jueves, 25 de octubre de 2007

Dentro de una mujer

Salimos de un útero pero antes de volver a entrar dentro de otro necesitamos que nos tomen de la mano como un niño que no sabe, que le va a venir grande la vida. Porque dentro de una mujer, desde dentro, consolidarnos en el sexo, hacerlo bien para siempre nos parece muchas veces imposible, como náufragos de úteros que no supieron saber ese oculto sentido que siempre está dentro de una mujer.
Luego fuera, tenemos que aprender hasta la parte hablada de todo, diferenciar el color gris de los colores, la estampida de la vida, ya salimos del sitio y emprendemos un camino con la vida, “hasta que la muerte nos separe” como un matrimonio bien avenido en una competición de felicidades e infelicidades complicada. Más adelante mezclaremos salud y enfermedades revueltas buscando un difícil equilibrio, un sitio y a lo mejor ese lugar vuelve a estar dentro de una mujer soñada con lecciones de una vida mejor hecha.

Da lo mismo, hay que hacerse a la idea, ellas con su cuerpo tienen una fortuna que puede tenerlo todo, nos trajeron, nos mantuvieron cada vez, cada instante que la carne reclamaba otra vez su carne, nos acompañaran luego, evitarán muchas veces que nos estampemos contra huecos ineficaces de soledad y de silencio, como si dijeran vente de nuevo dentro, allí lo tienes todo, sonriente, quieto, acomodado y único.

Qué placer y qué misterio, allí dentro, ni piensas en el futuro, ni te hace falta el sufrimiento, se trata de un aprendizaje humilde y brillante, mezclas a la vez cargamentos de placer, trozos de los que estamos hechos, pruebas qué se puede hacer con el material humano, con la paz insoportable que tiene dentro una mujer. Siempre cabes, siempre tienes sitio, se trata de saber buscártelo, de reconocerlo, al salir y mientras estás allí. Es una dependencia de la vida que te debe crear toda mujer.

Contaremos las satisfacciones aparte, las vibraciones, los ritmos propios siempre acordes porque ellas marcan la pauta y tú la sigues, a veces recuperas allí, la esencial lentitud que tiene la vida, tu vigor necesario, tu aprendizaje de hombre, tu manera de ser, la invención cultural de tu lujuria, tu lirismo romántico y sin resaca.

El mejor sitio, imperioso y hondo, labios precisos de una mujer, formas de su vulva, identidades importantes a medida como una lección de intimidad que no debes defraudar. Allí dentro hay una paz cargada de sensatez y de memoria, de historia propia y de ella, de sabiduría, no sé, de lo que no tienes en ninguna otra parte.

Hasta he pensado que me puedo quedar sin historias para contar, no me harán falta ya: ni el poema olvidado, ni narrar el desgaste cotidiano, el escozor del gusto, el suspiro de la queja. En el mito sagrado de la fornicación se elige una certeza de lo que sucederá, pero luego dentro hay un mundo propio que escoge la mujer, doméstico a veces, irreversible, único, exigente y preciso.

No hace falta narrar esos momentos, sólo basta tenerlos, olvidar la castidad de la memoria e intentar comprender que es con ella, dentro y fuera de ella donde está el camino y salida de la vida de todos los hombres, su prestigio luego, su deber de recordar lo que le dieron dentro, lo que le mantiene fuera.

A Alicia Giménez Barlet le leí una vez que “nadie quiere otra cosa que ser escuchado”. Pues escucharme y leerme, sin “para” ni “por qué” dentro de una mujer estará siempre la alcancía más hermosa que puede obtener un hombre por haber salido de ella.

Mi respeto, mi veneración.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Solo añadir... hermosísimo ese sentimiento de retorno al útero para convertirlo en el nido donde se sacian las ansias y la busqueda de ese lugar de calma.

Hermosísimo...

Como mujer,como hembra, gracias.

Un beso

Fran dijo...

Es que el retorno que debe tener todo hombre, allí encontrará la vida que le dieron, el amor que lo engendró.

Un beso y mi respeto siempre

Anónimo dijo...

Qué placer y qué misterio ser mujer
Me Regala la dicha de ser madre, la profunda maravilla de observar el crecimiento permanente, la expansión del alma a territorios desconocidos. Ser mujer es tener ese puente hacia el movimiento constante de la vida, la mirada que me hace volver a la alegría genuina, a la risa loca, al salto chispeante de la luz...Es
inmolación de generosidad. dar, proteger, servir, entregarse.
Mujer, sacia la sed de saber en cada pregunta, y en cada descubrimiento...sentir admiración por la vida;compartir con los que amamos todo este caudal amoroso, esta sensación de estar en el centro de uno mismo, y mirar desde la vulnerabilidad la inmensidad de estar en el alma con todos los que amamos.
Y así la mujer, es como la palabras; son las ventanas que abrimos para ser comprendidos en nuestro propio misterio.
Besos en tu mirada.
Ana

Fran dijo...

"Placer y misterio", bien definido. Y la vida dentro para poder ofrecerla fuera a los demás.

Siempre cuando más me he sentido vulnerable ha sido una mujer quien me ha enseñado el camino. Lo tengo bien reciente.

Gracias por tu respuesta, por tus palabras.

Yo no tengo más que beso y respeto