domingo, 4 de noviembre de 2007

Lleva razón Manuel Vicent

El mar tiene memoria y puede que se acuerde de los nombres de los muertos. El mar tiene memoria y puede que notara mi manera de sentir los dolores, que se diera cuenta que yo siempre tengo presente un nombre y una imagen precisamente ahora aquí delante. Me atreví a decirle al mar que todas mis palabras a fin de cuentas tienen el mismo origen y el mismo destino: mi manera de ser.
El oleaje de mar fue ayer precisamente un cementerio dónde no se llevan flores, es mucho más poderosa la cultura del recuerdo, del dolor y del silencio. Lo tenía que escribir, lo tenía que decir, ¡qué sólo me sentí! por esos huecos que establece en la memoria la manía de las fechas comunes cuando yo tengo las mías que me escuecen despacio cuando tengo el silencio detrás.

Da lo mismo, estando allí en la orilla del mar me acordé de esa cita de Valery que tengo a medias con Vicent, “el mar es en sí mismo el que más horizontes abarca”. Me acordé y no he podido evitarlo al leerlo, vamos si quieres Vicent a juntar nuestros muertos, a buscarle horizonte, yo sólo te traeré para el recuento final, una chica despeinada a veces, seriamente derrotada por el sueño, un nombre escrito con rotulador que no se iba, justo, justo, en la puerta del ascensor para que lo supieran todos los vecinos. Luego no hizo falta porque ya no volvió a coger el ascensor y alguien lo borró.

Me vais a perdonar, ha dicho el calendario para alargar la fiesta con la excusa de todos los santos, que es el día de los muertos, pues yo tengo mi muerto y hoy he abierto otra vez una carpeta que lleva su nombre, con papeles, no sé, con algún recuerdo, con alguna foto mal hecha o es que aquel día tenía un gesto extraño que hasta alguna vez me lo trajo hasta donde yo estaba y me dijo, qué me pasa, papá, qué me pasa. Nada, le dije yo, ponte a leer algún libro, verás cómo entre tanta mentira encuentras cómo ponerte.

He tenido demasiado cerca el mar y no se lo he dicho a nadie, he notado más cerca el silencio, la angustia de decir las cosas yo solo porque cualquiera que digas es mejor si la dices a medias. He tenido cerca de mis manos el mar de Vicent, ese mismo Mediterráneo que nos vio nacer, me he bebido más a fondo el café y he construido la historia de llorar a solas aunque llega un momento en que ya no puedes llorar, te han quitado algo y lo único que puedes hacer es dejárselo al mar despacio, la tumba del misterio, la inocente memoria que lo retiene todo, única, perfecta, para siempre.

Si, os lo acabo de contar: luego de estar con el mar, me he escondido yo sólo en un cuarto pequeño, un estudio donde se estudian los momentos, un alivio. Tumbado con un previo esfuerzo, me volvían las miradas, los recuerdos, hasta alguna foto en blanco y negro, las veces que allí íbamos, las madrugadas que las esperábamos a otra chica y a ella. Ésta me recordaba lo mucho que las reñíamos, yo ni me acordaba, tenían el poder y la exigencia, traían aunque fuera muy tarde ese extraño murmullo de entrar casi sin hacer ruido y el que hacían yo simulaba como que no lo oía.

Era el mismo sitio. Ha sido el mismo sitio. Los mismos ojos con la sed que tenían los míos. Los míos hoy los he sentido tiernos y empañados de recuerdos. Tenía que escribirlo para que el día siguiente, para que hoy como un extraño mandato de la vida lo empezara de la misma manera, de la misma amarga manera con que leía a Vicent que “el mar tiene memoria y puede que se acuerde de los nombres”: Elena.

6 comentarios:

Anónimo dijo...

Día de los difuntos:La tristeza se apodera de la mente, trae a la memoria,risas,costumbres y nombres que jamás volverán a repetirse en nuestra vida.
El alma abandona el cuerpo para salir, quizá en busca de otra sustancia, de un espacio sin medida, de un nuevo existir. Para muchos morir es emerger en un encuentro al que luego llegarán otros o un aliento para emprender un nuevo camino y consumar aquello que debe ser cumplido. Como hay recuerdos con los que nos regocijamos, hay otros que nos colman de pesar y amargura.
Estoy contigo ,con ese recuerdo y esa amargura.
ANA

Anónimo dijo...

LA PARTIDA

¡Todo acabó! La vela temblorosa
se despliega a la brisa del mar,
y yo dejo esta playa cariñosa
en donde queda la mujer hermosa,
¡ay!, la sola mujer que puedo amar.
Si pudiera ser hoy lo que antes era,
y mi frente abatida reclinar
en ese seno que por mí latiera,
quizá no abandonara esta ribera
y a la sola mujer que puedo amar.

Yo no he visto hace tiempo aquellos ojos
que fueron mi contento y mi pesar;
loa amo, a pesar de sus enojos,
pero abandono Albión, tierra de abrojos,
y a la sola mujer que puedo amar.
Y rompiendo las olas de los mares,
a tierra extraña, patria iré a buscar;
mas no hallaré consuelo a mis pesares,
y pensaré desde extranjeros lares
en la sola mujer que puedo amar.

Como una viuda tórtola doliente
mi corazón abandonado está,
porque en medio de la turba indiferente
jamás encuentro la mirada ardiente
de la sola mujer que puedo amar.
Jamás el infeliz halla consuelo
ausente del amor y la amistad,
y yo, proscrito en extranjero suelo,
remedio no hallaré para mi duelo
lejos de la mujer que puedo amar.

Mujeres más hermosas he encontrado,
mas no han hecho mi seno palpitar,
que el corazón ya estaba consagrado
a la fe de otro objeto idolatrado,
a la sola mujer que puedo amar.
Adiós, en fin. Oculto en mi retiro,
en el ausente nadie ha de pensar;
ni un solo recuerdo, ni un suspiro
me dará la mujer por quien deliro,
¡ay!, la sola mujer que puedo amar.

Comparando el pasado y el presente,
el corazón se rompe de pesar,
pero yo sufro con serena frente
y mi pecho palpita eternamente
por la sola mujer que puedo amar.
Su nombre es un secreto de mi vida
que el mundo para siempre ignorará,
y la causa fatal de mi partida
la sabrá sólo la mujer querida,
¡ay!, la sola mujer que puedo amar.

¡Adiós!..Quisiera verla... mas me acuerdo
que todo para siempre va a acabar;
la patria y el amor, todo lo pierdo...
pero llevo el dulcísimo recuerdo
de la sola mujer que puedo amar.
¡Todo acabó! La vela temblorosa
se despliega a la brisa del mar,
y yo dejo esta playa cariñosa
en donde queda la mujer hermosa,
¡ay!, la sola mujer que puedo amar.

Versión de Ismael Enrique Arciniegas
Esta poesía la he leido varias veces y deseo compartir contigo.
Ana

Fran dijo...

Sí, alli en aquel apartamento recordé cosas que como dices no se repetirán en la vida. Es curioso, tengo gente que quiero en otra casa al lado y me escondo un rato allí, COMO HACÍA ELLA. Tengo el dolor de las repeticiones.

No sé, lo que viene luego de morir.

Fran dijo...

Gracias Ana por tan bella poesía, por compartirla, cuando yo, ya ves, solo comparto este hueco mío que nunca dejas que se quede vacío.

Un beso

Anónimo dijo...

Le decía yo anoche a mi querido niño, que la memoria debe traernos al presente, tanto lo bueno como lo malo de nuestro pasado, es importante recordar porque eso es el certificado de que hemos vivido.

Algunos recuerdos son tan duros que todavía el alma se rompe en pedazos cuando rememoramos, pero de esos recuerdos sacamos los buenos, los mejores, los instantes que han precedido a ese mal recuerdo. Todo forma parte de nuestra vida, y más, las cicatrices del alma.

Pero te entiendo,Fran,y con todo mi respeto y mi cariño, me aproximo a ti para que alcances mi mano y sientas que aun respetando tu silencio,estoy a tu lado.

Un beso.

Fran dijo...

Sí, bien te dije que llevas razón y respeto y admito los recuerdos por duros que sean, Sabes que los tengo, los conoces muy bien y bien cierto es que hasta llegar ahí había una niña preciosa que ha formado parte de mi vida.

Yo sé perfectamente que me entiendes tú y que cada noche aproximas tu mano para acompañar mi silencio. ¡Cuántas veces te he dicho que es algo que necesito!

Mi gratitud y mi mejor beso