sábado, 4 de agosto de 2007

Me dejasteis un iPod


Pero os fuisteis y no debisteis hacerlo, me dejasteis con mi música para ver si así me estaba quieto como en un embarcadero donde el estanque azul es mucho más bello, más sereno cuando estáis vosotras. Vinisteis antes que nadie, como si no fuera a venir nadie detrás. Siempre ocurre lo mismo al principio: os calláis, a todas las preguntas la repuesta es ”nada”, pero vais sembrando compañía para no sentirme solo, para no tener que irse a ese cuarto que todos tenemos alquilado, precisamente para eso, para estar solo. No es un apartamento u otro, es cualquier estancia que tiene el mar detrás, es un embarcadero de la vida, cuatro trozos de madera quietos y una playa al lado para bañarse luego.


No, no debisteis de haberos marchado, mira que os lo avisé porque tengo derecho a tener miedo, a no poder deciros una vez hasta luego. Fijaros, ya habíamos establecido una forma de entendernos y para eso muchas veces no hacen falta las palabras, sobra con las miradas. Estabais por la terraza o por la casa, no recuerdo lo que llevabais puesto, cualquier cosa, pero estabais. Ahora no me queda más que ratos de silencio, algún libro que me olvidaba a veces en cuando estábamos juntos, y ese iPod, ese aparatito que me regalasteis y me disteis alguna clase de cómo utilizarlo.


Allí pasé 189 canciones que yo tenía almacenadas porque me las habían enviado, para poder escucharlas con esa máquina tan pequeña para mis ratos de estar quieto y solo. Ya sabéis que necesito estar demasiado quieto. Antes de iros hasta tuve que preguntarle a ese chico tan alto con su belleza indígena, con su manera de no hacer nada que no le guste en ese momento que alguien se lo reclama, unas instrucciones que no venían en las instrucciones; hasta al iros aprovechó ese rato del abrazo para ofrecerse como experto, ”si necesitas algo del iPod, me llamas”.


Con vosotras empleé un abrazo como para cualquier otra cosa: para deciros adiós sin tener que decíroslo, para estar más o menos seguro de cuándo volveremos a hablar de “nada”, para daros las gracias con un gesto, con la manera de poner las manos porque hay muchas formas de abrazarse pero sólo hay una verdadera, la que deja los restos que siempre quedan cuando hubo un modo de crear una insistencia que a la vez es una convivencia sin enterarse casi, cuatro cosas que se dicen comiendo, una risa suelta, cómo me poníais los platos más cerca, notaros a mi lado comiendo.

Todo eso y muchas más cosas hemos estado viviendo sin que que yo quisiera saber que era sólo un rato, un rato me parecieron todos y cada uno de los días cuando os fuisteis ayer y no encontré otra manera de deciros adiós que asegurar rotundamente que os quiero. Tener esos recuerdos: el roce del abrazo, las veces que os reíais de verme ya sentado esperando la cena porque mi horario empezaba antes, porque yo es que tengo a veces prisa por si acaso se acaba lo que tiene que acabarse y no debe acabarse.

Prometerme una cosa: venir muy pronto a verme aunque al principio nunca me digáis “nada”, venir muy pronto a verme. Yo dejaré los auriculares de esa música vieja que nunca se hace vieja sin que ni tan siquiera haga falta para veros, para sentiros de nuevo cerca, para entrecruzar las manos como hemos hecho a veces estos días, para tener el mar por testigo cerca, confirmar que ya no sois niñas, sino mujeres con un hombre alto al lado que os protege porque jugáis insistentemente con él; para quedar de acuerdo que la próxima vez no me vais a dejar un iPod entre las manos, sino esas vuestras que entrecruzábamo ya que no vais a marcharos, ya que no vais a marcharos otra vez.

6 comentarios:

Anónimo dijo...

Cómo hacerte saber que el ayer ya fue historia pero,siempre hay un tiempo para recordar buscar y desear.Los presentes vividos junto a los seres queridos,no se pierden fran,ni en la forma,ni en el amor.

Siempre sentimos en las despediadas ,ese vacío que no tiene explicación y se siente miedo... Ese miedo irracional a lo desconocido, las voces que chocan contra la montaña, los pasos en las calles solitarias, las llamadas a media noche,el vaivén de la ola que besa los pies. Miedo de ver la negra espalda del tiempo recordándome que no soy nada, y que cada vez tengo menos tiempo para serlo.

Reencontrarse con aquellos que admiran la presencia de un hombre alto, en ocasiones mudo y, paradójicamente,lleno de gestos y palabras. Estoy segura que, todas las personas que han llegado han llenado de sobra el hueco dejado por las que se fueron. Disfruta del regalo que han dejado entre tus manos y la próxima vez.....Recuerda Fran,que,nadie establece las normas,salvo la vida.

Recibe mi regalo.

ANA

Fran dijo...

Las palabras de alguien como tú que siempre fue historia limpia comentando mis escritos o incluso sólo leyéndolas, me llenan de satisfacción, Ana.

Leias mis foros, lees mi página web de literatura, leias mi "inventándome la vida" y pediste paso para leerme aquí que te facilité con agrado.

Lo que dices, conociendome muy bien, es cierto, "ese miedo a lo desconocido", el tiempo que se nos queda atrás y el tremendo temor a las despedidas.

Pero esas niñas, ya mujeres y ese niño que se fueron cubren ese hueco, Me han hecho eliz estos días.

Me quedo con tu secuencia, con las normas de la vida.

Y con tu regalo, esos esquisitos versos. Gracias profundas, verdaderas.

Un beso

Fran

Anónimo dijo...

Nunca los que te queremos te dejamos. Siempre estamos a tu lado, con la mano tendida.

Ellos volverán, pero aún en la lejanía siempre estarán contigo...

Sé que me comprendes.

Un beso

Fran dijo...

Es que a esas chicas las necesito, bolboreta, pero no quiero decírselo demasiado y sólo tú sabes por qué. Hasta me resisito a mandarles mis palabras para que nada les pueda forzar a tomar una decisión en sus vidas.

Pero leerte hoy, bolboeta, me ha hecho muy feliz al ofrecerme una vez más tu mano tendida de cada vezz.

Anónimo dijo...

Hola Fran, gracias por tu confianza, verdaderamente esas chiquillas deberian saber la cantidad de amor que generan, y la alegría que pueden llegar a dar a un corazón anhelante, aunque secreto. Solo espero y te deseo que estas navidades sean magníficas, que se llene tu corazón de tanto amor, que te dure hasta la proxima visita, y sea de tal calidad, que nunca te sientas solo.
Un Beso
Garanza

Fran dijo...

La confianza te la ganaste.

Esas chiquillas que veré ahora ni tan siquiera donde viven, sino fuera de su país, piden permiso para coger pan en la mesa o ponerse agua. Son bellas y exquisitas.

Para quererme ya no piden permiso, Garanza, ya no lo piden.

Un beso