sábado, 12 de enero de 2008

Nunca derrotado

Ha llegado hasta mí una imagen procedente de unas manos que no sé si entrañan más cariño o admiración, -por esa sabiduría de incapacidad para tenerla parecida. Se trata de una felicitación que en el año 1964 envié desde el hogar de mis libros -“Librería Romero”- en estas fechas ya pasadas de Navidad. Como veis es un retrato personal de Ernest Hemingway. Al pie incluía siempre una cita del autor. En este caso, me viene, me sirve como entonces y como casi siempre la expresión ajena:

“No se hizo el hombre para la derrota; a un hombre se le puede hacer pedazos, derrotarlo jamás.”

Ando ya definitivamente hasta el final con la victoria que da la entrega, la generosidad, sin mirar lo que viene luego. Si a pedazos me siento a veces, derrotado jamás. Esa es mi victoria, no me la obsequia nadie, me la gano cada día y cada vez que el sentimiento se pudo hacer hasta pedazos en manos ajenas.

He ido muy bien conducido estos días con “Las arquitecturas del deseo” de José Antonio Marina. La dependencia tiene eso de malo y de bueno que tienen las dependencias. Con la dureza de admitir que a veces en la red los humanos aprendemos a seducirnos desde lejos, montamos arquitecturas de pasión porque nada valioso se hace sin ella, aunque luego venga el recelo, el derrumbe, los pedazos.

Ahora ya he conseguido, al confirmar conmigo mismo la honestidad que puse siempre –yo no tengo de reserva un después, un luego preparado que me conviene más porque en ese caso no acepto el ahora. He logrado ya esa felicidad de que hablaba Ortega “que es como dormirse” porque con el sueño puesto y la honestidad de las palabras antes, ha trazado uno los signos necesarios para el descanso.

Ando en esa victoria, eso no me impide apuntarme en el bando de Aristoteles como cuenta de Marina, de los dos excesos en los deseos: “abandonarse a ellos y no sentirlos.” Los quiero, no me inhibo, los voy a seguir queriendo porque tengo andamiaje para ellos. Habrá que llevar cuidado donde reposarlos: o como el abrazo del verso de González- Iglesias, con la impaciencia de todos los que…“amaron y aman, la urgencia incompartible/ de los enamorados.” En esos mismos versos está que el exceso de vida con los demás hace que tengas más en cuenta la muerte que “no se parece en nada a la común tristeza.”

Por esos caminos anda mi vigilancia y mi fortaleza. No, nunca seré un hombre derrotado, a pedazos pero en palabra de Hemingway ganando. Sigo teniendo este escritorio público abierto donde nada que escribí no era cierto, nunca escondí ni la intención ni apenas el tono porque precisamente eso hace lo que escribo más intransferible. Y dentro de mis propios escritos estará visible mi fortaleza, mi negativa a las derrotas, así lo quiero porque la vida sólo respeta a los fuertes, a los que el amor nos vuelve vulnerables y previsibles.

Da lo mismo, asumiré de nuevo la “anatomía del miedo” de Marina como una carencia imposible de saciar y me impondré su sexta ley: “El deseo humano nunca queda definitivamente saciado”, pero esa insatisfacción hace que imaginemos que la realidad nunca se acaba porque no se acaba en el horizonte. Ya con su libro, hoy mi manual en las manos, me va servir el guión de Kierkegaard en el “Diario de un seductor”: “introducirse como un sueño en el espíritu de una joven es un arte.”

Aunque ese arte me destroce a pedazos luego, no me habrá derrotado. Unas palabras ajenas que envié en las Navidades del 64 de las manos de quién mejor pudo traérmelas, no sé bien por qué -ya dije, si gana el cariño o la admiración por su aire callado y elegante como un secreto áureo cada vez.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

iyfctk"aquel a quien la dificultad o el esfuerzo no le impiden emprender algo justo o valioso, ni le hacen abandonar el propósito a mitad de camino"Es valiente -J.A.Marina-
Yo mujer ... mas creo que es hermoso ceder ante el amor caprichoso, poder dejar escapar esas sonrisas que se confunden con la brisa. Poder sentir esa pasión,
que alimenta a los hombres de ilusión y es que no hay alma que pueda amar, sin saber que ha de llorar.
Gracias, por tus letras,sentimientos y deseos de superación.Te aprecia.
Ana

Fran dijo...

Debe ser así como lo cuentas, que no se puede amar sin saber que se ha de llorar.

Pero ya no hay lágrimas ante la ignorancia y el olvido, tan sólo eso, pedazos, pero no derrota.

Gracias