martes, 25 de septiembre de 2007

La vieja piel de las palabras


Hace un par de días escribía sobre mis ilusiones y el riesgo de ir perdiéndolas y la necesidad de echar mano de mi resistencia más antigua para que no se produjera. Nombraba alguna de ellas y hoy me he acordado de la que tiene más raigambre desde no sé cuando, como mi vieja piel debajo de la piel está mi necesidad de las palabras. Lleva razón Belén Gopegui cuando dice que “los hombres y las mujeres mueren. Las palabras duermen hasta que alguien las despierta, les da sentido, las necesita.”

Pues yo le sabría responder a su mismo proyecto narrativo que es ya historia, que yo que estoy viviendo ya la época de la madurez, de lo adulto, sobre todo de lo consumado, las necesito cada vez más, ya no como ilusión, sino como una patente de defensa frente a al tiempo que me avanza, que no puedo parar sino engañándolo, engañándolo precisamente con el uso desmesurado, con el cariño de un enamorado de las palabras.

Ya, ya sé que llevo el mañana dentro, como todos, y por eso me puse pronto a estudiar la única asignatura que me ha interesado de verdad en la enseñanza de la vida: la entrañable humedad que tienen las palabras. No me acerco ya a nadie que no sepa escucharme, pero escucharme de verdad para ver qué me pasa, lo que siento, lo que envidio no haber tenido, el periódico de la vida que no he leído todavía. O que sea otra persona con una angustia o una alegría propia quién me la cuente.

Me hago viejo, pero es curioso, tengo palabras nuevas cada día, cada vez que escribo, cuando me acerco a alguien, regreso cada vez a las palabras. Una noche de amor hace palabras aunque no te queden caricias, incluso lo que sería para mí más grave, si como una enfermedad se me acabaran las metáforas siempre podría preguntárselas a alguien, pero regresaría a las palabras, como un niño que muchas veces no sabe qué hacer con los sueños de haberse hecho hombre.

Sí, pues es una ilusión más haberme acordado de ellas, entrarme más ganas como ante la curva delicada de un pecho, el tacto de un abrazo o una forma de respirar cuando te notas mal porque no estás escribiendo. Una ilusión que cultivo cada día y que a muchas personas que quiero no le he dicho nunca. Una ilusión, egoísta, salvadora, para mí solo y unas pocas personas que me lean. Como una especie de ebriedad elijo cada día las palabras, me voy escapando de la muerte, de no haber sido elegido para nada brillante, de no importarme el fracaso, el fracaso más común de ser cualquiera.

Pero cualquiera enamorado de saber qué hacer con ellas, dejárselas a alguien, inventármelas de nuevo o que sirvan quizá en cualquier momento para un punto muerto, una pausa a destiempo, un silencio, un silencio lleno de palabras que me las están adivinando. Quiero alcanzar con ellas la manera de ganar hasta la empuñadura que me quieran, de ver cómo construyo mejor los sueños, la música que escucho cada noche, una canción, una sinfonía, un especie de mundo para alguien.

Tengo todavía un mundo de palabras obscenas por decir que pueden ser caricias, tactos sin respuestas. Tengo, tengo todavía mucha dimensión. Lo único que me da miedo es que el talmud dice que “antes de hablar eres el dueño de las palabras, al decirlas, eres prisionero.” No me importa asumiré el papel de prisionero a cambio del placer de poder escribirlas.

12 comentarios:

Anónimo dijo...

Siento ese sufrimiento que plasmas ,juventud física que se pierde.Tu hermosa y sentida reflexión que llega hasta el fondo del corazón. Llena de sentimientos y verdades y, como no, de la magia que te caracteriza ,de una incontenible tristeza que marca tu inspiración,Es bello Fran, encontrarte en esta fase de la vida donde los sueños de amor se deslizan, dejando ese halo de pasión, a veces no correspondida.
Felicito tu sensual , fina y delicada expresión ,desde ese mundo humano que despierta al deseo, con sentimiento.
Siempre he admirado tus inspiraciones, pero nunca imaginé que pudiera sentir tan real cada palabra........
Con todo mi cariño, admirando tus letras,
Tu siempre amiga... Ana

Fran dijo...

La pérdida de esa juventud física es inevitable, lucho que contra ella no esté la anímica también.

De todo lo que escribo salen de la mano el corazón y la tristeza, es inevitable, te basta rebobinar en éste mismo blog, Ana.

En cuanto al amor y a la pasión, te diría lo mismo: yo he escrito que no quiero que me quieran sino que me amen y he relatado la flor del sexo de una mujer y cómo llegar hasta allí tal como la sentía en mi propia lívido.No lo puedo ni quiero evitarlo.

Lo necesito, yo creo que como cualquiier mortal y he de devolverte mi admiración que sientes. Es fácil, basta que a la gente le hables con sentimiento.

Gracias por ser siempre mi amiga y por leerme.

Un beso

Anónimo dijo...

Despues de leer tu blog y el precioso comentario que Ana tan primorosa y acertadamente te dedica,solamente queda añadir que para amarte a tí simplemente hay que leerte. En cada frase, en cada palabra de pasión pones tu sentimiento y toda la juventud que todavía atesoras. Lo de fuera solo es una carcasa,mi niño.

Eres y serás siempre un hombre con la pasión desbordante.

Por eso te admiro y te quiero... y por otras muchas cosas mas.

Anónimo dijo...

Gracias bolboreta por tus palabras.Solo la amistad de unos amigos comprende la lejanía que nos une, pero llenos de ilusión .Donde ponemos el corazón, en lo infinito ,donde el sol no conoce ocaso,donde las palabras son tiernas,donde el cariño es una eterna primavera ,de sueños interiores,de brisas y secretos que solo las estrellas entienden la belleza del alma.
Besos de tu amiga.
ANA

Anónimo dijo...

Gracias a ti,Ana, por derrochar tanta ternura en cada una de tus frases.
Es un placer leerte y disfruto de ello.

Tienes razón, poca gente comprende que incluso sin conocerse, uno pueda estar tan próximo a otra persona, pero creo que este es el medio que cuando se utiliza como tu y Fran lo haceis, con sentimiento, sinceridad y pasión, permite conocer a la persona de desde su interior hacia fuera, y no viceversa como suele ocurrir en la vida real. Aquí hablamos desde nuestro mas profundo sentimiento para aquel que así lo quiere leer.

Es un placer y un deleite poder contar con dos personas educadas y cultas como vosotros a diario.

Un abrazo profundo...

Fran dijo...

Juego con ventaja, bolboreta. Las palabras, los sentimientos no he de buscarlos porque siempre han estado al alcance de mis manos. En cuanto a lo de la juventud, pues con ésta carcasa…

Si doy pasión es porque la busco en los demás.

Yo sabes que también te quiero y te admiro, lo pongo al revés y todos, todos, entre medio tenemos muchas cosas más.

Anónimo dijo...

¡Cómo se desnuda usted siempre!
Es turbador.
Algo es indecente, o que usted se desnude o que yo lo contemple.
Desconocida, aquí, a diario.
Dígame que me vaya.
J.M.

Fran dijo...

Por qué te voy a decir que te vayas. Me desnudo con la verdad de mis sentimientos a cada instante.

¡Quédate, quédate!

Anónimo dijo...

¡Gracias!
Me quedo, sí, me quedo.
Permita que me presente, sepa algo de mí: María es mi segundo nombre, el que más me gusta, puede llamarme así.
Tengo 43 años.

Lo leo despacio, con cuidado y con ternura. Tal como lo imagino escribiendo.

Felicidades, Fran. Hermoso taller y un privilegio estar.

J.María

Fran dijo...

Y a mí el tenerte, María, con tu segundo nombre, con tu cercanía a este escritorio. Si falto unos días no me olvido, viajo, vuelvo a las letras a las respuestas a quienes necesito.

Un beso

Fran

Fran dijo...

f.m.romero@telefonica.net
Fran

Anónimo dijo...

Gracias.
Yo también viajo. Tampoco faltaré a la vuelta.

Tomo su dirección, gracias por ella. Quizá le escriba algo desde alguna tarde del verano.

Feliz viaje, Fran.
Un abrazo.
J.María