jueves, 7 de junio de 2007

Esa literatura corta


Hay una literatura, un culto a la palabra que se parece al instante como la felicidad que contaba Sciascia que nunca sabes cuándo se presenta, pero sí sabes que se va de inmediato. Hay un mundo en la red que no es casi un género, es lo que sientes y lo cuentas, es acercarse, cultivar tus sentidos y hacerlos ajenos, son a lo mejor un falso epílogo de lo que has vivido y te atreves a contarlo.

La aventura de vivir puede ser bastante, aliviar el error de creer que todo consiste en tener razón, ser capaz de explicar tus capacidades innatas y las adquiridas. Contar las madrugadas como una especie de sueño sin sueño porque ahí es donde te vienen los silogismos propios que no te explicas bien y que para eso no te basta tu bloc de papel en la mesa propia, necesitas decirlo, haces recuento y van saliendo en forma de escritura breve e íntima esos impulsos que en la vida te han servido para ser feliz a veces.

Lagunas y deterioros de la memoria, resistencias a envejecer, autoestimas lesionadas porque a veces también te las lastimaron los demás con demasiado ejemplo en sus posturas brillantes, no saber qué hace la vida con la edad, con tu edad. Todo se te ocurre, te viene.

Ya he dicho muchas veces que le llevo la contraria a Kafka cuando dice que el despertar es el momento más arriesgado del día. A mí me da sosiego, tranquilidad, la confianza que no tengo cuando se me acaba precisamente el día. A mí me devuelve las ganas, y si entraña riesgos los asumo. Hasta le engaño a la vida y a la humillación paulatina a que nos somete la edad.

Me entran ganas entonces hasta de cerrar el libro y enfrentarme a la frágil armadura del presente. Construyo para goce propio esa literatura pequeña de frase suelta pero propia. Me enfrento así a la densidad del tiempo y tengo la fortaleza de no lamentarme del pasado porque uno ni puede ni debe.

Pienso que lo mejor que puedo hacer es dejar aquí puesta para siempre esa frase de San Agustín: “Ama y tendrás fuerzas para lo que quieras”. Nadie me va a apear del empeño: amo porque es lo que más me gusta, porque me sirve siempre, porque me da la riqueza que nunca tuve ni quise. Ama y que te amen, olvídate del cambio, sal perdiendo, no acumules el billete de la gratitud.

Me interesa sólo ésta mañana el dibujo y la estrategia que soy capaz de contar sin destinatario si hace falta. Lo que importa es tener siempre viva la posibilidad activista del amor, acercarte y que se te acerquen enseguida, a lo mejor notas de golpe ese instante de Sciascia para notar la felicidad aunque sea de un instante, de unas palabras propias que se te escapan cada vez y las notas por momentos como un imperativo de existencia, elegido y vivido.

Algo así debe ser, esa literatura corta del momento que traigo a veces como un fastidio que uno siente porque es incapaz de quitarse las ilusiones de encima.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Ama y que te amen...sin más.Eso es vivir.

Tu texto hermoso, como tu forma de sentir.

Fran dijo...

Pue eso hago, Bolboreta, lo sabes muy bien porque sin eso soy incapaz de vivir.

Pienso que debe haber una hermosura mayor: sentir una mirada cerca. Me entiendes.