sábado, 22 de diciembre de 2007

No es preciso que sea Navidad


Ando escaso estos días de voz y sobrado de preguntas, tengo el gesto cansado como si me faltara un universo entero, la causa es que no soy fiel a Heráclito de Éfeso, amo y lo cuento, siempre lo he contado. Es curioso, leyendo ese hermoso cuento Menéndez Salmón “Gritar” quizá me haría falta acudir a ese anuncio:

“Se alquila habitación para gritar.
Económica. Absoluta discreción.”

No me basta ese rincón que tengo en casa, paredes tapizadas con software y con libros, una cómoda butaca de cuero, mi ordenador donde suspiro a veces y allí junto a una mesa la paradoja de los libros pendientes porque todo, todos los tengo pendientes.

Necesitaría una habitación como esa que alquilan para gritar lo que estalla ya en las grietas de la piel, agonizante de las buenas costumbres para poder gritar sin avergonzarme, no sé, lo que me viene a la mente: que ya no me escribe una mujer, que se me quedan casi todas las cosas por hacer y ya no las voy a poder hacer. Son palabras del cuento: “Gritamos lo que no tenemos”.

No, no hace falta que sea Navidad para mirar unos ojos hermosos, comprarle unos cuentos a Irene, sentir el vértigo de hacerse viejo, marcharse lejos a ver a la familia y llevar los regalos de siempre, a mí sólo me enseñaron a regalar algunos libros. Voy a probar empezando con los cuentos de quien más sabe convencerte que son cuentos, el sueño para los niños de que ya son libros.

Quiero como en esa habitación alquilada gritar ¡feliz Navidad! pero como un grito, sin que haga falta un beso, más bien un eco, un roce entre las manos, un te quiero, insistente y verdadero que no se me va a terminar mientras viva. Hablando de las manos no hace falta que sea Navidad para tener las manos lentas porque yo siempre las dejo cuando alguien sabe recogerlas. Debe ser como esa especie de analgesia de los sentimientos para poder recuperar el sueño.

Perdonarme todos pero no se me va de la cabeza: necesito alquilar esa habitación para gritar, momentos, casi monosílabos, el ceño un poco triste pero las ganas de que todos tengáis no sé si en Navidad, pero por si fuera Navidad que no dejéis a nadie fuera. Meterlos todos dentro, en esa cabida insólita que tiene el corazón como si la vida no pidiera soluciones sino convencimientos.

En la misma medida que todo lo que hagáis todas las cosas ya son, no es una evolución, es un destino. Estos días, que no hace falta que sea Navidad, cada cosa: sobre todo, cada persona que tengáis a vuestro lado o quisierais tenerla va a a ser eso en el segundo supuesto, la intolerable soledad de no tenerla porque al revés es antinatural, no se puede desear lo que se tiene.

Yo os deseo a todos eso que se llama a veces la felicidad que se esparce y cuaja, una cosa delicada que se tiene pocas veces, un inicio, un recuerdo que nunca olvidaremos, una confianza de que todos los días la buscamos y la deseamos y no hace falta que sea Navidad.

Os mando a todos un abrazo, un abrazo casi adolescente, porque hay mil modos de abrazarse que uno no conoce, ya estás entre los brazos, parece que te escurres hasta que llega a ser el contacto cálido de las anatomías encajadas cada pieza donde debe de estar.

Un abrazo, pues, y no sé, no sé si hasta luego. Es lo que se dice siempre.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Cuando te llevaste las letras
en tu maleta...
para mi...
se secó el aire
y se amputaron mis violetas.

El trueno se perdió en el horizonte
y se quedó sin lágrimas mi cielo...

paseando por el mar....
Ana

Fran dijo...

Pero vuelvo porque nunca pensé que hubiera alguien que las deseará así.

Yo, sin embargo, continuo lleno de lágrimas, cada día las siento más hondas.

Unbeso

Lila dijo...

Necesitaria un siglo entero para hartarme de ti...

Fran dijo...

Ni aún así lo haría.