miércoles, 17 de septiembre de 2008

NIÑOS HASTA 18 AÑOS MEDIO BILLETE

Por "perrero de las iglesias"

He sido siempre muy infantil, fuerza es reconocer que, en cualquier etapa de mi vida, anduve con retraso, hasta los 40 niños grandes. Por eso no me extrañó en lo más mínimo leer el cartel de los “niños de 18 años” en la estación de autobuses de Tánger. Lo encontré normal. Porque a los 18 años en la estación de autobuses de Tánger.

No creo haber llegado a la pubertad antes de los 13; y los sábanas húmedas se alargaron más de lo corriente. Aún me veo en el cuarto de baño escudriñando en mi cuerpo los arcanos de la biología; y al ceñir espada igual, preguntando con uniforme militar en el puerto de Algeciras si era chicle los paquetitos que vendían -en vez de preservativos, si las mesuras de polvo blanco que arrojaba el cocinero en las perolas del cuartel eran sal, en vez de “bromuro, idiota para que no os folléis unos a otros”.


Así que aquel Otoño, no habría cumplido aún los 13 que, una noche, la abuela, acabado que hubo de cenar y sentada en su mecedor de siempre de espaldas a la televisión, me colocó de pie entre sus piernas, me miró a los ojos y cogiéndome las manos, me dijo:
-como regalo de cumpleaños, este año la abuela te llevará a la otra orilla.
-¿A la otra orilla?
-Si; para que veas lo que hay detrás de la muerte.
Yo cumplía años al comienzo del invierno.


Pero la promesa no llegó a ramos de bendecir. Porque el 14 de diciembre, el día en que yo nací, 13 años antes, la abuela ya estaba muerta. La Naturaleza va por libre y se renueva a sí misma sin pedirnos parecer.


Fantasioso como era no me había disgustado en lo más mínimo la idea del regalito. De tiempo atrás y siendo todavía un niño, que me había planteado la pregunta, replanteada al morir el abuelo. Yo albergaba mis propias sospechas, claro está que muy lejos de coincidir con las tonterías de los frailes blancos, se la había formulado a mi amigo del alma:
-¿Tú qué crees que viene después de la muerte?
-Pues nada, que vuelves a nacer
-Lo mismo que yo


Pero distaba mucho aquello del acomodo y sosiego que conlleva la certeza. Y la abuela, a quién tuve siempre por medio bruja, podía haber aportado claridad. Por medio bruja, sí, con poderes extraños, exacerbada que llevaba siempre:
-No os peinéis antes de acostaros, hijas mías -les decía a mis hermanas, que desorienta a los navegantes, se lo leí a Gabo
Y al anochecer, cuando salían los animes del aljibe -esas minúsculas arañitas que viven en el agua estancada y nadan como si fueran ranas:
-Ya van a hacer de las suyas: a oxidar las cerraduras, cambiar el color de los ojos de los niños y hacer que tengas sueños enrevesados. Lo dice Gabo.
Cuando a mi madre se le caía algo al suelo y decía “parece que estén vivas”, invariablemente contestaba:
-Es que lo están


Para ella, lo que fuera que fuese que existiese albergaba un nivel de conciencia. Todo cuanto nos rodea es frágil y dura poco. ¿Por qué, pues, ser crueles?
Sí; mi abuela era medio bruja y me pregunto ahora cual será la diferencia con ser bruja entera. Así que cuando murió, me quedaba sin saber a ciencia cierta lo que te pasa cuando cierras los ojos para siempre.


Durante muchos años alimenté la esperanza de que se me apareciera en sueños, dejaba sobre la mesilla de noche un ramito de espliego -que vinculaba yo a su memoria. O incluso despierto, ¿por qué no?, cuando volvía del colegio, anochecido ya, al rancio caserón de la Plaza de América y, si no había nadie en casa y sin encender la luz, levantaba de inmediato la vista a donde muere la escalera -que era donde a ella le gustaba demorarse. Pero no vi nunca nada que no fueran los aspavientos de mi imaginación. Había que rendirse a la evidencia: mi abuela se había ido para siempre sin decir adiós ni al diablo.


Y así se me ha venido escurriendo la vida entre los dedos. Y sigo dando palos de ciego sin saber nada a carta cabal.


La otra noche, sentado en mi sillón de siempre de espaldas a la televisión y una vez acabada la cena, me cogí a mi nieto -que tiene 9, pero es púber, me lo puse de pie entre las piernas y agarrándole las manos, le miré a los ojos y le dije:
-Este año, el abuelo, como regalo de cumpleaños, te llevará a la otra orilla
-¿A qué otra orilla?
-A donde se ve lo que hay detrás de la muerte.


Pero queda mucho trecho aún hasta el 14 de junio en qué, a las puertas del verano, nació mi nieto, va a hacer ahora 10 años. Y me angustia la sospecha de que se cumpla el destino fatal y desparezca antes de que llegue el día -como le ocurrió a mi abuela.


Y me va venciendo el mismo adormecimiento de los gusanos de seda en tiempo de niebla, que es como morirse un poco para ir haciendo boca. Al fin y al cabo ya se verá cuando llegue el momento de partirse en dos y que miles de oropéndolas silvestres alcen el vuelo desde tu interior. Que los hay tentados de saber lo oculto de nuestros pechos y hasta lo que Dios guarda en el suyo. En esto creo y espero, ni del todo en calma, ni tampoco atosigado.


2 comentarios:

Anónimo dijo...

Todos somos niños solo q muchas veces queremos aparentar algo distinto a lo q en sì somos, cualquier conducta da a ver q nunca dejamos de ser niños, el madurar antes de tiempo mentalmente, solo trae ver la derrota de un personaje demasiado incapaz de asumir lo q somos, niños con uniforme de personajes falsos cubiertos de fracasos.
Quizas en esos autobuses viajèn o viajan afirmativamente solo varòn, porq la mujer la consideràn adicta a una temprana edad,(apartir de los 12 años)ya està vendida para ser madre. Ahora dime porq esa diferencia entre sexo?.Tanto màs q como otros son niños y ella pierde su juventud, jamàs recuperada, quizas poseido de esa tradiciòn intenta escudriñar ( como dices) si llego a ser lo q esperaba en la trasformaciòn de su cuerpo, pero me pregunto y su inteligencia?.Intento averiguar para q estaba en esta sociedad.....no discuto quièn es màs inteligente la hembra o el macho.Nunca me hice problema, ni sentì curiosidad de averiguar lo q con los años llegamos a descubrir. siempre hubo tectos q te ayudaban, aclarar las dudas. Para q vivir con ese desasosiego cuan dulce es vivir con el espiritud de niño.
Yo no he disfrutado de los consejos de mis abuelos, si recuerdo, a los tres años jugar con ella a los puños y preguntar a mi madre si papa era general.... cuando la veia repasar el uniforme de caza.y estoy segura q cuando mis hijos murieron sus abuelos, se han planteado ninguna pregunta a los frailes blancos..... todo es saber asumir el momento.
Cuando algo se nos cae de las manos, solo hay una respuesta o estàn vivas o eres tonta.. asì nos acogemos a la primera.Has pensado q la naturaleza està viva y emite lamentos si la maltratas, yo las escucho y no soy bruja, quisiera a veces serlo para al menos llevar a cabo mis maldiciones...
Sin tener la menor duda q mi madre me acompaña haya donde estè, porq nunca se alejo como madre de mis preocupaciones, un sentido latente sin encender velas. si acompañandola de mis rosas....
La necesidad de ahorrar energia, para poder ver los ojos y acariciar sus manos de la persona q quieres con un beso y una sonrisa se lo dices q intentandolo llevar a la otra orilla, si por si solo irà descubriendo q tiene frente asi, sin màs, solo con la intuiciòn q la naturaleza nos aporta , sin esperar lo inteligible.
Besos maria dolores.

Anónimo dijo...

Para ella, lo que fuera que fuese que existiese albergaba un nivel de conciencia. Todo cuanto nos rodea es frágil y dura poco. ¿Por qué, pues, ser crueles?
Sí; mi abuela era medio bruja y me pregunto ahora cual será la diferencia con ser bruja entera. Así que cuando murió, me quedaba sin saber a ciencia cierta lo que te pasa cuando cierras los ojos para siempre.

Unos recuerdos inolvidables, creo que a veces peco por recordar en voz alta a mis abuelos y por desgracia, ya también a mis padres, siempre digo que no eran brujas, que eran sabias, la sabiduría de los años, la de la dureza de la vida, los mayores son licenciados en el camino de la vida.
Yo nunca seré mayor, no lo soporto, por eso me resisto a cumplir los catorce, así no tendré que pagar billete, en Tánger, por que en España se paga hasta por mirar ajjaja reiremos por no llorar.
Un placer acudir a sus clases, maestro y mi admiración a esa forma de relatar sus recuerdos.
Besotes, siempre con permiso
Ley.