jueves, 8 de noviembre de 2007

Teníamos un abrazo pendiente


Junto al cauce del río nos encontramos, traíamos los dos un antiguo abrazo pendiente y debió ser suficiente. Yo no tuve que preguntarte –eso tienes- me contaste los últimos trazos de tu vida bien abiertos, cómo vives esa transitoriedad de la que hablaste, que todos tenemos, que es la vida. Traías como siempre hago yo en estas líneas, palabras ajenas que te eran suficientes, que explicaban por la devoción que pusiste al contarlas esos libros para que los buscara, cómo vivimos en aquella “casa cárcel” que recuerdas tan bien, donde allí, allí mismo estuve contigo.

Viniste con un porte elegante, el que tienes, y esa gabardina azul que no necesita tintes al final te la quitaste, yo la recordaba muy bien porque muchas veces hay prendas que parecen ser de profesión corporales. Yo quería escuchar con un índice desordenado tus últimas vivencias, lo que habías enseñado, lo que llevas enseñando hace ya cuarenta años a quienes son tus alumnos. Yo te dije tan solo que me gustaría poder escucharte, cómo puede ese chico aprobar el selectivo con el inglés que le enseñas unas tardes. Me lo explicabas, me decías muchas palabras en inglés, se te escapaban, luego me las traducías. No hubiera hecho falta, tú inglés tiene un sonido suficiente.

También nos sirvió vernos –fíjate como si no lo supiéramos- para calibrar cada uno cómo fue cada uno, qué tenemos a cambio de esos genes, qué nos queda, tú dices que a ti casi todo de Romero y en cambio aseguras que yo llevo al papá hasta en las arterias. Nos hemos reído de cómo recibía a los enfermos, de su primera y más hostil expresión ante la cita que empezaba el día, pasadas ya las diez como un señor que puede llegar tarde, afilando antes sus hojas de afeitarse para salir a ver a su paciente, aseado, desayunado y con el periódico ya leído mientras el paciente esperaba. Sin embargo detrás de esa personalidad ambos hemos coincidido que había la sabiduría de un gran médico.
Han venido recuerdos y hemos olvidado los que nunca debimos de considerar como recuerdos. Otra cosa hemos hecho: ninguno de los dos nos hemos hecho viejos porque los dos hemos traído y ahí los tenemos, cimientos de cultura, géneros diferentes en las lecturas y sobre todo, me has contado, asombrado cómo perfeccionas tu lenguaje: terminas cada libro en la lengua de su autor naturalmente, ya te sabes su contexto, pero te falta todo el rigor de ese lenguaje, para ello lo comienzas de nuevo.

Eres dueño absoluto en todos sus aspectos de la vida que has elegido: te has mudado de sitio, bien pequeño, te has llevado tan solo unos pocos enseres. Vives como quieres y por eso ese antiguo abrazo que teníamos pendiente también me ha enseñado más cosas de ti. Has ilustrado esta mañana tu palabra, el giro que le dabas a tu rostro, el tono, la manera de hablar que tienes, admirable, convincente, sugerente, incansable como de todas las partes de tu cuerpo, has estado conmigo y yo lo he notado cuando volvía hacia casa seguro de haberte comprendido.

WE HAND A BIG HUG STILL PENDING

We met each other at the river side, bringing both of us hug pending and it should have been enough. I hadn’t to ask you anything –it’s like you, you told me wide open your file last steps, how you live that transitoriness you talked about and that everybody lives, that it’s life.
You brought, the some as I do in these papers alien words that were enough for you, that explained, because of the devotion you showed in telling them, those books for me to look for, how you live, how we lived in that prison-house you remember se well, when I stayed with just there.

You came with smart bearing, as it’s yours, that blue raincoat that doesn’t need for laundry and that you put it off in the end, I remembered it quite well because many times there are garments that seem to be corporeal. I wanted to listen in disorder yours last have taught, what you have been teaching to your pupils for forty years. I only said I’d like to be able to listen to you, how it is for that boy to pass his University exam with the English language you’ve taught him for a few evenings. You explained it to me, you used willy-nilly a lot English words, translating them afterwards. There was no need, your English sounds sufficiently.

It was also useful to meet each other to take measure of ourselves, what are our genes, what are felt of them, you say yours are Romero’s on the whole; on the other hand, you take for granted mine are our fathers’ till the whole; on the other hand, you take for granted mine are our father’s till the bitter end. We burst out laughing remembering the way he received his workday began, later than ten o’clock, as a bourgeois allowed to be late, sharpening his razor blades, in order to get out to receive his patient was waiting sit down. Nonetheless, behind this personal remark, we coincided there was a wise scholar.

Some remembrances come and we’ve forgotten what we should never have considered as remembrances. Neither of us got old because both have brought culture foundations, reading different genres notwithstanding and above all you reveled to me the way you improve the languages knowledge: you end up each book obvicously in its original version, you get know of its gist but you lack the detail, the precise meaning of a lot words; and then you restart again your reading.

You’re the absolute owner of every aspect of the life you’ve chose, you’ve just moved to a tiny apartment, taking only a minuscule equipment, only six or eight books; the rest of the three thousand you got lie in the waste collector. From my part, I go on keeping them, since they are my own skin, the better half of my life, some of them to be almost ancient, their sheets still to be split –the way books were printed time ago.

You live the way you want, that old hug still pending between us has taught me that. This morning you’ve illustrated your words, its turn, its tone you gave them, your enviable, convincing, suggestive, untiring way of speaking, as springing from every part your body, you’ve been with me and I’ve realized when backing home to be sure of having understood you.

(Versión inglesa S.M.R.)

Me has dejado además varias referencias de libros y unas líneas que escribiste cuando murió Umbral, chuleta y descarado pero con el castellano más hermoso en un libro o en un periódico. Se cansó de vivir, se cansó de escribir. Copio tus palabras:

DESPEDIDA A UMBRAL

Le oí contar a Umbral que, de jovencito, pasaba a diario por frente a una mercería del barrio, cuya tendera, una mujer entrada en años pero aún ganosa, le espetaba invariablemente: “adiós princeso”, el masculino regular en el argot barriobajero de Lavapiés.
El “princeso” se nos ha largao sin decir ahí te pudras.

Salvador Martínez Romero

Me lo leíste tú, como siempre se debe hacer, que cada uno sepa leer lo propio. No sé cuando nos veremos, Salvador. Te diré como esa novia que luego de casarse dijo: “a ver”.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Es el abrazo mas hermoso que he visto en mucho tiempo porque existía la necesidad de ese contacto de pieles hermanas, de genes únicos que os hacen especiales e irrepetibles.

Un beso, pero hoy me permito la licencia de besar a los dos Romero.

Fran dijo...

Fué muy bello, cómodo, en un banco público junto al cauce del río como digo, al sol. Y noté eso que dices, piel humana y hermana a mi lado.

Él si que es, te lo aseguro, personal e irrepetible. Le escuchaba porque no escucharle a él es casi imposible.

Gracias por tu beso, lo transmitiré y te mando el nuestro.

Anónimo dijo...

La amistad es incapaz, y lo son también los años,de olvidar lo pasado.Esos bellos momentos,esas palabras,ese instinto de superación literaria.Siempre fundidos en un encuentro y sellado en el abrazo fraterno.
Te aprecia.
Ana

Fran dijo...

Los años lo pueden todo o pueden con todo. Hasta acercar los recuerdos, más allá de lo lioterario.

Un beso