miércoles, 19 de noviembre de 2008

Me abandono a las palabras


Porque en ellas está mi horizonte, mi energía, la manera de borrar mis errores, todos los ideales que me sirven hasta para la salud del cuerpo. Palabras que me salvan una y otra vez como una especie de sortilegio erótico para hablar de los libros. Busco en ellas al mismo tiempo el problema y el placer, la llamada salvaje para ver si ese adorable ser me calma o aumenta mi embriaguez. Con ellas puedo prometer y prometo un año entero de caricias y escribir con la tinta guardada desde ayer las palabras que no supe decir jamás. Me temblaba el misterio de lo que vendría luego, me acogía la lucidez de hacerme nuevo, de poder cumplir aquello que ya debí hacer, un especie de sentimiento asimétrico de viene y ven.

Además, a la vez mi palabra quiero que sea ventisca y pasión, seguro que la aportaré, no haré nada más: o a falta de papel la cara cerca de una mujer; o la debilidad de ser este hombre que aquí digo que soy porque las debilidades aproximan, dejan más quieto, se alarga como estés y si luego te preguntan cómo estás tendrás el suficiente talento para convencer que te falta solo un punto para terminar en el abandono de quién quiera saberlo.

Siempre escribo con café, humo y melancolía, estoy también de acuerdo con la cita de Pascal en el “Dietario voluble” de Vila-Matas: “la mayoría de los problemas de los seres humanos vienen de no poder quedarse tranquilos en su habitación.” Pues yo tengo una habitación para estar tranquilo, el humo, el café y la melancolía, la fe en cada palabra que pongo al lado de quien se inventó las suyas para crear este cuaderno de bitácora que dice la Moliner que es un blog, la alianza de web y logbook.

Quiero obligarme a necesitar las palabras con una gramática del miedo que casi no necesita el verbo porque si pongo el verbo me quedaría conjugándolo todo el día. Y siempre estaría jugando con su compañía, con el yoismo y el tuismo de nuestra lengua, escuchándola y dándola a escuchar al borde de las cosas, siempre, constantemente.

Me abono pues a mi lenguaje porque me vale, porque me lo estuve construyendo con miles de horas leyendo, porque detrás de él para quién supo conocerlo está lo mejor de mi persona. Soy capaz de escribir con palabras sencillas y que se vuelvan lo suficientemente obscenas para que sean juegos de tacto sin respuesta.

Dejarme que vaya poniéndolas. MI palabra es más si alberga deseo y lo tiene; mi palabra se queda quieta y espera si le responde una mujer luego. Mis palabras llevan sueños si me dan alguno después, tienen mirada, se fijan en los labios ajenos para al oírlas hacerlas nuestras con el pliegue tierno que siempre tienen los labios, un momento, un instante, antes o después de decirlas.

Quisiera ser en mi abandono un animal absoluto de palabras, cansado pero rebelde, tierno pero ansioso. Sé que antes de decirlas soy su dueño, luego su prisionero, no me importa, me sentiré más como un amante vulnerable.

Me da miedo la noche porque no las tengo. No como ahora que sería capaz de decir con ellas: déjame tocarte como se debe, tengo el verbo suelto para la boca amada, un fondo de congoja como la tilde en un diptongo tierno. Ahora me las noto como si fuera el lenguaje del cuerpo que ha llegado antes. Allí me abandono.

10 comentarios:

Anónimo dijo...

Una mujer a tu lado exprimiría sus mejores recursos

Eres como una especie de succión de los mejores recursos. Si tuviera, solamente, el privilegio de poder ordenar sus pensamientos viendo tu figura inclinada sobre el teclado y tu brazo alargándose para coger la copa y escuchar el choque de los cubitos de hielo...

Creo que reventaría de placer... seguro que todo le iría bien.

Palabra entre palabra

María

Anónimo dijo...

Querido amigo, en sus relatos, siempre reina la mujer, es posible que sean esas letras tan bellas o una mujer privilegiada que han escogido sus letras para soñar, se todas forma sabe usted llegar a donde quiere y lograr la atención del lector, yo hablo por la parte que me toca, como mujer.
¡Dónde faltará ese punto! Espero que quien corresponda, no se demore en ponerlo.
Tranquila y desde mi habitación, ojearé ese blog de María Moliner, yo, sin humo y sin café pero siempre con melancolía, debe ser un defecto o un sentimiento que aceptamos como nuestra inseparable compañera.
Querido amigo, la palabra es necesaria pero usted está pleno de esa virtud, siempre nos queda algo que aprender, a mí, casi todo pero usted juega con ellas como quiere, ya me agradaría manejar la palabra, las letras sólo la mitad de cómo este lo hace, creo que es la mejor recompensa que puede tener un lector nato como usted.
Querido Fran, después de leerle, nadie lo duraría, para escribir así, se han tenido que emplear muchas horas leyendo, por eso no me cansaré de decirle, que nos da el texto y la respuesta, aunque yo no sepa escribirla.
La mujer, siempre responderá, no podríamos más, que siempre nos incluye, nos hacer protagonista de esas bellas letras.
Mas que animal, yo diría un monstruo de las letras, rebelde y prisionero de las misma, querido amigo, es increíble como las maneja, yo me pierdo y soy incapaz de responderle como usted merece, hago lo que buenamente pudo, eso sí, pongo y pondré todo mi empreño.
Siempre me quedo con el final, como en la poesía, con el último verso entre los labios.
Felicidades, maestro y como siempre, mi beso con su permiso
Ley.

Fran dijo...

Y yo con una mujer a mi lado, María, tendría recursos para seguir obteniendo más.

Mi figura escribiendo no tomaría el vaso con los cubos de hielo, preferiría -como dices- reventar de placer, mi mano no cesaría hasta encontrar mis propias palabras junto a las tuyas y la necesidad de la lujuria.

Yo, entre medio de las dos palabras, la tuya y la mía.

Fran dijo...

Ley, mi amiga, mi deseosa amiga. No puedo negar que di un día definitivamentea una mujer todas mis palabras. Forman parte de este cuaderno desde su comienzo.Es innegable.

Pero tú como mujer no puedes escribir al comentar mis palabras con más cariño y empeño. Entiendes en tu bella respuesta la necesidad de mi placer, la palabra, mi abandono a ella.

Lo que he escrito es cierto. No existe ningún manual que marque las pautas de la escritura, tiene que salir todo de dentro y para ello llevo una vida entera leyendo. Nadie se debe comparar con nadie, sólo te diré, lee.

Si siempre pongo a la mujer entre mis palabras, es que porque es la letra que mejor sé escribir; porque la quiero de protagonista eterna de mi vida; porque por mucho que le dé, lo ganó todo antes por ser mujer, nada menos que por ser mujer, adorable, profética siempre. Se me ocurre un símil, Ley: una mujer puede ser toda agua e inmediatamente, yo me sentiría agua también.

Lleva la historia dentro, trazos de belleza siempre. Hasta una mujer con miedo a envejecer tiene una pose memorable, una belleza cenicienta.

Bueno, tendré otro día que escribir sobre la mujer. Sabes qué es una mujer, Ley: puro éxtasis, así la siento siempre.

Nunca fui maestro de nada, en todo caso, discípulo de cualquier mujer.

Anónimo dijo...

Si las pusieramos en una balanza, creo q como los vendedores del campo.....lleva sobrante en el peso y eso de regalo.. Asi son tus escritos, por un lado la romana queriendo dar extacto el peso, por otro tus letras q acumulan màs de lo q ella puede pesar...y sin poner tope al peso femenino, ya q todas son como plumas a la hora de entregar su amor, un beso rozando solo los labios pero q sobrepasa en valor acumulando en èl no apercibido por la sensibilidad del q cree saber amar y se queda en pañales.
Con tus horas de lecturas has creado muchas fantasias y muchas horas de transmisiòn de amor, con el desparpajo de hacerlo llegar a la mujer... con la seguridad q ellas te admiran y tu las acomodas a tus letras y pensamientos, para disfrute de esas horas q dedicas a pasar las manos por el teclado.
Besos maria dolores.
Mañana màs

Fran dijo...

Eso es exactamente, María Dolores, no sé si las horas de lectura, lo que lo habrá causado pero tengo una enorme necesidad de trasmisión de amor, palabra exacta por tu parte.

Tampoco sé en qué medida admira quien me lee mi necesidad o mis propias palabras, poco importa, créeme, pero cuando empecé a escribir primero en los foros y luego en este cuaderno de bitácora, ya me desbordaba el amor.

Me lo supieron recoger y cultivar para que yo cada vez me fuera entregando más.

Todavía una preciosa mariposa vuela, a mí alrededor aunque sea en silencio casi siempre. En mi teclado está. Jamás dije que no estuviera.

Gracias y besos de Fran

Anónimo dijo...

Navegas en ese mar de ilusiones, con la firmeza de la llegada a buen puerto q està ahi,esperando la novia, amante o esa madre q no deja de esperar al tierno infante con el abrazo maternal y la expresiòn q bello es mi hijo q valiente q no tiene miedo a cruzar los oceanos.La novia y amante, con la ansiedad de ser besada en los labios y apretada con fuerza en el abrazo de espera.
Ya el cuaderno de Bitàcora, es el diario de ese larga singladura, entre los amores q en sueños dejan la marea alta o el mar de fondo, despues de la tempestad de la noche.Quien no quiere verse entre esas corrientes? Dejandose llevar por las letras q solo tasan algo de lo q en realidad ès.A tanto da una mujer? leer y querer contactar, sin darnos cuenta q encierran una parte de nuestra vida, el sin vivir lleno de esclamaciones y esperando llegue la noche, para al menos quedar entre dos mares, el del sueño y el amor.No dejes de anotar en el cuaderno de Bitàcora los pertrechos junto a los viveres de manuntenciòn, con o sin soplar los vientos.

Besos maria dolores.

Fran dijo...

Cada mujer en este Cuaderno de Bitácora al dejarse llevar por las letras, es ella misma en sus respuestas. Tú dices lo que sientes o lo que te gustaría sentir, lo has explicado muchas veces.

Mi misión, en efecto, es navegar y no dejaré de hacerlo, María Dolores, hasta quedarme entre los brazos donde me siento estar cada vez que lo gritan mis palabras. Mi lenguaje es una llamada, una forma de mantenerme yo en la vida y ayudar a quienes me leen.

Es un inmenso placer, no lo dudes, porque los placeres deben siempre ir por delante del raciocinio.
Y aquí yo no razono, no pienso hacerlo. Me quedaré con el placer siempre y antes.

besos de Fran

Anónimo dijo...

Voy a apagar la luz
porque la oscuridad me obliga a dibujarte,
me da la dulce libertad de juntar las ternuras,
de calcar las ansias y borrar las soledades...
Voy a apagar la luz
para pensar en tí.
Besos en tu palabra,pensamiento y desbordantes sentimientos.
Ana

Fran dijo...

Pues yo no dejaría de leer una y otra vez tus palabras, tus versos de ángel. Hace mucho tiempo que no leía algo tan hermoso dirigido a mí, de una mujer como tú, que en momentos malos, sabe tener para un amigo tanta ternura, tantas palabras sueltas para llevármelas a los labios y poder besarlas.

Yo también apagaré la luz para poder agradecértelo siempre.