sábado, 7 de marzo de 2009

Mi vida está en la suela de mis zapatos

Cómo los estuve desgastando en exceso y cómo ahora, al igual que un capital escaso que me queda, tengo que administrármelo. Alguien, tan cerca de mí, que notaba hasta su boca –y eso que el chat boca a boca no me gusta, pero ahora quizá ya lo busco sin querer en el rincón del monitor -me preguntaba ¿pero puedes andar? con un descaro admirable que solo lo tienen las personas tan importantes que sus preguntas, su curiosidad, es la manera más admirable de saber la verdad.

Sí, sí que puedo andar le contesté, y caminar que es mucho más rico que andar, y disimular si no lo haces muy bien, pero da lo mismo, se han fijado entonces en mis ojos porque tengo la mirada persistente, desde la vida de la suela de mis zapatos hasta mis ojos imposibles de tristeza porque se empeñaron en hacerme viejo antes de tiempo. Y puedo viajar (–le copiaré a Lila la forma de subrayar- podré caminar dos horas con un desconocido enseñándome la bella ciudad de Gantes, mientras no vale la pena estar en la mansión lujosa de Bruselas de una hija casi presidenta entre las presidenciales porque está con “su” Presidente, hablándole en algún idioma que tengo que preguntarle cómo es. Te vas mañana, dices, a Chipre y ¿qué hablan allí con lo lejos que está?).

Puedo andar ya lo veis, pude tirar antes por la ventana de mi segundo hogar una silla de ruedas primero; luego dos muletas con el lujo de Ortoprono –con las que fui a venderle una novela a Borrás en Lengua de Trapo-; un bastón con empuñadura de plata, de esos que sólo llevan los viejos ricos, pero se confundieron porque ni soy viejo, ni soy rico; más tarde hasta el apoyo de cogerse del brazo cuando ya no te tira demasiado cogerte del brazo (los signos exteriores de cariño suelen usarse cuando ya no queda cariño). Para así al final, no sólo puedo andar yo solo, sino ni hacerlo “de milagro”, eso que dicen los traumatólogos con vocación de carpinteros, que me mandan a rezar cuando me salen las fístulas que yo lo he mirado en el google y es signo de deseo. Ya lo entiendo, ya lo voy entendiendo…

Mi vida está en la suela de los zapatos, los “New Balance” que tengo todavía de los maratones que corría y estos de ahora, que tampoco están mal porque me dejan ir a cualquier sitio “de milagro”, pero voy hecho un pincel, con la ropa más cara que encuentro, pico de oro en cuanto abro la boca y el deseo manifestado muchos años de ayudar a la gente, de querer a la gente, de esperar todo de la gente, para eso he desgastado tanto los zapatos; para eso tengo todavía veinte años, los veinte años de la Universidad –procurando entrar poco en clase-; se me nota en los ojos, en la manera de poner las manos, de inventarme con alguien la cultura cuando le hace falta, de levantarme cuando aún no ha empezado la mañana y hacer que ni un solo minuto de mi ocio no sea riqueza para mí o para alguien que tenga el atrevimiento de preguntarme cómo es eso de los placeres del lenguaje compartido –que no lo sabe casi nadie- pero que siempre fui capaz de hacérselo entender a las mujeres, proféticas, donde en sus caderas jamás se pone el sol si está junto a ellas un hombre cerca, con esa pose de espera memorable que tienen cuando puedes darles lo que quieren, el único éxito verdadero que puede tener un hombre.

Mi vida está en la suela de los zapatos porque puedo andar, nada menos, porque he contado bien los dedos al preguntarme cuántos había al salir de los quirófanos, esos sitios fríos y luminosos como un témpano donde debieran prohibirle que entrara nadie si no es para devolverle la vida que está perdiendo fuera. He salido casi a pie de esos malditos sitios, en plena juventud, con diez horas de trabajo en las espaldas la víspera, una gente admirable que años después, cuando ya no quedaba casi nadie, aún sabían mi nombre en una multinacional de 5000 empleados, donde elegía a las mujeres -estonces no había ni cuotas ni leches- que valían más que los hombres.

Sin el casi, a pie, dio luego lo mismo que al día siguiente por el pasillo, ¡crac, ya se ha roto el fémur! Se vuelve a entrar en el sitio frío al día siguiente y eso sí, se lo adviertes, que en el lugar de la pierna izquierda sólo te queda esa pierna izquierda. Y la derecha ya lleva demasiados recambios o acetábulos que se ve muy bien lo que es, cuando mi amigo Ricardo me deja sacarme copias de su ordenador hasta en papel corriente mientras hacen cola los demás pacientes. ¡Perdón, les digo al salir pero es que este es mi segundo hogar desde hace veinte años!

En las suelas de mis zapatos tengo un mundo detrás –os lo puedo jurar- de antes y de ahora. De: “ser en la vida romero/sólo romero/que camina siempre por caminos nuevos” o del mismo Benedetti en “Hagamos un trato”:

“Si alguna vez adviertes que te miro
a los ojos y una veta de amor
reconoces en los míos, no pienses
que deliro, piensa simplemente
que puedes contar conmigo.”

Todo eso se debe a la vida que hay en la suela de mis zapatos y a lo bien que sé andar con ellos, “de milagro”. Pero luego hay que atreverse a contestarle al “carpintero” mejor que usted, bien mirado, mucho mejor que usted.

16 comentarios:

Lila dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Lila dijo...

Fran, como ves me va fatal este internet hoy (Risas))

Impacta mucho la intensidad de tu post, quisiera tener un poquito de tu fuerza. Eres inspirador.

Un abrazo muy grande

Anónimo dijo...

Y seguirás caminando, mi niño,
con la fuerza que tienes dentro
que trasmites, que regalas, que
nos anima.
Un beso
BB

Josué Ramón Ascencio dijo...

Los andares son interminables, seguiras teniendo suelas para toda tu vida por esa fuerza con la te expresas...

Fran dijo...

Vaya como ya tu internet, da lo mismo, si te inspiro, ya me siento inspirado luego, es un placer, esas cosas son las que me dan la fuerza luego.

Ya me siento abrazado

Fran dijo...

Seguiré caminando, BB, porque me siento tu niño, como un niño. Lo que pueda transmitir me lo has sabido regalar con tus palabras.

Un beso

Fran dijo...

En eso confío, Josué Ramón. Lo que cuento lo llevo dentro no lo dudes. No se improvisa.

Gracias por tus palabras

Fran dijo...

Para Lila-Esperanza, lo que va mal son mis erratas de antes, jajajaja.

¡A ver!, un beso lo he puesto bien.

Anónimo dijo...

Cuando ya no queda cariño....
un poco cañero sí que eres , eh?'
Eres el primer hombre que conozco ( intuyo ) con tendencia al drama .
Bueno, el segundo.
Eso te da una cierta envoltura entre misteriosa y desesperada que ha arrastrado muchos corazones, a que sí??
...
Aparte de eso, me alegra que andes, que camines, que le saques la lengua a los carpinteros , a los orfebres y a los vietnamitas que fabrican tus New balance.
Y que escribas así para nosotros.
Besos.

Fran dijo...

Sí, Reyes, pero mi caña es "soto voce", al oído, a la cara, cargado de razón y cuando me causan drama devuelvo drama, es verdad. Nunca chillo, ni en casa.

Llevo muchos años en la red y se me conoce poco con tantas personas que han desfilado por aquí, incluso que me leen y no pian. Ese es mi atractivo y mi "misterio" del que hablas.

Tú eres una tía tan lista, tan sencillamente lista que con poco que se te diga, lo entiendes. Rompí corazones, es cierto, pero también me lastimaron a mí y algo que he leído como colgado en el blog por alguien, pero que no encuentro, ha sido capaz de decir te quiero, pero sintiéndolo de una manera bestial como lo necesito desde que tenía uso de razón.

Al jefe de los carpinteros, le diré cara a cara lo que no hay derecho a decirle, con un simple número de Seguridad Social -y no había chistado en 20 años- que no puedes desentenderte de un enfermo y decirle, usted "anda de milagro".

Un beso, sabionda

Anónimo dijo...

Fran querido, siempre has sido un hombre que anda derecho, no importan los zapatos, aún descalzo tu sensibilidad oral y verbo fácil, rápido y apasionado hacen de ti un varón de hermosura sin igual.

Te adoro,
María

Anónimo dijo...

La verdad q no termino de entender,siempre q no sea caminar a la deriba, bien hecho, yo camino por la vida aunq procuro calzarme bièn es esencial en ello, para poder llegar al sitio adecuado o q deseamos, porq eso de comprarse zapatos a medio camino, la verdad no es mi lema,mejor es salir ya bièn calzado,q pena querer llegar y quedarse a medias por el echo q se gastaron las suelas o no fuimos capaces de aceptar q habia q caminar con soltura,admirando cuanto està a nuestro alcance.¿probastes sentarte en una banca? y ver bailar al son de la musica.Me recuerda a Guanajuato, q alegre ver como nunca sienten desgastados su calzado.
Besos maria dolores.

Fran dijo...

¡Qué bien, María, que me llames guapo! Y tú me has tenido junto a ti en peores condiciones de las actuales por lo que entindes esta historia perfectamente.

Un beso caminando

Fran dijo...

Probé, necesariamente, María Dolores, a estar mucho sentado, sin haberse ni gastado la suela de mis zapatos, por eso he intentado explicar lo que fui capaz de hacer al levantarme.

Un beso

Bambú Blanco dijo...

Y yo creo que un poquito de tu vida también está en cada uno de los comentarios que nos dejas, en tu blog y en los nuestros.

Un saludo Fran.

Fran dijo...

Sí, Bambú, llevas toda la razón. Mi vida está hace ya muchos años en los post que aparecen, oomo como una manera de desnudar mi soledad. A la que todos tenemos derecho.

Gracias por leerme