lunes, 3 de septiembre de 2007

Se me ha muerto Paco Umbral

Cuando pierdes a un ser querido, dices eso y dejas pasar tiempo porque tiempo tenemos todos menos los que se nos han muerto. Yo escribo porque me he leído a Umbral de cabo a rabo, porque me lo he ido aprendiendo desde “Mortal y rosa” hasta su “Amado siglo XX”. Yo escribo desde que me aprendí tres o cuatro metáforas de Umbral y me sirvieron para casi todas las demás palabras. Las cosas tienen un "como si", siempre hay un punto de referencia, una equivalencia que te deja más seguridad cuando las cuentas.

Se me ha muerto Paco Umbral sin avisar. Todavía me acuerdo cuando aseguraba que “el pelo se va, se irá, se cae, poco o mucho, pero se cae” y los que aún lo conservamos castaño mediocre, marrón vaya, “tenemos que convencernos que no vamos a llegar nunca a nada.” Te fuiste, Paco, denostado por los académicos que no te quisieron hacer académico, te fuiste eso sí en plan Cervantes y Príncipe de Asturias porque has escrito en los papeles de los periódicos, en los más de 80 libros que reposan en la estantería de mi casa, el mejor castellano de los últimos cincuenta años.

Tu figura impertinente, hostil, variante, irónica y agresiva no me importó absolutamente nada. Preferí tu castellano parecido "al whisky perfumado de Chanel que beben todos los suicidas.” Tuviste fama, Paco, para despreciar luego la fama y a los que no te la querían dar. Sólo gastabas cada día la pluma impertinente para escribir lo que no era capaz de escribir nadie. Empezaste con los versos de Salinas: “…esta corporeidad mortal y rosa/donde el amor inventa su infinito.” Terminaste con tu amado siglo XX “cambalache, problemático y feliz” y entre medio, columna de periódico, libro temblándome en la mano me incitaste a escribir sin saber escribir.

Tú lo dices: “Se escribe mucho mejor cuando no hay nada que decir”, sólo “la voluntad de hacer una novela”. Tú lo has venido diciendo por la exigente razón de que te sobraban las metáforas y no sabías que hacer con ellas. Quienes te leíamos aprendíamos a no tener nada que decir pero a sentir la necesidad de escribir. Mira, Paco, yo lo hago, sin haber visto una letra impresa, tan solo cuatro reseñas en periódicos que ya tienen muchos años, más o menos años que yo de viejo. Leyéndote aprendí a escribir sobre libros, porque leer a ratos es lo único que sé. Yo lo hago, y me leen tres o cuatro y otras cuantas veces que me leo a mí mismo. Yo lo hago porque me aprendí desde el principio tus metáforas de poeta sin ser poeta.

Se me ha muerto Paco Umbral, por un pelo con los mismos años que yo tengo y ya no sé qué decir. ¿Sabes qué hago, Paco? Desnudarme a ratos, escribir contra mí mismo con algún recurso épico, con los versos que me acuerdo desde que era niño, hasta ahora con mi derecho a la soledad a cuestas algún rato, con mi silencio de no ser oído como yo quiero que me escuchen. Ya es tan tarde que a veces cuando pregunto noto enseguida que no me quieren responder y no voy a volver a preguntar.

He pensado, Paco, si no te parece mal, dejarles a mis hijos toda tú obra. No tengo más fortuna, más recursos importantes. Que hagan con esos libros lo que ha hecho su padre: leerlos y aprendérselos, a ver si se les queda alguna metáfora buena, a ver si con ese dineral piensan que hice algo que valía la pena.

Se me ha muerto Paco Umbral. Mi admiración y respeto es tan grande que me vienen a las manos las palabras de Nicole Krauss en “La kistoria del amor”: “La muerte de una persona no pertenece a nadie más que al muerto.”

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Hace uno días leí en un periódico:
Umbral se vestía de dandy cheli, y de pensador de izquierdas que provocaba con la palabra bien guisada. Hizo de Madrid un género literario, y sostenía que los escritores burgueses se debían suicidar como clase: «Inevitablemente porque la derecha no lee; la izquierda no tiene tiempo, entonces, ¿quién te lee? O bien fracasas espantosamente y te mueres de hambre por ahí vendiendo «kleenex» por las esquinas. O si no fracasas del todo te aburguesas».
Me ha gustado como escritor ,sin pelos en la lengua,expresar lo que sentía sin pudor a nada.Se su obra «Mortal y rosa» su libro más grave porque respondía a una circunstancia terrorífica: la muerte de su hijo por leucemia, con apenas 6 años. Esa obra nació del dolor por la pérdida del ser más querido: «Los ojos de mi hijo, sus ojos que ayer eran flores abiertas, capullos de noche, y hoy son rendijas tristes, sesgados por el cansancio y el recelo».
La he leí hace tiempo pero,la he sacado de la estantería para volverla a leer por la noche .Antes de ir a ese letargo inquietante del sueño.
Fran,sigue desnudándote entre el baile de letras que reflejan tu soledad,tus silencios y tus miedos.
Con ese sentimiento de dolor que hoy nos dejas.....
Ana

Anónimo dijo...

No me gustaba Umbral. Nunca me ha gustado. Si bien como escritor le reconozco su obra hay una serie de connotaciones de su persona, de su actitud de prepotencia hacia los demás (incluso los más humildes, de los que él formaba parte aunque pretendió borrar sus orígenes) que me ha hecho repudiarlo.

Creo que la grandeza de un escritor, artista o cualquier otro profesional está no solo en su obra sinó en la elegancia, en el saber estar y la compostura social dentro del status que les ha tocado vivir y el saber ofrecerse humildemente a quienes les admiramos desde los escalones culturales mas bajos.

Hay que ser un dandy en todos los sentidos de la vida, no solo en el vestir o en poses intelectuales adquiridas.

Para terminar, perdóname Fran por esta intrusión en tu homenaje, que respeto profundamente y que sé lo haces de lo mas profundo de tu corazón.

Para tí y Ana, un beso y un abrazo.

Fran dijo...

Estos días, Ana, he leído una gran parte de lo que se ha publicado sobre Umbral y a mis manos, sabiendo mi adoración por él, han llegado infinidad de textos.

Tu comentario es precioso y me gusta que se quede en mi blog. Dices muy bien que guisaba las palabras. Se dejaba el pudor, efectivamente, fuera de casa, se vestía de antipático e hiriente, tenía parecidos con Cela, pero su obra me parece impresionante y la tengo como he dicho y la he leído íntegramente.

Es curioso, lo que has hecho tú lo acabo de hacer yo. Separar “Mortal y rosa” y volverla a leer, yo que soy hombre que no relee porque me agobia lo nuevo que llega hasta mis manos.

Mira Ana, me voy a seguir desnudando con una sola condición que alguien ya sabe: formatear mi ordenador cuando no esté y las copias externas. No es que tenga vergüenza de lo que digo, ni de decir te amo, ni de pedirlo a voces. Es que no valdrá para nada ni para nadie.

Gracias por venir aquí cada vez.

Fran dijo...

Siempre escribo con el corazón, creo que tú lo sabes, y para mí perder un escritor como Umbral, supone una falta literaria que voy a echar de menos.

Respeto tu opinión y la entiendo pero esa elegancia del status social no me importa nunca en un creador, me quedo con su obra y de lo demás procuro no saberlo.

La Historia del Arte y de la Literatura está llena de personas cuya valoración social –que a lo mejor no corresponde con la real y propia- es rechazable, pero si nos hubiéramos quedado sin Dalí, sin Picaso, sin Cela, sin Sabina, nos faltaría parte de nuestra mejor pintura, de nuestra mejor literatura, de nuestra mejor música. Qué cantidad de comportamientos humanos hay en ese mundo hostiles y rechazables y si echas la vista atrás todavía más.

Sepáralo por favor, déjame por favor que el castellano de Umbral me haya temblado en las muchas veces. Es idioma, es cultura, es enseñanza más allá de sus butades.

Gracias por tu comentario, tenga el tinte que tenga, pero me gusta Umbral hasta la médula. Sobre todo estos días que noto como si fuera perdiendo acordes. Y necesito cada vez más “flores abiertas, capullos de noche” como cita de “Mortal y rosa”, Ana.