domingo, 14 de octubre de 2007

Vuelvo cada día

Vuelvo cada día e intento hacerlo sin retraso, a mi doble café, a la soledad de una casa nunca sola, a la caricia del cuero de una butaca que nunca dejará de ser mía, al libro pendiente, patrimonio ya propio junto al borde mis propias cosas, a la amplitud de las metáforas olvidadas en los demás como una cosa intensa que me espera, pero sobre todo a la confirmación de lo que tuve, la certeza de que lo sigo teniendo, ni cambiaré el gesto ni la duración de la mirada. Es curioso, qué torpe, pero me siento orgulloso de una concordancia de movimientos, de un entendimiento.

Vuelvo y volveré cada día como si fuera un deseo de renovación de la vida, una cultura de mi ocio, de que termino de vencer a la noche, que luego terminaré mi exigencia propia, mi mandato, sin desamores dentro, con una especial manera de desear buenos los días, una imagen rescatada y copiada, las palabras más osadas y más desnudas, más humildes y a la vez más testimonio de mi condición de hombre.

Viviré, pues, todo este día siguiente desde hoy, revelado, destapado, descubierto, nada más poderoso que mi insistente desnudez ante una mujer, en voz de Umbral, “mal desnudo y soñante”. Es una especie de topología, una determinación nerviosa, estirar indefinidamente lo que sueño despierto, a lo que le pido y le respeto: inmediatez y distancia.

Desde ese momento de la mañana me hago dueño de mis huesos, como si me volviera a levantar de nuevo, salgo a la calle y casi soy viento, volando por la tierra, al menos así me lo parece. Busco lo mejor, habitual como el café, la butaca, los libros, pero no menos querido, no menos necesario. Imagino por la calle, medio vista la cintura de una mujer para violar su piel, su sudor, los espacios que debe tener su cuerpo; veo ropa de año nuevo para gente con años menos, da lo mismo, me acerco al apetito de gozarla, de ponérmela luego y de verme casi como el maniquí del escaparate pero con movimiento; la simiente reconocida de mis calles vivientes todavía porque nada me apacigua aunque me sienta más cerca de ser viejo.

Y me invento hasta apoyándome en las estanterías de mis rincones donde me venden los libros, las fantasía de amor que hay en ellos, la pasión de las bocas que los leen para besarse luego, así lo consigo exagerando mi curiosidad, imaginando la gruta de unas axilas, una especie de misterio y de aventura. Todo esto que deseo, todo lo que son mis sueños, mi vuelta de cada día, puntual como la rima del último verso, me templa a veces las distancias porque la distancia siempre ha sido deseo, lo demás no es nada, no tiene mérito.

Escribo agarrado a ese deseo, castigado por él porque la culpa es un ingenio que sigue funcionando toda la vida. Ahora detrás de cada palabra mía estará el silencio pero seguiré escribiendo aunque ese silencio lo traiga siempre el tiempo, detrás. Escribo, y siempre vuelvo al honor de cada día, a mi propia decadencia que no es una evolución sino un destino, hasta las propias horas del descanso es una manera de rechazar la desesperación, pero la vida se me impone, me lleva a veces demasiado lejos pero nunca perderé el anhelo de poder decir que vuelvo cada día.

Hasta que no pueda volver, hasta que el silencio a mis palabras corresponda a que no haya nada detrás.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Hoy.....
¡Aférrate a mi mano! A esta atracción magnética, a este símbolo. Aún con nudos en la garganta, vuelcos en el corazón, lágrimas en los ojos, voz de desilusión, aférrate a la vida que nace como el amor, siempre con una sonrisa y música de superación.
Todo lo que el alma gesta con el tiempo ve la luz, todo madura a su tiempo.Cuando las cosas llegan a tiempo y son como las soñábamos, nos damos cuenta que valía la pena esperar, aunque quizás, cuando esperamos, un solo y breve minuto lo sentimos en el alma como una eternidad... No importa me critiquen aquellos que no saben soñar... Soñar es desear amor, vida, riquezas, milagros y sabiduría hacía los demás. No seré capaz de darle gusto a todas las personas que me rodean, tampoco podré cambiar mi temperamento sólo para contentarlas. Por ello; ¡viviré tal como soy! En cada instante de mi vida, y de mi tiempo...
Aunque los nudos me aflijan y me sequen la garganta, aunque el corazón de vuelcos y se oprima en circunstancias; porque hay una atracción divina, que siempre viene y me salva... ¡La fe! Es mi única vitamina que nace del himno y del símbolo del alma...
Acunándome en tus sueños.
Ana

Fran dijo...

Aferrado a la vida estoy y a la mano que me tiendes porque sé que es noble y sincera.

Todo madura a su tiempo, dices, pero mi madurez se va anticipando, mis sueños se me van acabando y hasta la riqueza de estas palabras y sus necesarias respuestas puede que tengan un instante final cerca.

Se me van agotando, Ana las creencias que tenía antes, himnos y símbolos.

Acúnate hasta que me queden sueños.