viernes, 4 de abril de 2008

Aquí hubiera podido vivir cien años

Me trajiste la imborrable imagen de la casa de nuestra niñez, de esa manzana frente a los puentes que cruzaban el cauce del Turia que contigo compartí muchos años allí. En mi caso, toda mi niñez. Desde hace poco es la lujuria de las imágenes que me traes, sueltas e impacientes en tus desmejoradas bolsas de papel y sus textos donde no cabe más prieto el castellano: cómo poder decir mejor que uno se siente mal “con el humor de los párpados cuajados”. ¡Ay los genes para escribir -frase ajena, el acomodo para vivir!

En esa casa hubiera compartido la elegancia, el origen notarial, con las camas separadas como un matrimonio hace luego, debe hacer luego; si dormir con el doctor o antes en la niñez con una madre investigadora permanente de los engaños, si esas separaciones no me hubieran hecho tanto daño, allí estaría merendando en el “Principal” que tenían todas las mansiones de raigambre, mientras al fondo quedaban las habitaciones del servicio.

Cien años como un poema apropiado, con la clínica del doctor de quién más tarde, descubrió nuestra madre el rótulo de una calle con su nombre en su ciudad natal, osado en sus vivencias pero dueño en el trato con la gente –gracias, por dármelo. Y con ello los inevitables pliegues de estar tan bien con las mujeres.

Aquella casa supo darme -desde niño los tragos largos de las madrugadas sin sueño, aprendidos en su espera mientras el médico deshacía los papeles de los caramelos que chupaba para evitar, no poder evitar el mal sueño: o caminaba por la casa mientras yo me hacía el dormido. Creo que en aquellos disimulados insomnios me inventé la realidad de lo poético, la intimidad de todas las letras que escribiría luego, aprendí a diferenciar en los versos las sílabas de las palabras en una especie de religión de claves secretas.

Allí no me hubiera venido la vida toda junta jamás, la habría saboreado hasta siempre, hasta que no me quedara y fuera yo el notario que diera fe de su duración, de su permanencia, porque no nos olvidemos vivimos lo que queremos y pudo ser allí establecerla sin un destino preciso, sin ansias de compromisos, sin litigios. Esa vida difícil en la que todo se puede, necesita marco y magisterio, Navarro Reverter/Plaza de América/Sorní lo tuvo siempre y en aquella esquina de Sorní luego, el mapa de los libros que trazó hasta mi rostro juntó lo anterior, lo futuro, lo distante de una vida que debió durar cien años.

Si tú escribes, hermano, que “no me suelo morir en verano” y describes tu estancia en Baden Powell House, acompasas tu respiración como allí al leérmelo, al lamento de aquel bengalí muerto, a mi me devolviste en esa imagen, ciento y pico años después, la ambición, la grandeza de haberlos cumplido casi allí al menos con una hospitalidad inolvidable, la que hubiera sido capaz de inventarme yo.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Hoy he madrugado, no quería contestarte aqui poque se que no me iba a gustar saber que tiraron la casa para construir pisos modernos.
Aquí esas construcciones se cuidan mucho y se restauran ¡¡ son tan hermosas¡¡
Si me gusta Madrid es en gran parte por eso, por sus fachadas del siglo XIIX y XIX y algo, poco , modernista, me gusta pasear por sus calles porque en el sitio más insospechado te encuentras una fachada impresionante y restaurada.
Los recuerdos que tu tienes y esa fotografía no te los podrá derruir nadie para construir nada nuevo, porque los recuerdos se colocan al lado unos de otros, no se destruyen para colocar nuevos en su lugar.
Un besahuecos
Garanza

Fran dijo...

Para Ana.
Llevas muchos años leyéndome, casi desde que empecé a escribir en internet y llegaste hasta aquí sin un reproche, ni un mal gesto. Tuviste hasta con otra amiga que escribía con frecuencia, palabras de admiración.

Vendrás muy pronto otra vez, estoy seguro. Porque te necesito.

Mucha suerte y todo mi afecto.

Fran dijo...

Yo madrugo mucho siempre. Echaba de menos tu respuesta porque aquí será su sitio.

Paso con el coche lejos de la zona dando un rodeo a veces innecesario. No quiero ver la finca que hay, no siendo fea, quiero que me devuelvan lo que teníamos.

Como no puede ser, me conformaré con los recuerdos que tú dices que siempre existen si quien les da vida tiene vida y alguien le ayuda con un besahuecos.

Hoy tapé el hueco de una ausencia. te amndo el mio por si no tienes "aire" hoy por tus tierras.