miércoles, 13 de febrero de 2008

Amo a las mujeres


Amo a las mujeres porque salí desde dentro de una de ellas. Ese lazo de relación que crea el nacimiento dura muchos años, hasta que se te acaba el miedo a los años, dura hasta que lo pierdes y te sientes sin una mujer única para siempre en tu vida.

Amo a las mujeres porque siento una inevitable necesidad de ellas, como una ayuda para que me guste cualquier cosa pequeña, semejante a una curva de ellas, le revuelves un poco el pelo y tienes que llamarla todos los días. Ya desde el principio en su físico íntimo, ellas abren sus muslos y para mí siempre ha sido como un intento de leer sus entrañas, ver lo que me depara el futuro. Ahí estuvo siempre el murmullo de la literatura, un fenómeno que no puedes creértelo, pero que es cierto, llegan antes que tú a todos los sitios, maduran cuando a ti no te habían enseñado en qué consistía eso de la madurez.

Amo a las mujeres como un observador emocionado, fueron siempre perlas en mis penumbras, -sus labios vaginales discretos, un vértice regularmente plegado para buscar un permiso de humanidad y admiración. Ni guapas ni feas, mujeres, es suficiente, que afortunadamente nos ganan casi todas las partidas.

Hoy le leía a Isabel Coixet su defensa radical sin feminismo, "las tetas importan aunque molesten a las feministas" y se basa en el guión de la película que le dio Roth: "el cuerpo tiene más memoria que el cerebro." Porque en su cuerpo he vaciado noches enteras como no había otra forma de ocuparlas, de liberarlme. Con su cuerpo en mis manos lloraba todo lo que me faltaba, eran sus muslos, sus axilas, simplemente la palma de sus manos.

Y como una vez me aprendí de Catherine Millet: "copular respondía a una necesidad más amplia; abrirme un camino sin asperezas en el mundo."
Eso he hecho, eso le debo, a eso me ayudaron junto a dos factores del hombre poco habituales creo: una entrega con forma de sumisión, que no le resta jamás hombría al hombre y una tabla de valores donde cuando están superiores hay que saber decirlo, sin cuotas ni porcentajes, con humildad y reconocimiento. Así lo hice en el trabajo, en la amistad con ellas, en la simple convivencia, el factor más difícil que tiene la vida.

Prefiero que me tengan a tenerlas, que me den conmigo generosamente su belleza interna, su forma de amar, su lenguaje que parece que viene de atrás cuando tienes las manos puestas, cuando son comida para tus manos y debes llegar con la petición de permiso que sólo tiene un hombre generoso o enamorado. Ya me tiene, ya no hay frontera entre el alimento y el cuerpo, hasta se quedan al margen las palabras que yo siempre tengo. Pero sentía un dedo en la boca, una orden de silencio, una voz enérgica, ¡calla! porque si hablas me puedes. Y con esa carencia de lenguaje, aún así, amo a las mujeres, respeto y demando a las mujeres, como si todo estuviera aún por decidir.

Tengo compromisos sociales para días siguientes: ir a la ópera al Palau y también cenar en un sitio acogedor y preparado una noche que llaman de los enamorados. El amor más completo no lo perderé jamás. Disimularé con unas flores, pero pondré luego en su muñeca una pulsera de plata porque ella sabe que amo a las mujeres.

Tengo permiso permanente para escribir que son todas ellas como un fruto del desierto, duro a veces en su corteza pero fresco e inagotable por dentro.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Mil gracias por cruzarte en el camino,de una mujer y mil gracias por hacer de esta criatura, tanta belleza y elogios.
feliz día te deseo de corazón.
Ana

Fran dijo...

Gracias a ti, Ana y no por un simple cumplido cortés, porque durante tanto tiempo, desde que pusiste una palabra debajo de las mías, siempre has estado, sobre todo en momentos en que uno se siente algo muy sencillo: en silencio, y tras ese muro triste y solo.

Vivo de realidades del momento, de lo que terminas de escribir con su historial tan válido detrás.

A ti te sirve muy bien que amo a las mujeres.

Un beso especial

Anónimo dijo...

Soy mujer.
Nada mas esto,
me vuelco,
me abro entera,
me entrego...

Mañana ya no sabre de mi
porque se muere uno, a veces,
cuando se pierde la intimidad del canto
y la ternura - de repente -.

Te das cuenta, entonces,
por milésima vez
que estas solo
más que siempre:
como antes de nacer...
Feliz descanso te desea.
Ana

Fran dijo...

"Mañana ya no sabre de mi
porque se muere uno, a veces,
cuando se pierde la intimidad del canto
y la ternura - de repente -.

Te das cuenta, entonces,
por milésima vez
que estas solo
más que siempre:
como antes de nacer..."

Te lo copio porque ahí está todo.
Felices descansos no puedo tener, Ana, pero poco importa ya.

Gracias por acompañarme en mi soledad, y a la poca vida que le queda ya a este escritorio.

Un beso