jueves, 17 de junio de 2010

LA ILUSIÓN DE PERMANENCIA



Aunque me vaya quedando sin ideas quiero ir conservando siempre un rincón propio con un ápice de bondad al menos, un arte al alcance de unos pocos. Sirve para limpiar la piel de aquellas ocasiones que culminaron dentro de uno en una especie de protesta por la vida corriente. Cuando ocurre me siento ajeno al momento, rotundamente extraño y todo deriva curiosamente de haber vivido esos instantes en sitios donde no debía estar. Me doy cuenta enseguida, no tengo plaza allí aunque me solace una y otra vez, estudié otras materias, igual de profundas y liberales, pero es sumamente fácil equivocarse de redacción y pensamiento.

No quiero errar ni de lugar ni de gentes, me da lo mismo que me encuentre ya en un ascensor de bajada, quiero poder levantar la mirada y que se noten los antecedentes, que no los estropeen el error que se calcula al comprobar que no era ese piso, el lugar ni la residencia. Antes de volver a equivocarme, estar sólo si hace falta, que se parece a ser libre, y eso hay veces que no hay bicho viviente que lo aguante.


Un artículo de Elvira Lindo del pasado domingo, hablaba que no le gustaría ser más joven, que quería “estancarse, hacer eterno este presente”; que añoraba la lozanía física y notaba que era cierto que ser viejo duele en los huesos –yo te tomé tiempo y me dolieron mucho antes de hacerme viejo-. Se lamentaba que “al parecer provoca más dolor el deseo frustrado de tener una vida distinta de la que nos ha tocado en suerte.”


Y le quiero contradecir: me quedo, Elvira, con la vida que he tenido y que tengo, no le voy a pedir prestado nada a nadie si no es mío, tendría que morirme antes; ni hasta, a veces, a la mujer que llevo al lado como un brazo cómodo dónde apoyarme siempre cuando subo precisamente escalones con ella, sin escalera, sólo quiero evitar o salir de ellos, de los tropezones, las maneras habituales de equivocarse. Me sujetaré con la larga retahíla de los cariños leales de siempre, evitando impacientarme, voy a estancarme en el presente porque es el sitio dónde voy a pasar el resto de mi vida.


No pasará nada si se me acaban las ideas, siempre me quedarán los libros para buscar nuevas en ellos, pero quiero ser bueno, bueno hasta la médula, sin tener que rascar nada luego; bueno con quien tengo cerca, bueno en sitios como éste que se escribe y se lee y luego hace cada uno lo que mejor piense. Pero no bueno como una estampita del colegio, sino ejerciendo la calidad que tuve y puse en marcha en tantas ocasiones, desde el comienzo, a pesar que el paso del tiempo a una cierta belleza, de origen, de expresión, cualquiera puede notarla acentuada pero cansada. En definitiva, bueno con quién lo merece.


Pues no me voy a cansar de intentar ser lo mejor que pueda, como si fuera mi forma de seducción, mi libertad interior y exterior prestada a los demás. Quiero que se note entre las mismas hojas donde escribo un intento de conquista con la mirada, un momento oportuno que alargue su oportunidad hasta que haga falta pero dónde desarrollarse a gusto, ya lo dije: en piso, lugar y residencia adecuada.


La claridad y la verdad en cada palabra escrita, que nadie me pille con el paso cambiado porque lo tuve siempre recto y sorbo a sorbo ese ha sido mi pasado. Donde puse la entrada, tuve luego la salida, nadie me dijo es por otro lado, eres ex de nada y entonces es absurdo que la confusión la provoque yo mismo. Me suenan extrañas las relaciones entre la gente que fueron de una manera muy gloriosa y se acabaron enseguida.


Quiero que lo que reste sea, una vida normal, me doy cuenta que no existe para mi vuelta atrás porque lo que no puede volverse de nuevo es el tiempo. He gastado a la vez montañas de ingenuidad, entregar más de lo que podía. Necesito ordenar mis cosas, darle paciencia a la salud por si hay alguien que le importe saberlo cierto. Sacarle todo el partido al café de esta mañana, a las seis y media, casi cien páginas de una excelente novela de Marta Sánz; dejar que me llegue la tarde como muy de media tarde, leer luego por la noche antes de dormirme engañándole a los dolores de los huesos.


Necesito lealtades de admiración y de paciencia; siempre supe devolverlas; una confianza de gente buena que sea a mí a quién le pregunte, ¿necesitas algo?; vivir con pasos adelante, malos y breves como suelo darlos, pero seguros que hasta desnudo de ideas nunca perderé la de ayudar a la gente. No quiero sentir penas y menos de mí mismo, la pena no puedo permitírmela, quiero valer lo que valga más o menos pero que sirva para formar parte de esos pequeños actos repetidos que consigue transmitir la ilusión de la permanencia.


Eso venía a decir, como si ya fuera la última idea para ir a parar a la monotonía establecida de las vidas en orden, un amor a esa vida sin que nos exceda, que suponga una garantía para preservarla, por si acaso.

6 comentarios:

Anónimo dijo...

Siempre te admiré desde la primera línea, sabía que tenías mucho que contar de soledades compartidas en mares inciertos. Hoy como ayer, la admiración sigue intacta.
Un afectuoso beso,

María

Fran dijo...

María, en tu admiración siempre supe que nada ni nadie podría interrumpir esa línea de comunicación y cariño que nos une. Ha pasado tiempo de su comienzo y como dices permanece intacta.

Entre medio está tu vida que ya no me la sé, María

Un cariñoso beso

Anónimo dijo...

Y no es nada malo estancarse cuando uno nota que es ahí donde necesita quedarse, cuando no se es ex de nada, cuando se ha vivido, incluso con inguuidades acentuadas, cuando se ha dado mucho y a cambio se ha recibido menos de lo esperado, porque es ahora y aqui, querido Fran, cuando tu sabes con qué y con quién debes quedarte.

Yo tampoco quiero volver a ser joven, aún a pesar de todo este mar de chips dolorosos que hoy me ivanden, porque la juventud no me ha dado algo esencial que necesito para vivir tranguila: mi sereneidad de mujer madura.
Se que me comprendes, porque siempre supiste entenderme y porque sabes que ambos buscamos más o menos lo mismo, la ilusión de la permanencia.

Un beso duradero, permanente.

Bolboreta

Fran dijo...

Pues ahí me he parado, Bolboreta, ahí he encontrado el sitio donde estuve, donde estoy y con quién me rodea. Eso me pasa, tengo entrada y salida y no soy ex de nada, lo cual supone, querida, muchas veces compensaciones difíciles de encontrar.

No, no seas joven de nuevo, sé la gran mujer que eres y tus chips dolorosos los entiendo y estoy seguro que les aportas, tú también, una supervivencia única. Aunque te invadan, permanece fuerte en beneficio de unos pocos que te queremos entrañablemente y te necesitamos para cuando te sientas mejor, nos lo digas, y yo al menos, me sentiré más libre del enorme peso de esos fallos que tiene el cuerpo a veces y de los que no somos responsables para nada.

Tú sí que lo eres de tener la calidad de mujer libre para unos privilegiados que te queremos.

Ya sé que detrás de tus besos y lo que haya detrás, me durará mientras viva. No registres mi aportación es también de abono permanente, la llevas en la piel.

Todos mis besos y mi cariño

Anónimo dijo...

Los errores no son para estancarse en ellos, se valoran y recoge uno lo positivo, porq siempre hubo una coma o punto positivo y una se aleja de los otros, personas por el hecho q ya no es tu entorno posastes, como bien dices de piso de bajada, uno se aleja de una gente q quieren conformarte con una falsa sonrisa, pero en el fondo no aceptan tu proceder en la vida.( recuerdo q una vez comi en casa de una amiga de mi hermana, converse con los hombres q hacian reunion aparte de las mujeres y cuando me fui a despedir el anfitrion de la casa comento, delante, tiene una fea contumbre, q entra en internet)( si aclarar q no tengo q darle cuentas a nadie) ellos si q se no entienden q hay inquietudes q ellos no saben disfrutar, se cierran en ligar sin ventanas, ni te puedes arriesgar a q te den una migaja, porq uno solo con un vaso de agua subsiste, agua clara sin mentiras o abditivos añadidos siempre habrà quien ame tu proceder, sin juzgar, respetando la postura q añadimos anuestra lentitus de movimientos. Los pensamientos a veces van màs deprisa q nuestra mente le cuesta asimilarlas, pero alimentan, aunq sea en los ratos de soledad, hasta engordamos ,y eso q se decia q era pecado, nuestros actos , llegamos a la conclusiòn q perduraràn y seremos ese recuerdo " supo exponer y comprender" Pero no renunciàn a decirte estàs coqueteando, eres infiel, cuando tras estas letras nunca hubo una infidelidad a nuestra forma de pensar y respetando el AMOR q ofrecimos, una critica q duele, tu eso lo sabes. Mi puerta siempre està abiertra desde q amanece, para q entre el sol y sus particulas q flotan sin poder cogerlas: No me arrepiento aunq me llamen ignorante, confiada, si con eso ilumino cada hueco de nuestro corazòn ( q los hay sin cubrir) el cerrar los ojos y olvidar unos dolores, porq durante el dia nos faltan minutos para compartirlos.No necesito admiraciòn, pero si una sonrisa llena de amor.
La otra noche me dormi pensando, el porq este apego a la vida?.
Besos maria dolores.

Fran dijo...

Llevo leyendo tus comentarios mucho tiempo, María Dolores, con el mismo cariño con que me lees tú a mi. Y precisamente en este de hoy, hay dos ideas en que coincidimos tan plenamente que quiero resaltarlas:

Ese tener la puerta siempre abierta para que te entre el sol hasta los huesos (quizá yo por no cerrarla nunca a nadie tampoco, me duelen igualmente tanto).

Y ese apego a la vida. Lo sustento como puedo igualmente, con errores, con riesgos, pero sigue vivo en mi.

Gracias por estar ahí. Un beso.