miércoles, 5 de noviembre de 2008

De acá para allá


Ando estos días leyendo unos excelentes cuentos de Juan José Millás donde a veces une un aparente despropósito con una honda filosofía. Y de uno de ellos me quedé con esta expresión, yo diría que aplicable para el día a día -por lo menos mi día- muy de lleno: “Mi madre pasó por varias etapas, como Picasso, sólo que ella, en vez de pintar, iba de acá para allá.”

Me pasa que no sé hacia dónde voy ya, no pinto tampoco, ni hago nada que valga demasiado la pena y el rumbo por factores internos y externos es de un lado a otro. Poco me vale la nostalgia del pasado, estoy como en un tránsito de autodefensa para que no se me queden demasiado pronto ya muchas cosas o momentos sin defensa.

Me valen pocas filosofías. Ya Hegel decía que la filosofía llega siempre tarde; posturas tomo las mismas; los anhelos se apagan, evoco cada vez con más insistencia estímulos que no me llegan o no son suficientes. Quisiera una eternidad que no se midiera, una evidencia de ética propia y una belleza al pasar frente a cualquier cosa: los ojos de una mujer, las palabras con parsimonia propia como una vivienda con las claves de la estética zoom permanente.

Mientras, sin embargo, de acá para allá, sin pintar nada. Lo compenso, os lo cuento, intentando hacer mucho: que si un rato escribiendo, leyendo como un vicio siempre compensado y recordando las veces que he escrito en estas mismas páginas sentimientos que jamás dije tan rotundamente. Me ha pasado porque he escrito por alguien y para alguien. Hace días escuchaba su voz de nuevo y al colgar el teléfono fue tal mi conmoción que una persona junto a mí me dijo, ¿le ocurre algo? Solamente, le contesté que he hablado con una mujer que cubrió plenamente todos los motivos que me iba inventando adrede para ella.

Me falta ese punto de anclaje, esa seguridad que se le puede llamar locura. Se me acaban los motivos de estar, hasta de desgranar palabras que poco importan ya a nadie. Quizá tenga de nuevo que convertir este escritorio público en una atrocidad a destiempo pegada al pecho y decirlo luego -como hice tantas veces- como una forma de auto absolverme.

Necesito sentir tener cerca lo que tuve tan cerca, faltó solo un pulso, una imaginación cuidada y cultivada. Necesito volver a decir lo único que supe decir: que aunque ella tenía treinta años menos y yo treinta años más, por la autoridad con que trato cualquier cosa, la amé y la he amado lentamente, con la lentitud que siempre tuve para eso. Sin saber casi de ella -eso es lo que me causaba el asombro- pero llegando hasta el fondo de sus pupilas quietas donde debe tener la vida que nunca quiso explicarme.

Por eso ahora, voy de aquí para allá, dejo el tiempo, más o menos quieto, mantengo los caprichos del asombro del prolongarse la vida, pero no me siento capaz de poder mantener y prolongar las ilusiones para siempre. Estas pausas desorientadas merman facultades, voy siendo cada vez menos, sintiéndome como en un final perezoso queriéndolo disfrazar en algo natural, que debe ser así y empeñarse en ser natural es una especie de derrota escondida e íntima.

No me hagáis ya mucho caso, ni tan siquiera a lo que diga. Os contaré: hoy he utilizado un hermoso recurso, un libro magnífico y querido que me regalaron con la excusa de “regalarle miel al colmenero”, que reposa aparte de todos los miles que cubren las pareces y las mesas de trabajo de mi casa, le he dicho a la persona que me hizo tal obsequio: cuando yo no esté llévatelo enseguida, di que es tuyo porque con él me regalaste una parte de mi vida.

Eso es ir más o menos de acá para allá, decir lo que digo.

11 comentarios:

Anónimo dijo...

¡Ay, Fran! Tú siempre me haces sentir cosas que no tenía previstas.

Muchos besos
J.María

Fran dijo...

Querida J.María, es que las siento yo y de repente es como si te viera también a ti.

No sé qué vamos a hacer.

Muchos, muchos besos de Fran

Anónimo dijo...

No puede haber derrota, si aun sientes q està ahi, entre los velos de la locura,dislumbrandose q aun existe eso...lo q os unio, lo q dio motivos para seguir en la brecha, todos tus escritos, tus manos intentando alcanzar lo q los ojos pierden en el horizonte.. sin saber donde està, pero sintiendo q està, al menos en la ilusiòn de q un dia apesar de la diferencia de edad, q no existe si hay amor,si la vida dejaria de ser vida, si no hubiera ese amor,o al menos los sueños entre las nubes de una soledad (con nombre propio).
El aca y alla, palabras muy asignadas al lugar donde se vive,latinoamericano, q te acostumbras a ellas y sin lugar a dudas repites cuando te desplazas.yo lo hago quizas porq quiera identificarme con su forma de interpretar.La familia, imperativo, y la dulzura de sentir, hola amor,
cuando se dirigen a una.Cuesta sentir q se alejan y hasta de no escuchar esa frase..... pero sè q existe el amor, aun a urtadillas.
Cuanto valora uno esas palabras, ese saludo y màs si es inesperado, pero q no deja de alimentar la llama.
El libro, los libros, màs de uno serà obsequio y llevarà imprimido ese toq de amistad y amor.Q no dejen de recordar esas fiestas imnolvidables y llegue la sorpresa impresa.
Besos maria dolores.

Fran dijo...

Es cierto, es necesariamente cierto lo que dices que no puede haber derrota. Entre ese ir de acá para allá, con sus mejores y peores momentos -a esos a los que les llamo derrota- persiste inevitablemente lo que unió. No, no se puede borrar, María Dolores, cuando hubo un brillo especial que todavía lo llevo en la piel. Fue mucho más que las palabras, siendo éstas mucho. Sigo teniendo allí esa mirada, en ese imposible ya horizonte. Detrás de esas bellísimas pupilas estaba todo y no hubo ni una sola explicación más allá de las necesarias.

Qué bien me has explicado el de aquí para allá, como un saludo, como una justificación, inesperada pero viva.

El obsequio de un libro -si es a mí, como hizo ese hombre con mis genes a cuestas, dedicándolo como “miel al colmenero”- es un imborrable recuerdo de ese cuentista, niño sin el amor del padre como dices; es un libro de ida y vuelta. Está sobre la mesa del salón, frente a dónde me siento, con la orden de que se quede con quien se vaya el último.

Y cuando soy yo el que regala un libro, doy lo mejor de mí detrás, a quién lo ha merecido y supo recibirlo. Así uno tras otro, si hace falta, una vida entera.

Anónimo dijo...

La vida en sí, querido amigo, son etapas una más duras, otras más amenas, seguro que son interesantes por que vos, siempre escoge lo mejor y se guarda lo más interesante, digamos que lo vive, o al menos eso se percibe en sus relatos.
A todos nos pasa un poco, hay días que no sabemos bien hacía donde vamos ni quienes somos pero en lo posible nos defendemos con capa y espada en esa lucha interior, en ese misterio imparable, del día.
Nada llega tarde, todo va pasando y nosotros somos los espectadores, mientras que sintamos por lo injusto, es que aun necesitamos un espacio, la filosofía siempre está, o se sigue o sólo es una metáfora que la mayoría, aun no entendemos muy bien.
¿Quién dijo que vos no pinta nada? Eso le llamo yo humildad pero vos ha pintado y seguirá pintando hasta que esa pluma se seque, es lindo que de nuevo halla sentido esa voz que en su día llenó su espacio y que su aparición, le motiva para seguir luchando, una motivación convertida en capricho, una locura incomprensible para los que le leemos pero una historia bella que nos hace participe al leerle.
Querido amigo, cuando la mujer calla es por que sufre pero la hace más misteriosa, querido amigo, el amor a través de las letras es más fuerte e inexplicable, más bello pero los recuerdos también se convierten en heridas que no queremos sanar.
Me alegro de ese regalo, con los libros se regala el corazón, siga pues de aquí para allá y comparta las estampas vividas.
Mis felicitaciones el beso, siempre con su permiso
Ley.

Fran dijo...

Es muy cierto y bello, Ley, que mientras sintamos por lo injusto tenemos un sitio en la vida. Y yo te añadiría, mientras queramos dar algo: un beso, un primicis, rizar el rizo del deseo, una simple ilusión, a lo mejor.

No, no pinto demasiado, lo que pasa es que no quiero rendir armas mientras me quede un ápice de fuerza, o si no la tengo ya me la inventaré o la pediré prestada, por eso llamo a una mujer y la espero, mientras me dice espera.

Libros que yo esté dispuesto a dar, o sea cualquiera, siempre estaré dispuesto a hacerlo.

Un beso, también siempre.

Anónimo dijo...

Hoy necesito que escribas,
que me digas simplemente ¡hola!
¡Dolor!¡Llanto!
Necesito que tus letras hablen y me regalen emociones viejas
para renacer otra vez a la vida.
Hoy necesito de tu lluvia, hecha palabras,para humedecer mis sentimientos y esconderte entre mis lágrimas.
Necesito que digas esas cosas
que solo dices en silencio
cuando las estrellas escuchan tus secretos.
Necesito que escribas
con esa pluma que yace en el tintero esperando que todos los que te leemos iniciemos el vuelo...
Tu taller es; obra de arte,hecha palabra.
Ana

Fran dijo...

Y yo necesito que estés, como estuviste siempre y fuiste una claridad en esta página. Tú también me traías tus emociones viejas y lo mezclábamos todo, porque recuerda que una bella mariposa cuando supo de tu calidad y de tu afecto, supo respetar el tuyo.

Te prometo que lo seguiré haciendo, Ana, aunque sólo fuera que me leyera un ángel de la escucha, un supremo ser, delicado y tierno que cuando vino a esta escritura propia ya traía una biografía de lecturas que no tenía nadie.

Aunque fuera sólo por ti, seguiría escribiendo.

Tú sí que eres como un taller de lectura, ejemplar y propia.

Mi respeto y mi cariño

Anónimo dijo...

No puedo dejar pasar una vez más Fran querido, mi admiración a tus palabras que vistes de gala. Siéntete afortunado por los lectores que te rodean y buscan en tus reflexiones y sentimientos un hedonismo de confortabilidad.

Mí abrazo tanto para ti, como para Ana,

María

Fran dijo...

Por supuesto, María, estoy feliz por todos mis lectores que me transmiten lo mejor de sí mismos.

No dejes tú, cada vez que pases de hacérmelo saber de ti. Yo te recuerdo siempre, sabes cómo: abrazados los dos una mañana en ese hermoso rincón donde vives.

Nunca lo olvido, tu calor y tu aliento, tu cintura un resposo, tus piernas un insostenible grito a la belleza.

Gracias por tu recuerdo a Ana.

Anónimo dijo...

Gracias María,siempre estaré agradecida de leer este taller,donde la cultura y amistad ,siempre esta presente.
Un abrazo de esta amiga .
Ana