sábado, 26 de enero de 2008

Fui capaz de consumirme

Es posible consumirse y arder con la palabra como un “animal surreal y verosímil a la vez, infernal, angelical, definitivo”, -voy leyendo y escribiendo los calificativos ajenos, que ya no va evitar una pose inaudita de dolor. Jamás pensé que se pudiera vivir de un recuerdo, amansado en el cuarto propio cada vez que entras en tu cuarto. Es posible, lo admito y si hace falta me enamoraré de nuevo de la estela del silencio obligado que ya llevaba antes, antes de volver a sentirme viejo.

Hago el trueque al tener éste libro en la mano de la Castro que ando leyendo. Así, “Y punto”, nueve años escribiéndolo, una historia primeriza pero deslenguada, yonqui y personal, a la que le falta el respeto pero le sobra a veces la ternura. Hecho queda el cambio: nueve años necesitó ella, a mí me bastó mucho menos, sobre todo, verla unas cuantas tardes, -sin maneras reales de mirarla, todas diferentes en que se agotaba la insistencia de decir te beso, el arco iris que me producía levantándose los brazos para buscar en en ese momento, la dama inaudita a mi pereza, el necesario mimo de estar siendo todavía un niño.

Quise consumirme pero olvidé aprenderme que tuviera término ya establecido porque yo pensé antes tantas veces que la felicidad puede ser muy bien no moverse de donde uno está cuando uno está bien. Por eso terminar fue la derrota de la lógica que quizá vino por la propia incapacidad de poder soportar los excesos. Ya sé que me excedí, con juventud en mi senectud, y no tuve en cuenta la sentencia de Confucio siempre válida en estos temas: ”valorar más el esfuerzo que la recompensa”.

Hubo mutuo esfuerzo o una manera de dejar pasar las cosas: cada vez una respuesta escrita era parecido a cuando el hombre considera llegar al escote como una alcancía y si no estaba la respuesta, me contenía, esperaba, la esperaba, todo en su lugar comunicado y mutuo para lograr cada vez consumirme, afortunadamente consumirme.

Pues hecho estuvo y me quedaré con el recuerdo, nueve años como la Castro escribiendo, -yo leyendo, o el tiempo que sea, a empujones con la vida que ya me pasa por encima. No tengo punto de retorno, me bastará, -lo presiento, la cintura siempre irregular del silencio. Eso impone tristeza, lo sé, que corran muchas veces malos vientos, ir un poco disolviéndose, como aprender a consumirse antes.

Pero es preciso, exacto, ese silencio. No necesita ni sintaxis, depende del límite de medir las sensaciones. Lo puse alto como si fuera cosa para siempre, y nada se cumple siempre, la vida tiene una permanente y desnuda temporalidad, poco más que ese momento feliz de nuestro lúcido Umbral: …”el instante de un seno entre dos camisas.”

3 comentarios:

Anónimo dijo...

”valorar más el esfuerzo que la recompensa”.
Nuestra recompensa se encuentra en el esfuerzo y no en el resultado. Un esfuerzo total es una victoria completa.
Mahatma Gandhi

El ser humano y en general; siente mucho miedo a la muerte, cuando no es terror imposible de aguantar. No acepta que tanto el nacer como el morir son dos hechos naturales, por muchas vueltas que se le de al asunto. Menos se acepta aquel viejo consejo del sabio filósofo (creo recordar que fue Marco Aurelio) el que más o menos, sentenció… “Mueras con pocos o con muchos años, nunca pierdes nada más que el último momento en que vives” (cito de memoria)… pero es verdad, rotundamente verdad; el corto momento en que paso de una palabra a la otra mientras escribo… “ese ya no vuelve más”
Nada se cumple,según nuestros planes,deseos de alcanzar,hoy,antes que mañana, esa estrella que oculta ese momento de felicidad,tan necesaria para seguir con optimismo.
Perdida entre tus letras,te mando un beso.
Ana

Anónimo dijo...

¡Buenas noches,bolboreta,
buenas noches! Yo quedo en las tinieblas
y tú volaste hacia el amanecer...
¡Hasta mañana, amiga, hasta mañana!
Porque, aun cuando el destino
acumulara lustro sobre lustro
de mi prisión humana, son fugaces
esos lustros; sucédanse los días
como rosarios, cuyas cuentas magnas
son las madrugadas...
Te aprecia.
Ana

Fran dijo...

Al esfuerzo total nunca se llega, Ana, no sabemos alcanzarlo.

Pues eso es lo que me pasa que "el corto momento en que paso de una palabra a otra mientras escribo..."ese ya no vuelve más"."

Por eso ya muchas veces me planteo pra qué seguir escribiendo y para quién. Las palabras que puse ya no seré capaz de ponerlas más.

No sé nada de tu vida, nunca supe apenas nada, algo cuentas, algo comparas con la vida de Bolboreta. También de ésa tampoco supe casi nada, no creas. es lo que debe ser, no saber nada de la vida ajena.

Yo también te mando a tí un beso. El ajeno ya fue permanente porque no voy a poder mandarlo más. Pero aceptaré ese remedio con respeto.