sábado, 6 de octubre de 2007

Esa forma de locura

Puede ser que vaya aprendiendo que el amor es una experiencia calmada, hasta con pausas cuando haga falta, en lugar de una pasión terrible. ¿Me lo dice la edad? Puede ser, porque ningún beneficio de los que me va trayendo, compensa las ilusiones que se va llevando. Me trajo la obligación de la lentitud, la enseñanza de la espera, la experiencia de que no era mi momento pero la ilusión era tan enorme, me esforcé tanto en ello, puse tanto afecto a pesar de de no nombrar un día las virtudes, por lo visto que en el cómputo se queden los agravios.

Me considero mal alumno porque no quiero aprender, me enseñaron al principio de la vida amorosa, la posibilidad de acercarse y no apartarse jamás, la insistencia cuando debía tener sólo resistencia; mal alumno para partes desiguales cuando mi entrega es inigualable. Puse una sobriedad que no se encuentra o por lo menos a mi no me la ha dado nadie, entregué siempre un entusiasmo que no hace falta explicarlo, hay que estar entusiasmado. Y llevaba, por si acaso, de alguna manera, el cartel puesto, lo que ocurre es que es un rótulo que no desagrada a casi nadie.

Las mediciones de entrega siempre salen desiguales porque todos somos desiguales. En el fondo no me daba lo mismo porque quería lo mismo, jamás en mi lenguaje hubo un tono o una máscara desigual: empleaba la voz en alto, dejaba la puerta abierta para tener yo esa misma puerta igual de abierta. Ya lo sé que era una forma de locura como los locos o los agredidos cuando lloran o gritan. Me asemejaba: pido perdón pero me he acordado, de muchas tardes que una joven muchacha me pedía lo invencible y lo imposible. Lo negaba, pero esa forma de locura me la he quedado yo luego.

No habrá más remedio que escribir en el mismo folio la autopsia de una locura, la pasión y los errores de un desespero, de una forma de acercarse y de quedarse cuando nadie me dijo que me quedara. Nunca puse un precio alto, pero sí impagable como consecuencia de ser un alma sola y que la vida ya me iba destruyendo la vida.

Acabaré pues –puede ser posible- cualquier historia, con la soledad y el silencio de Panero: “tan solo quiero una palabra más, sólo una palabra para escribir a solas un árbol para la nada.” Porque yo sino me quedaré con un soledad imposible para escribir y estar sólo para siempre. Ya me hacen daño las palabras, ya me hace daño casi todo, hasta estar vivo, hasta sentirme viejo.

Me he quedado, de alguna manera, con un sufrimiento ya como recuerdo igual que un sueño que se paga y se apaga y el sufrimiento siempre hay que saber evitarlo a raya, no con lo que se puede dar, sino con lo imposible, saber cada vez lo que se daba y lo que se pedía. Porque siempre supe sufrir, luego amar, luego partir y después sabré vivir sin nada. Porque me dieron mucho muchas veces por eso ahora es somo si me sintiera sin nada.

Ya sé que la simple supervivencia es una constante decepción, decepcionamos y nos decepcionan pero le tendré que dar la vuelta por completo a éste escrito: quiero ser feliz, tres o cuatro días que me queden, vivir la imprudencia de los amores imprudentes, hacer de nuevo el simulacro de un rostro entre mis manos y saber ofrecer mi madurez y mi demanda. Porque para demandar estoy sobrado, siempre lo estuve, supe alargar la mano para pedir la mano pero antes entregué a voces la generosidad de toda el alma.

De nuevo estoy seguro que debe haber algún lugar de la tierra en que alguien sepa cómo funcionan las pasiones, que tras ese abanico de amor que me fluye siempre desde dentro, no lo desperdicie, sepa corresponder, sin ápices ni nada, sin bordes que se queden fuera, una pasión espléndida, recíproca, casi solar con forma a lo mejor de mi propia insistencia, de mi inevitable locura.

Porque para querer como yo quiero hay que estar definitivamente loco, quedarse libre de los libros, con un alivio y un desahogo permanente para seguir siéndolo.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

El amor tiene tantos matices....que jamas podremos controlar los momentos mas sutiles.Nunca hemos dado ,ni daremos que no tengamos.Esas sensaciones que tienes de saber sufrir,amar,enfundar tu dolor en esa locura que se lleva dentro,te hace mas noble,humano y sensible....
seduciendo los sentidos cuan torbellino irreverente.
ANA

Fran dijo...

Es que no quiero los controles del amor, Ana, quizá por eso se me escapa lo que no debo pedir.Lo que no voy a pedir.

Seguiré tu apunte, seguiré loco, aguantaré mi dolor con la mejor dignidad posible siempre a mano para ver si es verdad eso del torbellino de los sentidos.

Un beso