle Darío, como el abuelo; pero él erre que erre con su “cielo abierto”. Y, a poco de cumplir los cinco, se oyó la campana tañer a muerto; por la misma abertura por donde lo trajo, el cielo se lo llevó. Una peste súbita y nefanda, venida de ultramar, que asoló al pueblo, que empezaban a estornudar y no paraban hasta caer muertos.

Eustaquio sintió entonces que le quitaban la tierra debajo de los pies. Y enloqueció, se dio a fundar torres de viento. Con todo cuanto había ahorrao a lo largo de miles y miles de horas quebrado el espinazo sobre el terrón de sol a sol y en una joyería de la cabeza de partido, compró una corona de oro de ley, seda incrustada de pedredería y borceguíes y vistió a la criatura igual que fuera un príncipe, en un desorden de flor, quedándole a modo de mascarón de proa, altanero y de mal contento en su blanca palidez, el pelo ensortijado manchado de oro.

Y convocó a un fotógrafo de cercanías –que en el pueblo no lo había. Pero hombre, eso no tiene pies ni cabeza –le dijo éste, al saber que quería la foto del niño en pie, tal y como si estuviera vivo, que para mí lo está. Y él, erre que erre. El abuelo le cogió del brazo y Eustaquio le sostuvo la cabeza, que no se tenía, doce horas que llevaba con rigor mortis. Y el fotógrafo, allá ustedes, adelante con los faroles, decir aquí “quieto” viene sobrando, que podría tomarse a mala parte. Y disparó su fogonazo de magnesio.

Y tal cual luce la instantánea, nada más traspasar el umbral y sobre el hogar, en marco de talla labrado a mano, presidiendo la cochambre de las cuatro paredes de de la barraca: hidalgo pobre, jarra de plata olla de bronce.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

¡¡Oiga Limón Ceutí!! no se como son los limones ceuties eh, pero deben de ser más ácidos que los de la peninsula.
¿la foto es auténtica? jaja, bien podría serlo si señor.
Me gusta su relato, tiene un cierto sabor a Macóndo,..... a los tiempos del cólera, y a la abuela malvada, es un relato que resulta corto, me deja usted con ganas de leer más, y eso en mí es una autentica faena, porque ahora hace que ponga a funcionar mi imaginación y siga y siga la historia, con la foto en la cochambre, un padre sin hijo muerto y un hijo redivivo, ¡¡fijesé si continuamos con la onírica de ese escritor que a usted y a mi nos gusta tanto.!!
Garanza

Anónimo dijo...

Caramba, esto es muy bueno, desde mi humilde conocimiento, solo le puedo decir que con sus relatos logra usted arranacarme, tano las sonrisas como las lágrimas y eso, no es fácil.
La historia tiene guasa pero aquí tiene usted a una de raices furtes y hacienda presatada, la vida tiene muchas historias y lo mejor de todo es que a lo largo de nuestras visdas vemos como cada cosa vuelve a su sitio, hoy me quedo con esta frase y le dejo mis felicitaciones y mi carño.
- Mira bien lo que dices; que el que al cielo escupe, a la cara se le vuelve.

Un besote, Ley.

Fran dijo...

Éste, “Limón Ceutí”, de letra fija y mirada terminada nos da los suficientes trazos en su historia, de la malvivencia del Eustaquio y de su coital con Hortensia, bien cumplido hasta con el hedonismo de la cantidad y la calidad.

De ahí salió ese “cielo abierto” que erre que erre, no modificó ni hasta con el vértigo del “rigor mortis”.

Así bien plantado lo llevó al fogonazo del retrato. Imagen imposible de igualar porque tiene a no dudar al “cielo abierto” como si estuviera vivo y un Eustaquio que aguantaba impávido aunque se había quedado antes sin “la tierra debajo”.

Reposa en este escrito el pie a una imagen desprovista de similitud porque tiene toda la grandeza puesta, pegada a cada letra.

Anónimo dijo...

Con tus letras, me transportas, no a Ceuta, si a paises q los indigenas valoran los presagios, y sienten cuando les llega una vida y como flor corta, q termina marchitandose por mucho q la regemos se amor, las carencias son parte de ese final en la vida.Las enfermedades asì, hoy no arrasan, pero si los complejos y tristeza en depresiòn.Pero ya pasamos de todo y cuando no se padece, solo sabemos responder, q en otro tiempo guerra y hambre, no existia.
Luego pasamos de la peste, ha la falta de amor.
Besos maria dolores.