sábado, 9 de febrero de 2008

La derrota que uno elige


Que nadie que me quiera sienta nada más que lo que siento yo, como Panero: “el derecho a mi cansancio y mis heridas”, todos lo sentimos, todos las tenemos. Todo viene quizá con un tinte unamuniano que traía ayer Susana Fortes cuando hablaba en “Gambito de caballo” –impecable artículo, sobre la muerte de Fischer, ese genio, ese Dios que me trajo al recuerdo las horas que he pasado estudiando de madrugada sus partidas y las que yo terminaba de perder porque siempre que jugaba esa variante de la siciliana había entregado pieza antes de tiempo.

No me pasa nada, nada para quienes me quieren, me leen, me dicen que me leen, es que estoy hasta arriba de amaneceres leyendo para poder aprender a escribir un día. Borrás, el de “Pre-Textos” ya me lo dijo, para saber escribir hay que habérselo leído casi todo antes. En ello estoy y llevo puesta encima el inagotable retraso de mi tiempo, no me hacen falta sueños ni recuerdos, sólo tiempo, porque no tenerlo es un volante de amargura inevitable.

He elegido esta derrota que es la forma de ganarme alguna victoria. Antes que nadie apelaré a mis sentimientos, los destruí yo solo como una fiera herida que busca lo que le queda de la vida. A mi nada me puede porque todo me lastima demasiado y de ahí salgo ganador: de contarlo.

En mi enorme base de datos de lo que escribieron los demás, pongo las comillas donde quiero, fueron libros sólo cuando yo estaba leyéndolos, cuando escribía en ellos lo que los haría viejos pero propios. Así he ido anticipándome a lo que se me venía encima, lo he ido poniendo en una especie de hueco lleno de palabras para usarlas luego.

Y procuro al usarlas a ver si posible anticiparme como hace la mujer. La anticipación es lo que excita, lo que viene luego no se sabe porque lo que más te hace falta nunca lo tienes: una camisa abierta más de lo decente; un beso para recrearse, gratificante, relajado, un esfuerzo mayor del que tú haces, nunca tener bastante, ése es el poder que intento, palabra va, palabra viene como hace cualquier poeta en una búsqueda obsesiva de expresar lo que siente.

Me quedaré en la derrota de no poder llegar a ello, pero inquiero, anhelante de una respuesta como cualquier mujer con el pubis encendido. Y si no tengo a nadie sin acordes ni abrazos para quedarse entre los papeles, constante a mis acordes; o calzado todo terreno para volver a caminarlo, entonces, me equivocaré de nuevo sin ayuda de nadie, con ojos de cansado, sin prendas corporales. Me equivocaré y volveré de nuevo a la seguridad del sentimiento trágico de la vida unamuniano, que citaba la Fortes; releeré más de veinte mil registros de Acces que pasé un día, ficha a ficha, perfeccionada sin una sola errata; despejaré de una vez una mesa de libros amontonados que no sé cuándo leeré.

Y a lo mejor como cuenta Susana Fortes que hizo Fisher al final de sus días, intentaré regresar a la única época que me queda con recuerdos todos limpios: una vieja librería donde vendía libros que no iba a cobrar pero en donde como Fisher en sus tardes felices de su barrio de Brooklyn, me sentía Dios.

Él lo fue entre 64 casillas con su apertura de peón de alfil de dama en su guerra frente a Spassky. Murió a los 64 años también. Yo a mi modo, cada madrugada con los cómicos, recién terminada su representación y que en aquel trasfondo, en aquel infierno de libros prohibidos de mi librería empezábamos en cambio de nuevo una nueva borrachera.

Ése es el mejor recuerdo que me ha dejado libre la vida para elegir mi forma de derrota y contarla después.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Me equivocaré y volveré de nuevo a la seguridad del sentimiento trágico de la vida......
Se ha dejado de vivir, cuando se da mas importancia a recordar lo realizado, en vez de ponernos a planear lo que aún nos queda por hacer, lo que nos espera por delante, aún en el ocaso de nuestras vidas.La vida es una serie de circunstancias de las que a veces no se tiene ningún control. Pero eso no significa que seas una marioneta manejada por los hilos de lo inesperado y del azar.Siempre tendrás a tu alcance el poder de la decisión, el aceptar o negar, aprenderás atinando o fallando, de lo malo y de lo bueno.
Un placer leerte y acompañarte.
Ana

Fran dijo...

Si es un placer para tí leerme, para mí es necesidad. Paso momentos muy malos, Ana y claro, claro que tengo que mirar a lo que tenga delante. Pero el dolor donde estuvo está.

Gracias y un beso