miércoles, 7 de mayo de 2008

Nuestra propia derrota


Quien lo niegue engaña y se engaña, hay una derrota propia, inconsolable y única que todos llevamos muy adentro, lejos de cualquier mirada ajena. Son parecidas las veces que la vida nos derrota y aquellas en que nosotros cultivamos de alguna manera una forma intransferible fabricada por nosotros sin motivo aparente.

Es una derrota secreta, lejos de la mirada ajena, sin escarbar demasiado. Lloramos esas veces frente al espejo con una desesperación de quién sabe que jamás vendrá un consuelo, un sosiego, tenemos una sorda contención para saber lo que nos pasa luego, un escalón íntimo que la única manera de llegar a él es callando y hacia fuera mintiendo. Por eso me gustan los libros que tienen cuando se escribieron una intimidad dolorosa y descarada. Leo esas derrotas que allí se cuentan, me las creo, las pongo al lado exacto de las mías como la mejor manera de ser yo mismo, sin engaño posible como utilizando el derecho de terminar antes de ser derrotado.

Por eso me ahogo en la literatura porque si no me ahogarían mis actitudes, lo que se llama tener mala conciencia como si es que hubiera buena. Me gusta, pues, y me fascina la soledad que elimina los adversarios, me voy quedando quieto, voy repasando con la piel desteñida de mentiras, de deseos que nunca tuve cumplidos pero que los leo en los libros y son posibles muchas veces: esta habitación dónde escribo de la que ya he hablado otras ocasiones y que podría ser de cualquiera pero que ahora sólo puede ser mía; la belleza de una mujer sobre la que he leído hoy un tinte de comentario no sé si profano para los pintores, excitante para los mirones, una mujer guapa, “muy de cuadro de ingres, muy clásica”; la garra que le pongo en este mundo, las veces que me marea el mundo, ese destino –derrota al fin, geométrico y exacto que tenemos los hombres.

Más todo es cada vez más propio, intransferible en su tono de vergüenza, con su nostalgia, su insistencia de pensar que podríamos haberlo hecho mejor. Nuestra propia derrota no la sabrá nunca nadie, hasta casi la disfrazamos con el traje del último tramo desquiciado. Ahí llevamos escondido desnudeces y prohibiciones, palabras entrecomilladas de fracaso con toda su etimología francesa: “casser”, que significa romper y los restos de platos rotos que siempre deja.

Mi fracaso, mi derrota es mi pasado y mi futuro, todo junto, no habrá manera de separarlo, necesitaría mucho “rigor” para hacerlo y le pongo entre comillas al rigor adrede por su propia dificultad. No me queda casi ya ni fugacidad ni tránsito, mirar para dentro, donde no alcanza la mirada ajena y mi sueño sería que no pudiera llegar jamás. No sé ni lo que fue ni lo que pudo ser, sólo estoy seguro que me tiembla todo a veces, que no tengo más remedio que cerrar un libro que se ha quedado abierto o mal cerrado y aliviarme, mejorarme de no tener que contar más estropicios abriendo otro a continuación.

Nadie va a saberlo lo que queda detrás, lo que queda dentro, mi propiedad y mi sentido.

7 comentarios:

Anónimo dijo...

Fran, es posible que todos nos hallamos sentido derrotados, en algún momento pero cuando sentimos esa derrota, no es el final de nada ni de nadie Fran, es el toque de diana para que nada nos coja desprevenido, para que no entreguemos nuestra única arma, el orgullo, la palabra, nuestro espacio.
Un besote

Anónimo dijo...

Decía Ciráno cuando se veia morir en los brazos de su Rossanna, ""si vosotos me arrancáis todo, el laurel y la rosa, ¡¡arrancazlos!! hay una cosa que no me quitaréis,......¡esta noche, cuando entre en el cielo, mi saludo barrerá el suelo azul, y , mal que os pese, conmigo irá una cosa sin manchas ni arrugas, y esa cosa es.....
Rossana le pregunta ¿Es?
Cirano sonrie y dice:
¿Mi penacho!
y muere
Adoro este libro, y Cirano es mi héroe, siempre lo ha sido , desde niña.
Yo ese penacho lo traduzco como...¡Mi ogullo!
todos tenemos un monton de derrotas, hoy te contaría una mía de hoy mismito jajajaja, pero pienso con ilusión, tengo todo un año para volver a intentarlo.
Fran, las derrotas son esos huecos que tantas veces hemos hablado y que hay que rellenar con alegrias, con besos, con caricias, con sol, con colores, con esperanzas, con ternura, con unas manos hermosas, o un libro que recordaremos siempre.
Un besahuecos sin derrotas.
Garanza

Fran dijo...

Sí, ya sé que nos parece el final a veces pero no lo es aunque ten por seguro que ni orgullo ni mi espaio ni mi palabra los entregaré jamás. Bien definido mi patrimonio.

Un beso, no sé el tamaño,

Fran dijo...

¡Su penacho! El de Ciriaco. Qué bonito que lo tengas y lo sientas, qué propiedad, ancha y poderosa para cubrir las derrotas, los besahuecos que nombramos.

A mí, Garanza, me hace falta a todas horas, por eso estoy aquí al aire de la red, las posibilidades más hermosas que tenga la vida.

Tapa tu último hueco con mi beso

Anónimo dijo...

No hay derrota en el momento q te das cuenta q se pueden remontar, con o sin discusiòn, el solo hecho q la palpes y te defiendas de ella, dejan de pisarte o al menos quieres sentar q no estas derrotado, solo son errores q te hacen divagar, q serè, cuando deje de admitir esas derrotas, q dejan de serlo cuando se aceptan y protesta nuestra mente por ella, me quita el sueño, quien lo duda, ya me ves q horitas, pero soluciones hay, más o menos costosas (economicamente) perro las hay y con rabia te dices q errores. hasta otra.
Me alegra encontrarte aca.
Besos maria dolores.

Fran dijo...

Buena llegada y más para explicarme que puede no haber derrota, pero errores sí, convendrás conmigo. Y si a ti -sea la horita que sea te qitan el sueño, imagínate a los además las vamos pintando en la pared de los recuerdos.

Tú lo sabes hacer muy bien con los piceles de tu cultura de artista.

Besos de Fran

Anónimo dijo...

Ya me he hecho a tu estilo, me ha costado, soy lento. Tiene sello propio, sí, decir las cosas a medias, emborronadas, el cirlunloquio.

Anónimo