domingo, 1 de febrero de 2009

La arquitectura de lo que me queda


En realidad me queda lo de siempre: la embocadura de mis sentimientos sobre la que tantas veces me interrogo y me preguntan. En ese cruce de palabras puede surgir –como alguien me vaticinaba- el peligro, pues lo asumo y lo disfruto. Quiero ser peligroso y vivir en el alambre del peligro ajeno, todo por el mismo motivo: el manejo de las palabras, de la forma de estar quieto a veces con ellas, o al contrario, aliado de hecho, trazar simplemente abrazos. Aquí intentaré explicar un poco, qué es lo que me queda, cómo quiero distribuirlo.

Vine día tras día del mismo sitio: de haber ido acumulando libros leídos y derivado, saber que me habían escogido, ellos sabrán por qué. Yo lo único que hice fue ir leyéndolos sabiendo que uno nunca termina de leer, aunque los libros se acaben, de la misma manera que uno nunca termina de vivir aunque la muerte sea un hecho cierto. Eso lo he explicado muchas veces, igual de verdadero, me ha temblado el pulso lo mismo leyendo que escribiendo, pero hoy la intención es saber de su arreglo de su más íntima y verdadera arquitectura.

Me explico: lo que más me ha tentado de la literatura –y en mi página web lo voy dejando cada mes, es decir, qué libros son los que me gustan- ha sido la sensualidad, el rito, la aproximación hacia la mujer. Si la tuve cerca siempre desabrochaba su vestido lentamente como si cada botón fuera un mundo que recorrer, como dejándola desnuda en el asiento delantero, lista para todo lo que viniera, aún en sentido contrario, yo era muy dueño al ser siempre rendido, sumiso. Parece lo contrario, pero es lo mismo, sólo tuve ganas de rendición bien asumida, disfrutada a medias; ya que era mi media humanidad preferida.

Y entre las letras que leía y las que escribía había una comunicación que sólo la permite el respeto y el sentimiento. ¡Caramba!, desde hace tiempo, sin cifras de feminismos, respeté y admiré a la mujer, fue mi salvoconducto para amarla luego: he sentido la maravilla del abrazo, soltarme luego en mitad de un beso apasionado, no hay nada más bello que cubrir el rito de las pausas; mi osadía en cualquier momento la mostraba después, siempre fui apaciguado y tierno, pero tenía conocimiento de que podía llegar lejos, y ¡qué bien se disfrutan esas interrupciones luego!

Pienso por un momento, cuando hago este repaso de las posibilidades que me quedan, arreglando todo lo que anda suelto, en los momentos que viví más tiernamente: paseando mis dedos por una boca para alimentarme de ellos; entrar en los capítulos, aparentemente sin trascendencia, cómo aplastas la cara entre unos bellos pechos y dejas la espalda descuidada; las veces que he sentido tanto miedo al querer que me podían impedir volver a ser libre, aunque pensándolo bien siempre era preferible la dependencia de una mujer.

Cuando tuve las cosas bien siempre fui un ser apasionado, casi embobado. No las tengo óptimas en este momento -inquietudes que me trae la carne cuando no la utilizas contra otra carne- hacen que repase, le llamé arquitecturas, pero puedo decir cualquier cosa. No me gustan los recuerdos sino los presentes; ni la soledad doméstica de las fotografías, ni la urgencia de los sentimientos, o las respuestas del tiempo, o una mala tarde y el cansancio de cualquier silencio.

Pues en este momento mi arquitectura es el rigor que siempre tuve, la verdad del amor que nunca escatimé, la búsqueda de la palabra precisa dependiera para quién; ser cálido, posible acompañante verdadero, la tozudez del sentimiento.

Todo eso lo tuve y lo sigo teniendo bien arreglado.

10 comentarios:

Lila dijo...

Precioso...

Fran dijo...

Pues si te lo parece lo que escribo, es lo siento, lo que pienso y sólo me esfuerzo en escribirlo con un elemental rigor.

Una linda palabra para ti: gracias

Bambú Blanco dijo...

Hola Fran:

Me parece muy sensual, incluso erótico. Me ha gustado mucho eso del "rito de las pausas". Es un texto que está muy bien escrito.
Gracias!

Fran dijo...

Sigo mis sentimientos a donde vayan y si tienen un tono erótico, jamás lo escondo, Bambú Blanco. En cuanto a lo de las pausas, ¿verdad que es cierto? Tienen un encanto especial.

Me alegro que te haya gustado el escrito.

Gracias a ti y un beso

Anónimo dijo...

Así, empinada, curiosa, me asomo
a tu blog, para encontrarme con
este maravilloso relato, sensual,
de palabra clara, hermosa, sutil.
Me ha cautivado su delicado erotismo "cubrir el rito de pausas". Eso sólo puede hacerlo
quien conoce todos los secretos,
todos los senderos...
También pienso que no se puede
vivir de recuerdos. Hoy habrá
que reinventarse.
BB

Fran dijo...

Siempre tendrás BB puerta abierta en mi blog y pausa si es necesaria. Es cierto que conozco esos ritos y esos secretos. Son muy bellos, eso...los "senderos" palabra precisa en tu verso, como siempre.

Y los recuerdos conviene, en efecto, hacerlos nuevos.

Un beso nuevo

Anónimo dijo...

La arquitectura es bella, siempre con la base firme, ahi, a la espera de esa musa........ la ideal a los escritos y mil sueños.
besos maria dolores.

Fran dijo...

Siempre esperaré una musa, María Dolores, siempre. En mi realidad y en mis sueños. Mis escritos son como un camino en su búsqueda.

Anónimo dijo...

Querido Fran, que es usted un verdadero peligro, no cabe duda jeje pero estoy segura que sabe quedarse con lo mejor, su experiencia lo dice todo, lo importante es quedarse, siempre con lo mejor.
Fran, del camino vivido y de tantos libros leído, es normal que sepa afrontar así de bien las dificultades, ya me agradaría pero a veces aun me pierdo.
Siempre expresa ese sentimiento hacía la mujer, con un tacto diferente, es bonito aun sabiendo que puede ser más novela que realidad pero es bello de leer.
Bueno, es posible que a veces sea casi necesaria una pausa pero no siempre jeje es una broma, la verdad que da gusto leerle.
Caray, a veces cuesta coger el hilo, yo no dejaría la espalda, al menos yo, es uno de los puntos de más sentimiento pero seguro que el hombre preferiría la delantera jajaja hombres.
Es eso, estoy de acuerdo con vos, la soledad es terrible pero los recuerdo, querido amigo, son imposibles de borrar, son el pasado, la carga del presente y la pesadilla del futuro, de qué sirven que sean buenos o malos, si con el paso del tiempo se convierten en lamentos?
“Pues en este momento mi arquitectura es el rigor que siempre tuve, la verdad del amor que nunca escatimé, la búsqueda de la palabra precisa dependiera para quién; ser cálido, posible acompañante verdadero, la tozudez del sentimiento”.
Que bonito final, Fran, siempre leo rápida para disfrutar el final de sus textos, dicen que siempre hay algo que aprender pero creo que usted lo sabe casi todo.
Mis felicitaciones y un besote
Ley.

Fran dijo...

En efecto, Ley, no podemos evitar que los recuerdos hayan dejado su huella pero no deben atomentarnos, son ya inmovilizables, son pasado.

Pues si te gustan mis finales, empiezo desde abajo y allí me dejas tu beso para que yo te devuelva el mío.