miércoles, 2 de mayo de 2007

El derecho a sentir en voz alta


Todos tenemos de alguna manera en la vida el derecho a sentir en voz alta, pero dónde y cómo es más difícil de precisar. Existe en todo ser humano como su fondo de recuerdos anteriores y del momento, cosas que decir y que alguien nos las sepa escuchar. Eso ya es más difícil. Cualquier escritor que de la escritura ha hecho que forme parte de su vida, si ven la luz sus escritos, ahí tiene no solo su pago, sino el festín de su desahogo, junta su escritura y la lectura ajena, se completa el ciclo, se hace una profesión con público incluido.

Pero otros seres humanos estamos cargados de memoria sin descargar, de momentos actuales cálidos y únicos que necesitamos compartir, como si fuera en voz alta, con respuesta a nuestras voces o sin ella. En esta prolongada etapa de mi vida demasiado quieta he utilizado muchas veces ese medio público de la red que lo puede escuchar cualquiera, las interpretaciones luego ya es un tema que puede aportar a veces satisfacción a esos desafueros o que alguien nos pueda tomar la nota cambiada, la palabra equivocada o quizá siendo benevolentes mal interpretada.

Mas no voy a evitarlo, me seguiré asomando a esa hermosa ventana para escuchar y romper mi silencio, mis pensamientos no se quedarán dentro con el riesgo de romper mi propio cerebro, seguiré fotografiando mi alma, sin colores ya, con tinte sepia permanente pero humanizada en mi esfuerzo diario de hacer así más míos mis sentimientos al contarlos, al decirlos en voz alta, al ejercer y a la vez calmar mi derecho y mi exigencia.

Hace tiempo que me duelen muchas cosas propias, fabricadas por mí hasta el límite muchas veces de equivocaciones incomprensibles, pero soporto tan mal ese dolor propio que tengo que contarlo, sacarlo fuera, construir así mi propia literatura de intento de olvido y de solicitud de comprensión, y para esa comprensión sólo pido la necesaria ternura de los tiernos, la serenidad de los suspiros enseñados, la pausa propia y la espera ajena, el inicio del abrazo nunca obligado sino espontáneo, sin turno previo, con la naturalidad permanente de alguien de bien con calidades siempre mayores que las mías.

Dicen que la vida es muy precisa, que te da lo que buscas de acuerdo con la forma de buscarlo, que hay un riesgo cuando se cumplen tus deseos, pues yo estoy aún en el riesgo, yo tengo cada mañana luego de cada rato de lectura la necesidad de buscar ese deseo en voz alta. No me doy por vencido aunque la edad y mi condición pueden inducir a ello, no me rindo, me sigue mereciendo la pena contar cada sentimiento y escuchar el ajeno. No pretendo en cada escrito hacer balance alguno porque saldría perdiendo, renuncié ya hace tiempo a llevar etiqueta de bueno, nunca hubo para nadie debes y haberes tan rotundos para salir al final con la autoestima por los suelos o con la cara gozosa del falso triunfador.
Ni he triunfado en la vida, ni quiero ya triunfar, por falta de tiempo y sobre todo de intención. Quiero ser como soy, escrito y voceado, que me tomen, que me dejen estar. Amo la eternidad de lo que venga, voy a seguir diciendo eso que me viene, lo que me quedo, lo que doy, la realidad de mis mañanas, mis auto confesiones donde quiero y a quien quiero. Aún me quedan ánimos, muchos ánimos para pensar en lo bueno, en lo que siento y decirlo en voz alta aunque me haya llegado ya el tiempo de no esperar a nadie.

Quizá unos tonos musicales, un libro que me gusta, una respuesta con el tono y el respeto que deben tener siempre las respuestas a lo que uno necesita decir, de alguna manera, en voz alta. Es una manera de unir lo que dices y tu propio silencio.

2 comentarios:

Camon dijo...

Comprobando la aceptación de comentarios. Por esta vez me abstengo del uso de mi derecho de sentir en voz alta.

Fran dijo...

Tienes hasta el derecho de ser "normal" como dicen nuestros patriotas y con permiso de blogger.