viernes, 7 de septiembre de 2007

Nunca terminaré mi novela


La otra noche yo mismo pensaba, nunca terminaré mi novela porque nunca quise escribir una novela. He querido nutrirme en cada línea escrita de luces, momentos virtuales pero sinceros de palabras, con alguien y sin alguien, con la compañía que me resulta tan necesaria y tan interminable y con mis soledades propias y gratuitas. En esos momentos solitarios no rompo con nadie, pero hay veces en que un poco es como si cada uno fuera por su lado –eso que se llama el carácter- que choca a veces estrepitosamente pero que siempre termino besándonos un poco, abrazándonos mucho ese uno, ese otro. Luego surge una imagen y tengo bastante, todo eso, todos esos momentos, todas esas palabras son partes de mi novela.

Una novela son maneras de decir las cosas que te han pasado o que te has imaginado que te han pasado, son como modos de autoayuda, imposibilidades de no poder dejar de escribir. En la última obra de Enrique Vila-Matas, dice que cuando se creía clausurado su momento, llegado el final del recorrido y que ante él se abría un abismo, le preguntaron qué escribes y contesto “Escribo el título de un libro.” Pues yo no tengo ni título, tengo motivos y abismos, razones para novelar esos instantes, pero nunca supe hacerlo, nunca quise cerrarme en las páginas de un libro abierto, prefiero tener insistentemente pensamientos, formas frecuentes de mal dormir, caricias pendientes y dudas de quiénes me leen.

Ahora, sin embargo, he descubierto una serena manera de dormirme sin pastillas: un pequeño iPod entre mis manos, 365 canciones, dos o tres apartados de música clásica, en fin, la música, y mis dedos deslizándose por la rueda mágica del aparatito, mirando mi cuarto medio iluminado y pensando en los tópicos que siempre tienen los poetas. Vease sino a Aurora Luque: “La noche para el sueño/[…]En el día el intento./Dar vida a lo soñado/con dolor o con gozo.”

Pero todo esto no me basta para escribir una novela, nunca quise escribirla, ni supe hacerlo. Me quedan los recuerdos, los recuerdo y dejo de acordarme enseguida de ellos; saber que he contado muchas desnudeces y luego simplemente me han dicho, te leí, te leí anoche por cierto. Y sentían vergüenza los demás, yo nunca. Me queda seguir cometiendo infracciones al reglamente de mi vida, dudar, pensar que voy a tener fuerza de voluntad y al final desconocer que es eso de la voluntad. Bien descrita podría ser un capítulo de una novela, que como Vila-Matas encontraría por fin al menos el título: “dentro de ella me sentí bien en el acto.”

Me podría ser válido para cuando estuviera fuera de ella, que omitiera los motivos para siempre de no sentirme a gusto. Me serviría sino como capítulos de todas estas cosas que he venido diciendo, del amor y sus posibilidades, puestos a pensar hasta que el dolor es necesario, es siempre previo al lenguaje, a la manera de ver las cosas, a la lentitud precisamente dolorosa de que esto se acabe y todo lo que haya escrito nunca pueda ser una novela, ni tan siquiera tuviera forma de libro.

Son maneras de explicar esa soledad que no hay órgano capaz de asimilarla toda. Pero tiene tanto poder que es curioso a mi me sirve muchas veces para no cambiarme por nadie, que me lo noten, casi me lo exijan, que quieran que esté contento hasta sin ninguna canción, que no me importe nada no poder terminar la novela que lleva llenando toda mi vida, la cuente o no: la sede de mis afectos, la parte más sana de mis emociones, los abrazos sueltos y en los ojos la determinación del sosiego.

Estos días, mis historias de siempre pueden ser perfectamente capítulos novelados de lo que nunca tendrá forma de novela, en todo caso formas de pensar a solas, de alguna manera, mi memoria suelta.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Es la mejor forma de escribir una novela, repasando cada instante en nuestro pensamiento, recreándolo en cada acto repetido, en cada nuevo encuentro, en esa música encerrada en un pequeño y prodigioso invento, que te lleva a no olvidarte del dolor.

Tu mente escribe tu novela, no hace falta ponerla sobre folios inmaculados porque los renglones de tu memoria, son todas esas sensaciones vividas, pendientes, vivas.

Claro que escribes tu novela, del mejor modo posible. Y !qué bien sabes hacerlo!

Un beso

Fran dijo...

Tus respuestas siempre llevan mucha enseñanza. Sabes cual: la de una gran mujer que no pasa por la vida deprisa, que encontrarse con ella es "un prodigioso invento" como tu música.

Yo ya sabes que escribo lo que siento siempre, más o menos acertadamente, pero pongo en cada palabra lo que soy y cómo soy.

Un beso

Anónimo dijo...

Admiro tu novela ,no terminas de escribirla,porque la vida sigue dándote sorpresas.Cuando amanece ,un día nuevo se abre a la aventura de la vida,nada es igual ,aunque nos lo parezca,los hechos se repiten pero las sensaciones que se sienten al escribirlas ,son distintas,incluso los abrazos,besos emociones y miradas ,aunque sean dirigidas a una misma persona,siempre son distintos.....

Seguiré pasando las páginas de tan interesante novela para, saciar aventuras de un pasado y futuro incierto.

Te aprecia.

Ana

Fran dijo...

No termino de escribir esa diaria novela, Ana, porque no quiero que se termine. Y es verdad eso que dices, los hechos de cada dóa, los sentimientos, hasta con una misma persona son distintos, diferentes pero válidos cuando son honestos.

Gracias por leerme.

Un beso