sábado, 21 de marzo de 2009

Desde casa, desde dentro


Aquí vivo, cuando hace falta, el sabor canalla que siempre tuvo para mí la noche; aquí confesaré dos objetivos: que venga de nuevo la mañana y poder ir a cualquier sitio, a por aquello que necesite buscarlo y que no me lo tenga que traer nadie. Nada menos.


Mientras, desde mi casa comencé a hacerlo todo y voy a terminar las cuatro cosas que me quedan, las de todos los días, pero donde el ocio es riqueza y pobre de aquel que así no lo convierte. Desde ese repetido ocio me he ido situando: como en un mapa geográfico trazado a voluntad, la habitación de una hija, con su residencia extranjera, la hice totalmente mía para siempre. Ya no está ni su cama, ni sus cosas, ni nada parecido; sino mi amplia mesa del ordenador; la impresora multifunción; las llaves de memoria colgando de los cables para tenerlas bien a mano, el disco externo y un ordenador portátil también, para que nunca me falle asomarme al exterior, a esa ventana que un día mi quietud me obligó a hacerlo.

Suprimí en toda la casa las paredes al convertir el placer de leer en algo que me durara toda la vida. Sé que envejecer para mí es ir acumulando los libros leídos dentro, y tenía también que hacerles sitio fuera. Son mi religión, mis respuestas, mi memoria personal de los recuerdos ajenos; son el hueco por derecho en más de doscientos metros, un camino, un pasillo que conduce a todas las partes de la casa parece que no tiene piso ni techo, tiene libros, miles de libros leídos y cantidades por leer, raro es el día que ninguno busque su lugar.

Fijaros, hay a mi alrededor como una literatura cuyo permanente argumento es su presencia, por donde me pasan las cosas que me quedan sin exigirles más detalle que su permanencia, aquello que quieran dar, y punto. Repercutirá, a veces solamente, lo sugerente y lo milagroso de una sola palabra, como un gesto inusual que no todos tenemos. Me servirá para ir sabiendo, para militar, en suma, tanto en la voz como en la palabra. Y de la lectura se me han hecho los ojos negros y densos –más de lo habitual- por esas horas que para mí no pasan. Rodeado de libros no he vencido la frustración de no haber podido leer los libros suficientes. No podrás, no lo intentes, me dijo Josefina Aldecoa.

Porque no los dejo en las estanterías luego, me los llevo a la vida, es mi lujo, mis invenciones, el instinto natural de mi especie de ser hombre; cómo miro a los ojos, cómo le hablo a las mujeres, cómo ofrezco las manos, cómo voy descubriendo la capacidad de los abrazos. Y aquí en casa tengo tres lugares especiales para estar con ellos: donde veis en parte de la imagen, al compartir la vida con quien también se hizo la vida con ellos; otro sillón de cuero viejo que tiene a lo mejor mis mismas antigüedades está en el cuarto que le robé a mi hija, con el ordenador, mis papeles, las notas que sobre ellos voy tomando. Le llamo la butaca de la noche del insomnio luego de los besos entregados.

Y anticiparse a esa noche –porque sin leer es imposible dormirse luego- hace que incline mecánicamente la cama en la misma posición de lectura que a veces allá en los hospitales.

Vivir, amigos, hace ya demasiado tiempo –no me atrevo, no me atrevo a decir cuánto tiempo- que no me resulta fácil. Por la mañana hasta casi consigo creerme la libertad que no tengo, esa que de noche se me cae encima. Se me terminó demasiado pronto lo que encontraba cada día fuera, por eso este refugio de la casa y de las palabras, es lo primero que uno tiene, lo que más dura, lo que más necesito luego.

Soy tan solo el puñado de palabras que conozco, poco más puedo dar o puedo hacer. Si busco el lirismo de los objetos me quedo a medias con el de las malditas palabras. Tú te expresas bien, me dicen luego. ¡Anda ya, es que me prefieres muerto! Es una militancia de partido que no engaña ni traiciona. Es mi ir tirando, mi ir llegando.

En esta casa, demasiado tiempo dentro con una piel ya memorable pero convicta y una mirada limpia. Y esta tarde, concretamente esta tarde, me ha dado por escribir como si fuera una especie de memoria, pero con miedo porque se pasa de vivo a muerto y vuelta a este rumor suave que tengo dentro con cariz de amuleto.





21 comentarios:

Lila dijo...

Aquí estoy, para meterme en tu casa, allá voy.

Fran dijo...

Serás bien recibida.

Un beso

Anónimo dijo...

Qué hermoso lugar y qué hermosa
compañía! Ninguna se me antoja
mejor que estar rodeado de bellas
palabras escondidas en esos
libros que atesoras. Ellos son
como amigos entrañables, te
llenan de alegría, de bienestar.
Sólo tocarlos, abrirlos, sentir
su olor, es un placer permanente.
Gracias por invitarnos a tu
preciosa intimidad.
Gracias por lo que dices, por lo
que sientes, siempre profundo,
siempre conmovedor.

Franz dijo...

Con permiso.
Buenas noches, queria decirle que no sé que libros guarda en esa biblioteca, pero que tiene un aspecto envidiable, enhorabuena.
Hay algo que dijo que siempre lo pensé y no escribí: una letra, a veces una sola letra, es la puerta para adentrarme en mil fantasias, en mil reflexiones. Saludos.

Lila dijo...

Ahora, ya te he vuelto a leer, entre la complicidad de mi diminuto estudio improvisado, con un gran corcho repleto de fotos de mil momentos divinos, una coleta tipo cebolla en lo alto de mi cabeza, desnuda con mis pantuflas azules, y cuatro libros poco útiles a mi derecha.

Miedo. Fran, lo tienes todo, la sabiduría necesaria, el amor que requieres, la voluntad de un guerrero, y ahora si te sirve de algo yo te regalo mis brazos para calentar esos putos huesos que tanto joden.

Siente miedo siempre, no dejes de sentirlo, porque el miedo solo lo sentimos aquellos que nos atrevemos a la vida.

Tú, ya sabes lo que admiro.

Fran dijo...

En efecto, son más que mis amigos entrañables, mi piel, mi vida. Por eso he querido enseñar, un ángulo, al menos de donde está mi vida.

Y en mis palabras, lo que ya no es decoración, sino sentimiento.

Fran dijo...

Buenas noches, Francisco Javier. En esa biblioteca guardo una vida, y desde ahí puede salir cualquier reflexión o fantasía, como dices.

Saludos

Fran dijo...

No importa cómo sea tu estudio, ni el sitio ni el tamaño. Serán dignos de ver esos pedazos de vida de tu corcho, con tus libros a la derecha y tú desnuda.

Tu respuesta, Esperanza -Lila, de mis entretelas- es de las más bellas que me han escrito hace tiempo. Sé muy poco para lo que quiero saber, eso lo tengo que aprender aún. Fuerza y voluntad para la guerra, muchacha bien desnuda, eso no me falta, pero para seguir teniéndola necesito esos brazos que me ofreces porque a veces hay que buscar toda una vida unos brazos imposibles de tener, unos brazos humanos de mujer.

Miedo tengo mucho, Lila, cada vez más. Es antiguo ya, con su gramática a cuestas. Pero sólo hay un medio de curar el miedo: decir, reconocer que tengo miedo.

Si me admiras, vente más cerca que te admire yo.

Bambú Blanco dijo...

Me gusta Fran, el texto y la foto. Un lugar acogedor, ambos.
Un saludo.

Anónimo dijo...

Ay Fran , cómo se nota que has podido mantener cerca a tus libros, estanterías, los pasillos por los que ha transcurrido tu vida en esos años que no creo que sean tantos, no sé quién dijo que siempre somos los mismos , a pesar de que nos creamos viejos, pero ése es tu legado , aquí está , a la vista de todos ...
lo mío ha sido más de dejar las cosas por el camino.
De ir regalando libros, porque llegó un momento en que sentí que no quería acumular .
De ir `perdiendo cosas, porque me he cambiado de casa unas siete veces .
Ahora ya sé qué es lo quiero siempre mantener conmigo .
Los seres vivos que se irán marchando y esa soledad mimada que siento en mi corazón , esto es lo que podríamos llamar mi casa.
..
Te mando un beso, Fran , aunque en esta casa no te podrías sentar .
Quizá recostarte un rato.

Anónimo dijo...

No quiero que tengas miedo Fran.
Hoy estás aquí, eres amado y
amas la vida con tanto fervor,
que allí estriba tu fuerza. Te lo
he dicho alguna vez. Tu fortaleza
nos inspira a todos, a esos, como
yo, que por momentos, nos sentimos
abatidos, perdidos...
Gracias por estar ahí...

Fran dijo...

Gracias Bambú por leerme. La foto desde mi sillón, leyendo está tomada.

Fran dijo...

Si, querida Reyes, he podido y lo he mantenido y así lo mantendré hasta el fin de mis días. Los libros son mi piel, aunque ahora cuando dejo alguno, siempre añado, por favor no me lo devuelvas.

Lo tuyo lo cuentas muy bien, casi cada día, y algo he aprendido de tus formas sin tu permiso tan siquiera. Y me consta que ahora sabes muy lo que debes conservar.

“Soledad mimada”-¡bien dicho moza!- qué mejor casa.

Con que pudiera recostarme, tendría bastante con tu compañía y tu beso.

Fran dijo...

Con tu "gracias por estar ahí", tego bastante. Estaré, con miedo, como sea, pero amando la vida porque nunca me es suficiente.

Un beso que sé de sobra donde llega.

Anónimo dijo...

Fran: al otro lado del mar,
pero llegó...

Fran dijo...

Claro, qué te creías.

Anónimo dijo...

Tù casa, tus mujeres, los libros, amigos incomparables, la gran ventana donde veas pasar la luna en las noches de soledad, con el resol del amanecer, todo es armonia si asì lo deseas y es parte de tu vida, como el holor q desprendemos, asi, es la vida q cada uno se forma o desea, hay colores diferentes en nuestras vidas, se añora las flores y percibir con el tacto la naturaleza, la compañia de los animales y caminar por sendas q nos lleva a una vida màs intima, porq se hace la mayoria de las veces sola, soñando con mejorar el interior o haciendo camino, por q seria inutil estar como florero en casa, cuando la vida està fuera de nuestro entorno,paradigmàtico de homo viator.Recordando a Machado.Tû recorres las estanterias buscando la mujer q en esos momentos desearias a tu lado y otros caminamos en busca de una misma.Recuerdos llenando carpetas con el papel màs insignificante q guardo con amor.una hoja, la corteza, ramas y caracolas de los mares q en arenas limpias ofrecen con solo agacharse a recogerlas.piedras llenas de vida, al final el equipaje pesa, pero es lo mejor q puedo traer.
A veces me digo....cada loco con su tema.
Un espacio para vivir.
Besos maria dolores.

Fran dijo...

A lo mejor, María Dolores, llevas razón, recorro las estanterías y entre los libros, entre los papeles busco esa mujer inolvidable e imposible. Pero, mientras, entrego mi cariño en las palabras de mis respuestas porque lo merecen.

Mis libros, mis espacios, mi búsqueda es parte de mi vida.

Besos

Anónimo dijo...

Tengo una cierta tendencia a la acracia y a no negar algo de lo maravilloso q la vida tiene, q es su tendencia aleatoria.No me gusta subrayar,pero si me gusta dejar cosas olvidadas en mis libros.Es sana y beneficiosa costumbre altamente gratificante, q compensa donde mas duele y pone luz en la rutina diaria tan necesaria para vivir,pero en la q tan a menudo nos ahogamos.Es como dejar pistas para q alguien, q venga detràs, comprenda q los libros ademàs de su propia vida llevan, aunq no nos demos cuenta, intercalados en sus paginas algunas de todas aquellas vidas q los leyeron,retazos fisicos de la propia existencia q ayuden a nuestra memoria a reconocernos en el futuro.pequeñas cosas q suelen colocarse entre las paginas.A veces me pregunto si es por eso q me gustan tanto los libros usados.Algunos de ellos los releo una y mil veces.
Gracias por tus respuestas.
Besos maria dolores.

Fran dijo...

Tú tienes, María Dolores, una bonita costumbre de darle vida a los libros. Yo no los subrayo, pero tengo cumulados por mí, más 20.000 registros de una base de datos de citas de esos libros –con su ficha completa- que han pasado por mis manos.

Fue un trabajo ingente, día a día, que una vez quisieron comprarme. Naturalmente me negué porque por ningún dinero del mundo nadie tenía derecho a comprar mi paso por los libros.

Gracias siempre a ti por tus comentarios.

Besos de Fran

Anónimo dijo...

Fran: Ningún dinero del mundo
podrá comprar ese tesoro que
tienes, sería como vender tu
piel. Yo lo sé. Eso siento
yo por mis libros. Al tocarlos,
se entabla una especie de
coloquio entre ellos y yo.
Nadie puede comprar eso.
No los vendas nunca, Fran.
Son tu vida, y esa, tampoco
tiene precio...
BB