jueves, 13 de marzo de 2008

La mujer, esa larga tarea


Ando estos días ocupado en un póstumo libro publicado, de Francisco Umbral, dedicado como una especie de carta a su mujer. Y a la vez, leyéndolo voy dándome cuenta de qué poco sé de la mujer. Me he esforzado con ella en esforzarme, me he ocupado de ella, con ella, casi he habitado como en una habitación que puede ocupar cualquiera con la amenaza de la soledad si me quedara sin ella.

He conocido mujeres de papel, que una tarde cualquiera fueron de inquietudes mutuas, rozamos como la estancia prohibida en la que siempre tuve la prohibición pendiente. Con Umbral coincido que no es una asignatura fácil –siempre me la dejaron suspendida para Septiembre, porque además de una larga tarea, es una espera, una resistencia para alcanzar como bien sabía de ellas la Yourcenar que su mayor encanto es la disponibilidad.

El mío con ellas, es la necesidad. Es la mano quieta, el cuarto cerca con su existencia en alguna importante ocupación, o su llamada –tantas veces la tuve, como llama una hija desesperada a un padre, a escasos metros, puerta a puerta. Me oía teclear, o el pasar de las hojas de cualquier libro ya leído y yo sin embargo, palpaba su silencio, sabía de su puerta abierta o de la tremenda negación cuando estaba cerrada.

Un hombre sin una mujer cerca es fracaso seguro, se te acaba la vida, la literatura, el sentimiento, todo. Ya me sé de sobra lo que se dicen los hombres, se lo dijeron todo Sócrates y Platón a un tiempo, necesito, en cambio, mi ley, mi permanencia, mi manera de emplear la borrachera de las palabras o la lasitud sexual de los gestos con ellas.

Mi garra y mi resistencia, esa larga tarea menos mal que su longitud me resuelve a diario los motivos donde no sirvo casi. Evoco en la mujer lo que me falta, lo que tienen gratis ellas, una ética que debe ser invención pero que yo no sé cómo buscarla. De verdad que la mujer es mi mejor anhelo, ver cómo me queda todavía el presente y dejar que llegue luego como la fiesta de la costumbre de estar mucho en casa sin tener que festejar nada.

Evoco en la mujer lo que a mí me falla, ellas tienen como dice Paniker “una praxis de creación permanente”, una serie de estímulos, una evidencia que me encanta, la eternidad con que me miden, la espera que siempre estoy dispuesto a disfrutar cada vez que lleguen, siempre que tenga que esperar.

Tengo a veces un extraño equilibrio entre mi lenguaje y mi cuerpo. Me cuesta mantenerlo porque el cuerpo me lo niega en ocasiones y yo no sé cómo exigírselo. Pero entonces me lleno de lenguaje, ni una sola mentira, una indecencia a mano –como decía el otro día, ya que estoy con Umbral, “el culo de una mujer, la curvatura de su alma”, y de inmediato si la mujer la tengo cerca, no olvidarlo, para que ella no lo olvide tampoco nunca, tengo un poderoso mandato en mi tarea con la mujer: una mirada de dimensiones enorme, más bonita que los propios ojos todavía para meterse allí y quedarse con aprendiz de esa escuela.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

No eres aprendiz, eres un alumno bien aventajado de esa escuela, conoces a las mujeres, sabes como acercarte a ellas y las amas.
No las tienes miedo, o si se lo tienes lo disimulas muy bien, pero lo más bonito es que las respetas, se nota en tus escritos, hay un respeto hacia lo que significa en tu vida la mujer, tú compañera o esas que tienen tu misma sangre y tus mismos genes, es bonito leerte cuando hablas de una mujer o de las mujeres en general, por eso mismo como mujer te doy las GRACIAS.
Un besahuecos lleno de reconocimiento.
Garanza

Fran dijo...

80A tan bella respuesta sólo babría que escribir una palabra: gracias. Llevas razón, no sé si conozco a las mujeres, pero las respeto enormemente, me gutan, las amo, y lo digo en plural porque la mujer no se aprende a través de la mujer sino de las mujeres. Cada una te enseña algo, te hace más hombre.

Con las que tienen mis genes siento una debilidad inevitable y tierna, con una simple amiga o conocida mi admiración tiene siempre la base del respeto.

Mus hermosas tus palabras.

Muy necesario tu besahueco.

Anónimo dijo...

Cada uno tenemos un alma, un destino que nos llena al que la vida nos lleva, un ser que es unico para llenar nuestra vida.
Algunos lo llaman; alma gemela.
Esa mujer es belleza, es ternura, furia, pasión que hierve las venas,
es amor, todo sentimientos.
Esa mujer,que llevas dentro de tu retina y corazón, es grandeza,
existe y es todo lo que da vida.
Alimentando tu musa,te mando mi caluroso beso.
Ana

Fran dijo...

Siempre tus palabras habría que mezclarlas con los sentimientod porque se limpia a la vez esos mismos y la propia alma.

Un beso