martes, 18 de diciembre de 2007

Se me da ya peor la vida

Le compré sus “Confesiones de amor” al poeta argentino Juan Pedro Molina. Junto a la puerta de la librería combatía el frío repartiendo pequeños cuadernillos con sus versos:

“Inténtalo…/Inténtalo una vez más/si lo hubieses podido amar, /Inténtalo, mírale a los ojos, dile la verdad…/que sólo a él lo quieres/y solamente a él lo puedes amar”

Puso su dedicatoria: “que halles en estos versos un lugar bonito del mundo”. Escribiste Juan Pedro con ese bolígrafo que yo llevo, lo miras para un lado y es trazo negro, para el otro, tan solo lápiz de pasajera anotación; me preguntaste la fecha, ninguno de los dos sabía bien en qué día estábamos, sacaste tu móvil y afirmaste sonriendo pero un poco avergonzado: maravillas de la técnica que no tiene nada que ver con los versos.

Me dijiste que mirarías mis escritos en Internet, mi página de libros, yo te hablé de aquella librería, de los versos de León Felipe en la puerta: “ser en la vida romero, solo romero/que camina siempre por caminos nuevos”, de mis noches de ginebra y libros, de mis sueños incumplidos de hacerme para siempre librero: “hijo, ganarás dinero vendiendo libros; no lo creo mamá, respondí, no lo creo”.

De todo aquello queda la hora de pensar, de recordar y de temer, de soñar que los versos de “Inténtalo” pudieran ser ciertos, hubieran ocultado todo este tiempo el amor de una mujer para remediar los males que tengo por estarme tanto quieto. Yo le estuve dando mientras mi estupor y mi experiencia, mi madura manera de no hacerme viejo, mi verbo suelto, mi memoria, antes que morirme sea perder definitivamente la memoria.

Tengo ya estos días los ojos lentos, cargados de mirada mirando menos. Ya no puedo guardar por las noches esa música quieta, de las cosas que a veces nos decíamos. Ya he dejado definitivamente mudo y apagado hasta un pequeño aparato de origen tierno: dos niñas de quince años, dos vidas con genes propios me lo regalaron.

No tengo sitio, poeta argentino del frío y de la calle para ese lugar bonito que tú imaginas en tus “Confesiones de amor.” Se me da ya peor la vida porque he dejado de agarrarla con ambos manos. Me he quedado vacío de emociones y palabras.

Yo era verbo, palabra, ahora voy prefiriendo el silencio, la serenidad, quedarme pasmado quieto, encontrar en la generosidad de alguien con todos los demás -deben ser viejos a su cuidado- un aprieto, una manera de acercarme luego.

Será, al final de este escrito, de nuevo tu poema, poeta, un poema de recuerdo que se estalla en las arrugas de mi piel:

“Si me voy, si estos días llegan
no quiero que te olvides de mí
cuando lejos esté de aquí,
no quiero me olvides
aunque no seas para mí.”

2 comentarios:

Anónimo dijo...

En una tarde lluviosa,griposa y con pocas ganas de mirarme,de hablar con la gente que me rodea:
Quiero creer en cascadas de paz
en arboles de música
en danzas de soles
en mares de cristal...
donde todo retorne en armonía
para dar coherencia a la esperanza.
Pero la razón me niega la certeza
y el corazón no ocupa su lugar.
Un beso en tu mirada.
Ana

Fran dijo...

Cuantas veces, Ana, la razón nos niega la certeza y sin embargo el corazón está donde debe de estar.

Un beso a tu sentido en cada respuesta.