viernes, 2 de noviembre de 2007

Una mirada, un cuento


A veces de una mirada puede salir un cuento o a causa de un cuento una mirada. Luego me vino a mis manos dedicado por su autora. Antes, me excusaba de mirarla pero podía ser ese acontecimiento que trae una mañana cualquiera que ya no es cualquiera. Creo que se me notaba en mis explicaciones a aquella mujer y su madre. Irene no me dejaba ver bien los bolígrafos y los lápices que estaban a mi alcance, Irene hizo uso de su mirada, y no hizo falta ya fijarse más.

Casi leí el cuento de golpe, “Rita la lagartija” tenía nada menos el problema de identidad, como los humanos para poder “por fin saber bien quien era”. Fue una fiesta. Yo me divertiría también en esa fiesta, porque no lo sé, Irene, si la identidad es una especie de placer del vértigo, las secretas sensaciones que uno cuenta, los deseos de contacto que no tenemos, el estremecimiento muchas veces para que luego venga el alivio.

Es curioso, porque me han dado un cuento, un cuento para un niño pequeño, me he sentido más niño como si estuviera todavía dentro de una mujer. Lo he leído varias veces, otra vez, hasta en la calle y con un lápiz mágico que a veces es lápiz y otras bolígrafo he ido subrayando las palabras inciertas que tenía el personaje. Como un niño que siempre lo estoy siendo para una mujer que me lo anda reclamando cada vez, cada vez que escribo.
Yo no tenía un espejo a mano dónde mirarme, tampoco es que quisiera descubrirlo así de golpe, me hubieran entrado también muchas dudas: las que tengo cada tarde, las que me deja el silencio, las que me impide ya con deseo tener sueños diferentes. Por ejemplo la humedad de una boca, impregnar de mis palabras a una mujer para siempre, ser cada día un soñador diferente, beber el último sorbo en el canal de unos pechos.

Si me miro al espejo es peor, no me pasara como en el cuento, me tendré que conformar cómo soy y lo que soy, escribir cuatro cosas que me leen los de siempre; ir notándome viejo como un tiempo prestado que no viene a cuento para que vaya a veces como por caminos nuevos, según los versos del poeta León Felipe acordes con mi empeño de ser “solo romero”.

He pensado en una solución para no tener indecisiones como el personaje del cuento. Ya una vez escribió Camus que a cierta edad somos responsables de la cara que tenemos. Lo admitiré, mezclaré como siempre en mis palabras la duda de un instante, cómo fue una mirada, y la queja, la queja permanente de llegar tarde a todo. Pero nunca me va vencer una tristeza general. Necesito cada vez, cada vez como hoy, volver a casa como si hubiera cruzado el arco de lo tremendo, total ha sido una mirada, un cuento, pero casi al escribir sobre el cuento me he notado el tacto enriquecido, la destilación de un sueño propio, nuevo, como en un lugar sólido del mundo.

Nada especial, una silueta bella, haber hablado del derecho y el lujo de la soledad, explicar un momento de amargura porque allí, allí a veces, en aquel sitio de papeles y lápices que yo tanto quiero acudía una chica propia, con derecho de sangre, que ya no tengo.

Y al final con el cuento y el diseño prodigioso propio de Irene en la mano, me han escrito en la primera página, la dedicatoria de mi nombre, “con cariño”. Me he vuelto a casa sin apenas darle las gracias, sólo mirándola. Son los pliegues de la vida que siempre necesito.
Gracias, Irene.

5 comentarios:

irene dijo...

Gracias a ti, Francisco. Me han emocionado tus palabras.

Fran dijo...

Como te he dicho, Irene, con tu cuento en mis manos, estos momentos del día que uno no se espera, que son hermosos y naturales, son mi alimento, mi convivencia.

El rato de ésta mañana ha sido uno de ellos gratuito y tenaz como los busco por la vida.

Un beso

Anónimo dijo...

Hoy, he entresacado unas ideas,que pueden ayudar a vivir como si la pantalla de la vida fuera un cuento:Aunque quiera mucho a la gente algunas personas no me devolverán ese amor.Podemos hacer algo por impulso y arrepentirnos el resto de nuestra vida.Podemos enfocar la vida en cada momento de nuestra historia,mi verdad,tu verdad y la verdad.
Me ha gustado tu comentario Fran.Volver a ser niños es, un ideal del ayer.
Te aprecia.
Ana

Anónimo dijo...

Nunca deberíamos dejar de ser niños, de pedir a la persona que nos ama que os lea un cuento antes de dormir, de ir a comprar lápices de colores para poder colorear las nubes grises que a veces encapotan nuestros cielos... pero es muy difícil seguir siendo niños, aunque algunos lo intentemos, cada dia.

Como siempre,Fran, tu texto precioso y preciso.

Un beso

Fran dijo...

Yo soy un niño contigo, bolboreta, lo sabes de sobra y antes de dormir es como si me contaras un cuento.

Bien sabes que lo que digo es cierto.

Más que nunca gracias por tus palabras.

Un beso de niño