jueves, 30 de octubre de 2008

Aguardo en el lugar de siempre

Y mis palabras lo saben y lo dicen en una permanente captura de los mejores instantes. Noto más el tiempo en que salen menos en mi defensa, dejan que pase, que siga siendo el que soy, y sin embargo yo me acuerdo de pausas bien recientes en que me sentía mucho más querido. Ese es hoy mi grito, mi manifestación por los sitios que recorro cada vez cuando se juntan conmigo seres que hace poco -mucho más niñas todavía- tropezaban en muchas más ocasiones con ese tenue roce que produce el cariño.

Que no me cuenten que eso ya pasó porque la vida siempre será hoy y lo que me falta hoy, me falta y basta. Los besos ya son muy desiguales, los momentos de verse nunca sirven de excusa para cualquier tropiezo y hace tan solo cuatro días era bien distinto: yo me sentía una especie de viejo guay para dos niñas preciosas, de las que sólo ya conservo fotos antiguas.

Sigo estando en el lugar de siempre, con las mismas palabras, los mismos errores pero parece que ya la decepción esté esperándome o por lo menos la falta de ilusiones. La vida se construye a partir de los detalles: un rato de lectura que saboreo como nadie, un verdadero café italiano antes y una forma de vencer el tiempo que le he quitado al sueño. Porque nadie me manda levantarme tan temprano, me obliga la necesidad de soñar con los besos que ya no habrá ahora, la insistencia de venir a este cuarto, con libros, con enseres informáticos, con maneras de depender de las cosas que no he hecho cuando nadie me obliga a tener que hacerlas.

Me voy a quedar pues, sin pedir nada a cambio, con la hermosura de los instantes que aquí encuentro, con la soledad total que provoca esos momentos, una manera de llamarme o de llamar a los demás y que nadie me conteste. Me voy a quedar únicamente con los ojos húmedos de letras, mi única andadura, mi mejor manera de ir solucionando todos los problemas. Aquí son solo mías las palabras concretas y nuevas, no necesitan a nadie, ni tan siquiera los recuerdos que me traen -al verlas cada vez- al recordar esos dulces encuentros que prefiero mejor no explicarlos de nuevo.

Sé que abuso del tiempo limitado de la memoria, de hablar de cosas que me entristecen, pero precisamente es por eso, porque se me limita y se me repite tanto la memoria y en la calidad del tiempo me entretengo en contarlo como una forma de estímulo propia. Estos días pasados al no saber compartirlos un poco, me he encerrado en el hoy de este escritorio. Terminábamos de comer, recurría al descanso que trae luego de un excelente cigarrillo negro y de nuevo mi café que compartía antes con quién lleva mis genes, y que era un placer hacérselo yo adrede. Le elegía un “arpeggio” -lo que llaman los italianos un café de media tarde-, le decía, ya lo tienes mientras ella demoraba el tomarlo paseando por el largo pasillo de casa hablando y hablando sin descansar de su trabajo.

-Lo tienes frio, ¿te hago otro?
-No, déjalo. Está bien.

No sé ni cómo terminaban la tarde en una ciudad -de sobra de ella, ausente ya hace más de 20 años. En mi pequeño estudio donde tienen su mejor rincón los sentimientos, pensaba en mi complicidad, repasaba las palabras elementales que no me había dicho nadie -cómo estás, eso tan vulgar- y soñaba, sobre todo soñaba que es mejor para mí en lugar de contar cosas de casa, ilusionarme una vez más en contaros cómo se puede querer a una mujer.

Ayer me entretuve pensando en cómo deben ser los abrazos: la perfecta manera de no pasar de largo, el obcecado intento que tenemos de negar la soledad
.
Prometo contarlo.

6 comentarios:

Anónimo dijo...

¿Sabes? A mí también se me viene repitiendo la memoria. Cada vez más. Insolente.

Cuéntanos, sí, cómo debe ser un abrazo. Tengo ganas de leerlo.

Un beso, Fran.

J.María

Fran dijo...

A todos J.María, nos insiste la memoria y como dices, cada vez más insolente.

Tendrás lo que pienso de cómo debe ser un abrazo y cómo estar dentro de los brazos de una mujer.

Un beso J.María

Anónimo dijo...

Querido Fran, todos los que vivimos para esa vuelta, no podemos más que gritar una queja, se hacen mayores y vuelan, después quedan los recuerdos y la injusticia de la vida, Fran, no podemos más que contemplar ese paso, ese progreso, que a veces, nos hace daño.
Nadie más que vos sabe bordarlo y compartirlo, los que lo sentimos, lo compartimos pero no es fácil quejarse de lo injusto y a la vez, que le quede bello como a vos.
Sé que abuso del tiempo limitado de la memoria, de hablar de cosas que me entristecen, pero precisamente es por eso, porque se me limita y se me repite tanto la memoria y en la calidad del tiempo me entretengo en contarlo como una forma de estímulo propia.
Fran, comparte usted sentimientos que sentimos, vivimos y nos deja usted la respuesta, qué más queremos, desde mis humildes conocimientos, no pudo más que felicitarle y dejarle mi beso con su permiso.
Ley.

Fran dijo...

Pues esté en la vuelta que esté, y en el sitio de siempre, buscaré lo que di, necesitaré lo que entregué. No me valdrán razones de la vida, eso viene a ser parecido a la excusa de los médicos cuando no saben lo que tienes y dicen que es un virus.

Yo los virus ni los conozco y cuando entra el sentimiento por enmedio ya no existen. Por eso esta mañana, libre de recuerdos he comprado el último libro de Millás "Los objetos nos llaan". Me llamaba este libro, literatura que contamina una vez más mi vida, me dejaba tranquilo y el pasado en el pasado -donde debe de estar aunque sea bien recie nte-.

La mano delicada de una mujer al dármelo.Era su mejor sitio.

Le he dicho sonriendo, no te enamores más de mí. ¡Vaya rollo nos llevamos con esto de los libros!

Ha dejado de importarme el recuerdo de estos días. Por respeto a las respuestas no he borrado mi blog.

Al final nos hemos besado sin permiso.

Anónimo dijo...

Muchos amaneceres nos hacemos la pregunta ¿pasarè desapercibida?¿Intentaràn acercarse a darnos la mano, un saludo sin ese beso?Còmo queriendo reprochar q el tiempo hace mella, sin darse cuenta q aun seguimos vivos y en esa plenitud, querer ser amado. No derroche de besos, pero sì al menos,uno, delicado con la ternura q reflejamos en un trato delicado y con la dulzura q el momento requiere.
El transito por nuestra singaldura, no es navegar sin rumbo, si, con la ilusiòn de un encuentro. Y al detenerme en mis apuntes, q ni repaso, les falta la vida, les falta algo muy esencial, la ausencia del amor q se aparto en esos momentos, ese olvido, las ruinas de lo construido. Nuestro sentir es libre y ya nada nos sujeta o nos doblega a un quehacer de nuestro tiempo, cuando leer o escribir es la droga q nos dà la vida.
Besos maria dolores.
Mañana màs.

Fran dijo...

Qué precisa que has sido, María Dolores: “navegar sin rumbo con la ilusión de un encuentro”.

Y si quieres repasaremos juntos los apuntes que tienes. Yo a nada que escribo le falta el amor ese que dices.

Además como nuestro sentir es libre, pues yo pongo y tú recibes, como si leyéramos la verdad de un encuentro, el beso de una noche tras otra.

Así amaneceremos.

Besos de Fran