lunes, 19 de noviembre de 2007

La caducidad


Todo tiene una obligada y necesaria caducidad, un final que si es honesto le da brillo al principio. Yo no quisiera terminar nada: como si fuera a conservar la posibilidad de un tacto concreto, una caricia o tomar una mano siempre. Es un ejemplo de cómo cuesta asumir la caducidad de un simple momento, de las largas jornadas que han formado una vida, de cada instante bien vivido, bien sentido.

Esa caducidad lleva a veces a una especie de sufrimiento que no se nota demasiado, produce sólo la impresión de un enorme cansancio, la falta de descanso en la retina de los ojos, el recuerdo de la frase de Oscar Wilde que hace días me nombraba mi hermano: “lo peor de la vejez, es que uno no se hace viejo.
Ni importa tampoco demasiado la caducidad que nos ha de llevar a la muerte. Se me ocurre estos días que la mejor manera de morirse debe ser que no lo sepa nadie, no volver a ver a los que quieres, debe ser terrible, todo eso sin conseguir hacerte viejo Mientras a esperar, disfrutar la belleza del momento de lo que ocurre, del cariño que tienes, de los restos de lo que sientes porque entregaste lo más honesto con una suntuosidad profunda, con casta y tono.
Bien está que me dijera el otro día, quién más cerca me tiene, casi pegado a sus costumbres, con quién hice esencia de la vida mutua, emparejada, agarrada, desde aquellos versos de Mario Benedetti que presiden mi cuarto:


HAGAMOS UN TRATO
Si alguna vez adviertes que te miro
a los ojos, y una veta de amor,
reconoces en los míos, no pienses
que deliro, piensa simplemente
que puedes contar conmigo.

Me dijera: eres un alma demasiado sensible. Eso no me va a caducar jamás, eso se terminará cuando nosotros nos terminemos y se acabará también, con fecha de caducidad ineludible, esa soledad tan maravillosa que hay que compartirla con alguien.

Pero a otras cosas de después, a sueños que fui construyendo buscando con las palabras los timbres precisos para saber bien dónde estaban, esas “cosas” las tengo que resaltar entre comillas porque tienen la magnitud que quise darle. Vinieron de una mano tendida y ofrecida, de una respuesta a tiempo, de un asombro ajeno. Me llegaron con la tarifa más alta de placer y de conquista. Tendré sin embargo que aplicarle a esa convivencia la respuesta final de la caducidad.

Voy a entender peor la sucesión de las noches y los días, la llegada de la vejez sin querer serlo y de la muerte empeñada en serlo No me va importar lo meritorio de la tristeza, sino mi tristeza, sencillamente mi tristeza como si cada mañana al empezarla vaya a empezarla incompleta. Una línea en la edad y en la conciencia, una huella de todos los recuerdos, la irremediable velocidad con que nos pasaron las cosas.

Se me termina esa riqueza que tenía, me llega la caducidad para mí a cambio de su bien y su felicidad, de ahí que ponga todavía una sonrisa, que piense que pueda seguir siendo en su recuerdo un vicio que tiene que quitarse, la propia vida le dará la última palabra más gloriosa de la persona que más la merece, la última palabra que hubiera querido ser yo quien se la escribiera

Me va doler no poder abrazarla, quizá abrazarla me habría dolido igual. A su próximo ademán de irse no puedo detenerla ya. Es mi renuncia, es estar renunciando. Veré cómo se va y no ejerceré poder alguno sobre ella, si es que alguna vez lo tuve

8 comentarios:

Anónimo dijo...

Hola Fran:Después de leerte ,detenidamente ,me ha venido a la memoria este poema de Mario Benedetti.

Pasatiempo

Cuando éramos niños
los viejos tenían como treinta
un charco era un océano
la muerte lisa y llana
no existía.

Luego cuando muchachos
los viejos eran gente de cuarenta
un estanque un océano
la muerte solamente
una palabra.

Ya cuando nos casamos
los ancianos estaban en cincuenta
un lago era un océano
la muerte era la muerte
de los otros.

Ahora veteranos
ya le dimos alcance a la verdad
el océano es por fin el océano
pero la muerte empieza a ser
la nuestra.
Es una realidad que cuesta asumir,la verdad la tiene el tiempo.Abracemos nuestra historia;llenas de espinas y amerga de sudores,es la vejez
Te abraza y manda una beso.
ANA

Anónimo dijo...

Puede que caduquen las costumbres, que el inicio de un nuevo día nos recuerde que al final de ese dia no seguírá faltando alguien a quien ya no podemos abrazar porque le tenemos lejos por distintas causas, lo que jamás puede caducar es sentir como tú sientes,Fran, acercar cada momento la intensidad de tu forma de querer, limpia, incondicional y generosa. Eso, permanece, como diría mi madre:"a pesar de todos los pesares".

Te respeto y te quiero muchísimo, para mí eso nunca tendra caducidad.

Un beso.

Fran dijo...

Siempre se echan de menos tus poemas, Ana, y éste de Benedetti, además de su belleza, encierra que resume muy bien la lectura que has hecho de mi escrito.

Un beso y gracias

Fran dijo...

No puedo, no puedo dejar de sentir así, ni debo hacerlo, es mi vida. Y así cosecho el cariño de personas como tú. Sólo por leer tu respuesta de hoy merece la pena haber escrito todas y cada una de las líneas de éste escritorio público.

Mi cariño es tambien enorme y hermoso y efectivamente, jamás, jamás tendrá caducidad.

Anónimo dijo...

Sigue aprendiendo, sigue aceptando y eso es lo bello para
sentirse especial. No siempre los demás nos ven realmente como somos de
verdad, pero creo que lo más importante que uno mismo se vea realizado.
Los seres que no comprendan nuestro estilo de vida será porque ellos no
han cambiado, no han avanzado, no intentan aprender ni aceptar que la
vida pasa, siguen viviendo en la estacada. Quizás porque nunca quisieron
aprender la lección destinada o tal vez, porque no les guste envejecer y
cambiar su juventud por una edad madura y poco agitada...
Te desea lo mejor.
Ana

Fran dijo...

Intento hacerlo, Ana. Muchas veces es difícil, se nos van a terminar las cosas que más queríamos, pero debe de ser así y hay que aceptarlo, saber hacerlo porque lo que tuvimos hasta entonces fue de un valor único.

Mezclaré madurez y vejez como pueda, como aprenda.

Un beso

Anónimo dijo...

Antes de ir a descansar ,he repasado algo chispeante en la mente ,cuando se piensa.
Las metas cumplidas, los intentos gastados y las pérdidas son
siempre parte de eso que yo llamo análisis…
Aunque muchas veces no disfrute el resultado me gusta pensar que al menos en algo he invertido mi tiempo.
Esos reflejos de realidad y de escenarios,no son más que el espejo de lo que pretendo vivir.
Te dejo con esta reflexión,mando mi
beso para ti fran.
Ana

Fran dijo...

Gracias por tu intento, por tu reflexión, por tu pretensión de vivir que me dejas como tu propia esencia.

Un beso