domingo, 22 de agosto de 2010

CUATRO ANGELITOS TIENE MI CAMA

Imagen elegida por Fran

POR CORREVEIDILE


En un vagón de coche-cama, el pasajero que ocupa la litera superior, nada más acostarse empieza a susurrar sus preces:



-Con Dios me acuesto, con Dios me levanto, con la Virgen María y el Espíritu Santo.


Cuatro angelitos tiene mi cama...


Y fue entonces que el tren chocó violentamente contra un mercancías aparcado, dando con el pasajero devoto en tierra.


-Se veía venir –le espetó el de la litera de abajo, se acuesta usted con tantas gente…


Y a cuento de qué viene el chiste, si es tan contrario a todo lo que sigue –si es que se puede saber.


Nuestro héroe de tres al cuarto reúne las cuatro condiciones del consumado pájaro solitario:


-no tienen el color bien definido.


-no soporta compañía ni aun de su mismo plumaje.


-canta suavemente.


-y vuela a lo más alto –sobre todo eso, como hace el águila real, que se aproxima hasta tal punto al sol que deja que ardan las plumas con tal de que el ojo goce.


Se había separado de su mujer después de veinte años de vida en común –lo que era un decir del páramo de un matrimonio burgués la avenido y en descampado, de muerte compartida –serían los términos adecuados. Con su hijo prácticamente que no se hablaba. Tenía, sí, un único nieto, el amor de su vida, aunque apenas si le veía. Y puso el Océano por medio, emigró a la América latina, a Bolivia, por más señas.


Vivía en Suere. Fue pronto preso, sí, de la belleza volcánica de la raza chueca, que le quitó la tierra debajo de sus pies, le hizo renacer de sus cenias y le devolvió las ganas de vivir. Pero la tierra extraña acababa por quemar, se veía siempre como ajeno, vagaba de acá para allá, sin encontrar nunca su lugar. Por si fuera poco, había perdido ha y de modo irreversible –como se pierde siempre, la juventud, que no es el comienzo de nada, sino al contrario, una agonía, que al menor descuido uno ya es viejo.


Hasta que un día, un día aciago de esos que no debían de hallar nunca lugar, recibió un telegrama de su hijo: “Sebastián murió accidente moto stop. Enterrado ayer Stop Saludos.” Lo que le cayó como una losa que acababa con su ya escasa movilidad y le dejaba listo para el moridero.


La vida empieza de dos en adelante, la palabra clave es compartir, venimos a este mundo a aliviar la soledad de otro. “Llega un momento en que, más allá de la tristeza que acarrea, la soledad adquiere una dureza mineral, una desnudez impúdica, genera un grado de insensibilidad tal, que se adivina que la muerte ronda.” Que el bien y el mal primero que vienen dan señal.


El consumado pájaro solitario –al igual que la higuera estéril, redundan, están de más. Se hace con ellos una gavilla y se la arroja al fuego purificador. Y aquí paz y allá gloria, nadie más se acuerda de él.


Su religión del pecado, el rechinar de dientes y el fuego eterno, se le mostraba incapaz de llenar el vacío de su vida, de aliviar el espanto de su orfandad. Las Iglesias vacías convertidas en museos de pago, pregonaban a voz en grito que Dios hacía siglos que se había mudado a vivir a otro lugar. De modo y manera que acabó por comprender que no le quedaba otra alternativa que aguardar; aguardar, aquietando con la mano el corazón que, cuando menos lo piensas, te cae del cielo inadvertido el sosiego de la muerte.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

A veces los derroteros de la vida nos tumban en la cuneta. Soledad buscada u obligada, vida impuesta por cánones sociales que muchas veces carcomen la voluntad del "yo soy" o "yo quiero" y terminan por convertir al hombre social en un individuo extraño hasta para sí mismo.

Leo más allá de tus palabras, Correveidile, y son capaz de sentir la pesada losa de la soledad del protagonista que pensará que su vida ha quedado incompleta.

Un abrazo, con todo mi respeto y consideración.

Bolboreta

Anónimo dijo...

Quise decir: "soy capaz", en lugar de son capaz.

Ayss, mis dedos, van más aprisa que mi cabeza.

Bolboreta