sábado, 31 de julio de 2010

GUSANOS DE LUZ


Por Correveidile

A Langreo no he vuelto desde que murió el papá, recién cumplidos yo los trece. En Septiembre, en el Cantábrico, la luz decrece, el día acorta sensiblemente y refresca; y en un abrir y cerrar de ojos te encuentras como andando a tientas si no pulsas el interruptor. Y era entonces que empezaba yo a merodear por el jardín en búsqueda de luciérnagas, por los rincones por donde sabía que tenían su querencia, el pasto o la dormida.



De pronto, aparecía una cautelosa, me arrodillaba para estudiarla a conciencia, me hacía cruces de cómo, sin estar conectado a la red ni llevar pila alcalina alguna, brillaba de esa manera. Y la miraba asombrao, yo era todavía un niño.


Es la piel que les cubre, escamosa, metálica –me decía el papá, que refleja la luz ajena, del poniente recién o del interior de casa, de la luna o la noche estrellada. Mentira. Una más de las cosas que nos dicen de niños –de las que he perdido ya la cuenta y resulta luego no ser verdad, como los Magos de Oriente. Porque una noche sin luna, africana y en el rincón más oscuro y alejado del jardín junto al garage, descubrí una rutilante como una estrella.


Por si fuera poco, había luego de saber que a la luciérnaga se la tiene por buen augurio entre los hindúes, presagio de amores correspondidos. Pero llevo medio siglo que me tropiezo con una –y así me va; debe ser una especie a extinguir o ya extinguida, nos vamos quedando sin nada, sólo el odio permanece, no hay modo de acabar con él. También hube de envidiar su vida fugaz, porque mueren cuando truena.


De los veranos de langre, cuando aún me crecían los dientes, prevalece el recuerdo del misterio, para mí indescifrable, de los gusanos de luz.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Me has recordado la estancia en la casa de mi abuelo, tardes enteras de verano, correteando al aire libre entre frutales y fresas silvestres a las que en este lugar en concreto se les llama "amarotes" y lo que a mi me llenaba de misterio era asomarme a un regato de agua donde las ranas desovaban y los renacuajos eran los dueños del minúsculo mar en el que yo indroducía mis dedos para dejar que aquellos bichitos negros, extraños de cola larga me rozaran en su eterno ir y venir. Cuántas cosas me he preguntado yo sobre esos sere negros, casi alienígenas que fueron capaces de retenerme horas prendada de su misterio.

De niños ponemos nuestra magia en lo que nos sorprende, tú en tus luciérnagas, yo en mis renacuajos y nos llevammos su misterio con nosotros, el resto de nuestra vida, como un amuleto... verdad?

Un abrazo.

Bolboreta

Fran dijo...

Le haré llegar, querida Bolboreta, tu comentario a Correveidile quién al recibirlos y en el destino de sus palabras para ti, ya te ha puesto el calificativo de "hembra brava".

Claro, le dije y bien necesaria es para mí.

Anónimo dijo...

Voy atrasadisima. otra respuesta pendiente, besos maria dolores.

Anónimo dijo...

Hay tantas cosas pendientes del hilo de la vida, pero no del corazòn , q alli albergaron verano tras verano y sin pausa anidaban en espera de ser resueltas.
Lo q màs ilusiòn me hacia en estio, era q lloviera para salir a coger caracoles, aquellas vaquetas q fueron casi o son como un cuento, porq por mucho q las busques en el monte o bajo los ribazos ya no existen.
me adentraba en los campos y el monte y muchas veces regresaba a las 23,00 de la noche, mis buenas docenas y sin temos a ser asaltada, los caminos y el monte eràn parte de mi vida en la Masia.. quizas por eso mi apego al Camino de Santiago, para meditar y recordar q aun existe gente buena, aunq camine sola.
Correveidile, disfruta recordando.. cosas q jamas volveràn.
besos maria dolores.

Fran dijo...

Estoy seguro que en cuanto vaya a para a sus manos tu comentario Correveidile disfruatará recordando y te contestará.

Besos