viernes, 24 de octubre de 2008

La tarde cae desde el momento que empieza


Lo leía hace días en un relato de Soledad Puértolas como si fuera una tristeza que me invento cada día. No me gusta la tarde, siempre lo dije, porque luego viene la noche y ahí me siento más perdido, me defiendo peor, sospecho a lo largo de la misma que existe la tristeza, siento con urgencia la necesidad de que me tengan más en cuenta. Mientras, yo utilizaré la permanente defensa de las palabras que me vienen, imprescindibles, irrenunciables, definitivamente propias aunque luego sea capaz de ofrecerlas.

Me marca la tarde como me marca la vida, a lo mejor por aquello que a las mujeres les gustan los hombres marcados por la vida, que no sean ellos los que impongan criterio, ya lo traigan puesto. Quizá por eso siempre es igual mi sistema: agarrar no sabes qué, abrir una ventana que no tenía abierta, poner con alguien lo que también pone, incluso la incertidumbre de los primeros momentos, descubrir incluso sentimientos ciegos de no sabía cómo eran ó cómo compartirlos. Es lo que hago, desde el primer momento, para lo que venga luego.

Todo esto me ocurre muchas tardes perezosas, con novela en la mano, que es la mejor forma que tengo de sentarme en esos atardeceres lentos amparado en una extraña liturgia de recuerdos de cosas que me ocurrieron: entre humedades y presencias, devorarse el cuerpo el uno al otro; la hermosura del instante; o los dos quietos repartiendo a medias una especie de dicha que no basta para toda la vida pero que hace glorioso ese momento. Eso conviene tenerlo siempre presente.

Sí, es curioso. Me he esperado muchas veces a que llegara al fin la tarde que me traía el miedo y una forma de cautivar y cautivarme que no era posible encontrar en cualquier otro momento. Son hasta incompresibles las veces que he sentido, por la tarde, el único instante de callarme, dándome así tiempo. Luego vinieron las promesas: escribirse otra vez lo que acabábamos de decirnos. En eso reconozco que siempre fui fiel a mis promesas.

Cuando escribo, cuando ando libre de desazones internas, cuando necesito que estén conmigo mucho más rato, mucho más despacio, no me quedo ni un pedazo, entrego la ternura completa. Recuento las horas enteras de mi vida con esa cultura de todos los libros que he leído y los voy contando un poco, dejando en boca ajena la memoria de los besos entregados pero aplazados todavía para poder devolverlos con un rito deífico.

Soy capaz cada tarde que cae, cuando comienza, hacer que tengan las palabras un sabor labial siempre, en todas las frases, en las dos últimas letras. La escritura tiene esa ventaja: te quedas como abierto, siento cerca las más inesperadas e intolerables metáforas, que casi asfixian al leerlas. Con ellas es como si me dijeran: “házmelo ahora”, con esa literatura que llevas siempre puesta que la conviertes enseguida en magia propia.

Pues eso es más o menos -como confesándolo a tumba abierta- lo que me pasa, cada vez que empieza cualquier tarde.

12 comentarios:

Anónimo dijo...

Fran, querido, la noche siempre es más triste, el día nos ofrece la luz y color pero a veces la noche puede ser mágica, nos quedaremos con esa.
Fran, en los de que a las mujeres nos agradan los hombres marcados, tiene usted razón, no se si marcados pero al menos con más experiencia que nosotras.
Todo esto me ocurre muchas tardes perezosas, con novela en la mano, que es la mejor forma que tengo de sentarme en esos atardeceres lentos amparado en una extraña liturgia de recuerdos de cosas que me ocurrieron: entre humedades y presencias, devorarse el cuerpo el uno al otro; la hermosura del instante; o los dos quietos repartiendo a medias una especie de dicha que no basta para toda la vida pero que hace glorioso ese momento. Eso conviene tenerlo siempre presente.
Uf, en una situación así, no sé ve tan triste la tarde, con una novela y soñando a la persona amada, caray, con perdón, yo también la quiero, Fran, a medida que avanzo en el relato, me agrada más esas tarde, creo que al final, me agradará la noche jeje Fran esos besos llegaran a su destino como van llegando su cultura, su experiencia.
Lo esperaba, ya nos tiene usted acostumbrada y esperamos ese final, esa poesía que acompaña siempre sus relatos, ese broche de oro que hace que volvamos a buscar sus letras.
Mis felicitaciones y un besote, siempre con permiso
Ley.

Anónimo dijo...

La tarde es para pasear....para conversar con alguièn, para entrelazar las palabras y encontrar la ociosa mètafora, porq este encuentro?.Tù haces la tarde con los libros..... de ellos escoges lo q en sì te dicen o quieres escuhar......recuerdas tus tardes, las vividas, compartiendo las opresiones ò discutiendo donde estàn las mètaforas de alguna frase.... de un sentir. No me cuentes de la noche... yo a veces me acurruco en la cama y me digo, a dormir y q amanezca pronto..... a veces cuesta pensar en ello.... dejo la ventana sin echar la persiana, asi mirar si amanecio desde la cama. La maraña de letras q pasan por la mente creemè, al amanecer no soy capaz de plasmar.
Los hombres si no estàn marcados por la vida, señal q jugaron con los sentimientos de la mujer y carecèn de la esencia del amor..... Tù pones todo, y con seguridad q siempre encontraras
ese resquicio donde admirar y sentir lo q sembrastes.
¡¡El amor es asì!! sigue ese juego, donde florecio todo, la uniòn, la amistad y los recuerdos q nunca salieròn del entorno en q se disfruto.
Besos maria dolores.
Mañana màs.

Fran dijo...

Ay, Ley, la noche no sólo es triste, sino que nos va mermando, por lo menos a mí, me va dejando sin defensas, me va marcando.

Así son mis tardes, como las he contado, como las vivo: el libro no me falta y el sueño amando, lo tengo siempre cerca o lo ando buscando.A mano pongo la sensibilidad, la ternura inagotable de ser tierno.

Gracias por buscar mis letras con cariño y te devuelvo lo mismo con mi beso.

Fran

Fran dijo...

Entendiste mi explicación de tantas tardes, María Dolores. Los sueños, las metáforas, los libros, el deseo de la cercanía de una mujer -mi mejor enseñanza, que fue siempre- me ayudan.

Es curioso lo que cuentas de la noche y de la cama. Jamás he echado una persiana para dormir, es más me sería imposible dormir a oscuras. E igualmente deseo que venga pronto el amanecer -hasta empujo el reloj, a veces-. He pensado esta noche al leerte que lo estabas haciendo, despierta con la noche.

Dices que lo pongo todo, pues lo seguiré poniendo. Me falta el disfrute más intenso de los recuerdos o hasta de cualquier toque presente.

Besos

Anónimo dijo...

Querido Fran, la tarde la imagino y la siento con un recogimiento de sentimiento plenitud y sueño. Sintiendo ser el aire que toda entera te abraza, me pongo así: en la escucha de tu charla, y en el contacto de tu palabra que me da la vida, y en cada beso quisiera beber entera tu alma.

María

Fran dijo...

Podíamos escribir juntos por la tarde, María. Ya sabes que me gusta que lo hagas porque un día fueron tus letras las que me afrrastraron, al contrario de como tantas veces.

Pero vale, si vas a escucharme así, te contaré cada tarde abrazado a ti.

Anónimo dijo...

Anoche pense, serà posible unir la tarde con la oscuridad q lentamente nos invade sin pedir permiso , sin decir esperamè, acaparando las vivencias de las horas de sol, aquellas q se pasan deprisa sin dar tiempo a recoger todo. Cuando hago el camino, en la tarde se comparte lo entrañable del dia y en la noche se hace balance de lo trascurrido,a solas en silencio,con la impetu de querer plasmar las vivencias sentidas a la luz de la fe. Esperando un feliz amanecer y un buen camino peregrino,sin contradecirte, la noche da para mucho y si se està cansado las horas apuran.
En este caminar no se toma nota de quien comparte, solo la mente clara y sin descartar q todos estamos marcados.Deseando q el amor se refleje, sin olvidar.... "ellos se aman".Y no existen contraventanas, para q el amanecer de paso a la espera....
Besos maria dolores.

Fran dijo...

Explicas muy bien, Mará Dolores, la llegada de la noche de paso por la tarde, “recogiéndolo” antes todo.

Yo también espero ese amanecer y ésta noche me pilla muy cansado y dolorido -no se lo digas a mis dolores- pero he querido decirte que camino de la noche, le abriré paso a la espera de un nuevo amanecer.

Besos y descanso.

Anónimo dijo...

No puede caer la tarde si el encuentro es en la oscuridad con la compañia de los recuerdos, intentando alcanzar los despojos de la tarde, cuando la noche se cubre de luces parpadeantes, los ojos frivolos de la oscuridad esperando sean palpados uno a uno con la tibia mano, hasta sentir el amor, abrigando la soledad.
Hoy la noche està cubierta, como mujer con gafas de sol, no deja adivinar su sentir, pero ahi siguèn, a la espera de un amanecer
¿llegarè a ver sus ojos?.
Besos maria dolores.

Fran dijo...

Verás sus ojos, no lo dudes, hasta el fondo de sus pupilas, lo mereces, lo sé.

Hasta notar su tacto, su amor que vence la oscuridad de cualquier recuerdo.

Sigo tus letras, las entiendo como tú las mías.

Besos de Fran

Anónimo dijo...

Le doy vueltas al titulo, y me pregunto, porq cae, cae si la dejamos marchar sin iniciativa, sin darle paso a lo q despues llega,teniendo en cuenta q la noche da paso a muchos encuentros.
¿Quien piensa en la tristeza de la noche?Si la soledad es una compañia, necesitamos a veces esa soledad, ese silencio q nos ayuda a repasar, q nos dijeron X palabras o escritos q expresan q hay tras la caida de la tarde.
Pero seguimos en la brecha, dando vueltas a q dio lugar ese mal entendido, lo q se alejo sin màs escusas, dejamos para otro rato las deduciones.
Besos maria dolores.

Fran dijo...

Tengo esa soledad, tengo ese silencio y tengo esa compañía, María Dolores.

Pero aún en pleno vacío de la nche, jamás, jamás dejaré la lucha y el intento de acercamiento donde me vale la pena.

Besos de Fran