domingo, 6 de diciembre de 2009

Quiero volver a la novedad del silencio



Porque la falta del mismo ya me agobia. Como si se me hubiera escapado de pronto y no lo recupero ya que las pérdidas son inevitables y permanentes. ¿Cómo es posible percibir un sonido que no existe? Os aseguro que sí, escucho como un chorro de agua que viene alimentar mi existencia. Debí dejarme la Trompa de Eustaquio abierta, tengo ya a estas alturas una capacidad de recepción demasiado abundante y por esas rendijas he perdido lo mejor: mi silencio, el íntimo silencio alimentando la tremenda soledad de la lectura o de la propia escritura.



Pues lo quiero recuperar de nuevo, nuevo. Como si fuera una utilidad y me permita de nuevo sentirme así amante, esa extraña cadencia que a veces tiene el cuerpo, crear un ritmo propio hasta precipitar los sentidos. He de reconocerlo: guardo silencio al quitar una blusa empleando a la vez esa habilidad de tacto viejo; guardo silencio, muy temprano cuando ando descalzo por el parquet de muchos metros como pisando un caldo lento con el pijama que llevo puesto que me hace sentir como si, guardando silencio, asegurara la propiedad de una casa de hace más de treinta años. Además guardo silencio como hacen los poeta, con la armonía final que tienen sus versos.


Recuperarlo nuevo, o si no puede ser como estaba de viejo pero propio, explicando el origen, la distancia enorme de lo que me ha ido pasando, mi sutileza, mi éxito a veces. En cuantas ocasiones callarme era difícil, como regalar mi historia, mi manera de pensar, mi forma de contar. ¡Ya lo sé! Le estaba dando vueltas a lo que era el silencio, y es un pliegue particular cuando estás leyendo, es mi habitación más madura donde aunque os parezca mentira aún me quedan cosas que hacer y lo que es más complicado decidir la mejor manera de hacerlo.


De los viejos temores que aún persiisten -que puede que no sepan casi nadie- lo solitario no es narrable, puede como mucho ser una relación entre dos, un orgasmo impreciso y mutable, pero esas angustias enormes con ruidos que no vienen de fuera, que son propios (no me engañará nadie, son lagunas cerebrales, son espacios viejos), con ellos dentro manejo cada vez peor la mecánica propia.


Hasta en cada ocasión, con los acufenos estampados en el fondo del oído, sería un mal amante, eso que se es o no se es, lo que cuentan en los cuentos de las estanterías de adultos. Ni esos bellos instantes me volverían a proporcionar la novedad del silencio, la he perdido, no la encuentro, no me deja ni un instante de reposo, duermo, sueño y siguen existiendo los sonidos. Ni tienen la categoría de dolor, ese rango mínimo que a estas alturas yo le pido a la vida porque detrás siempre está la vida. Aquí hay una escasez absoluta y una duración permanente.


Venir a hablarme al menos, con palabras vuestras tendré el valor de palabras ajenas, aunque vengan de lejos llegan siempre, y me hago luego dueño de ellas. De esta manera, ahora, es como si estuviera a la intemperie, en un umbral interno reticente, insistente. Tengo deseo de sonidos vuestros, no me saciaré jamás y seguro que servirán para defenderme con una forma cómoda y ancha y paradójicamente, con voces, silenciosa.


Ya sabéis tengo un rincón, ya sin demasiado prestigio, pero cómodo, solitario y ahora con la más absoluta falta de silencio. Me acompañan siempre los acufenos, no me dejan desnudarme del todo, de todo. Me impiden hasta percibir ese hermoso susurro de la tela sobre la piel todavía con los pies en el suelo, a falta incluso de que intervengan los dedos. Yo los tengo ahora caídos, imprecisos, hasta sostengo mal el libro que estoy leyendo; sólo tengo un aprendizaje nuevo, una vida donde he perdido esa vieja creencia que siempre tuve: que el silencio siempre tenía una reserva, pues ni esa me queda.


Tengo sonido propio, indecente e indebido hasta desnudándome en la oscuridad, solitario y en silencio.





12 comentarios:

Dol dijo...

El silencio se echa de menos sólo cuando hay ruido, o demasiado ruido.
Yo te deseo que te alivie el espíritu y el cuerpo una dulce lluvia de sonidos amados.
Besos.

Fran dijo...

En mi caso, Reyes, el silencio lo he perdido ya definitivamente y no es la causa el ruido exerior. A la vez te das cuenta que se van perdiendo otras cosas o al menos como como estaban. Es lo que hay.

Gracias por tu hermoso deseo y ya sabes que sonidos amados por mi parte siempre los tendrás.

Besos

Anónimo dijo...

Cuando recibimos un relámpago de abrazos hundidos, cuando no sabemos si los senos son olas, sin son remos los abrazos, cuando se llora entre luces y sombras, cuando sentimos la novedad del silencio propio, esperanzado...y mañana más y mejor silente.

Entre abrazos,
María

Fran dijo...

Pues me quedaría muy a gusto con tus abrazos, entre tus senos como olas, lloraría sin despegarme y hallaría el silencio, seguro.

Siente los míos

Anónimo dijo...

Querido Fran, para la escritura se necesita esa soledad y no lo podemos molestar pero de otra soledad no queremos que pase, por eso siempre estamos aquí, unas veces visible y otras tras las cortinas, pero siempre a tu lado.
Esa destreza para desabrochar la camisa seguro que nunca la perderá, ni ese poeta anónimo que lleva usted dentro, tampoco.
Por supuesto que le quedan mil cosas por hacer y estoy segura que sabrá encontrar la mejor forma de hacerlas, las más útiles, las más bellas.
Fran, cariño, esas lagunas las tenemos todos, en la que me apunto la primera, pero hemos de luchar para poder seguir contándolo y vieja, la ropa, que caray!!!!
La vida siempre es bella, Fran, son incómodos esos acufenos pero igual, no quieren dejarle oír algunas cosas feas e injustas.
Pedido así, nadie abandonaría este rinconcito, esa prosa que le sale cuando menos lo espera, es parte de la belleza de sus letras, de su corazón.
Le queda más reserva de la que imagina, y un espacio enorme para seguir almacenando, su afán por ese aprendizaje, nos lo confirma en cada texto.
Estos finales, siempre son una sorpresa, esta vez una sonrisa y mis deseos de una buena navidad, feliz navidad, Fran, de ley.

Anónimo dijo...

Quizás en algún lugar de tu silencio, yo me encuentre, escondida en ese sitio donde tu
palabra me acaricia, sin tocarme.
Y allí me quedaré inadvertida,
ni siquiera presentida, mientras
escucho atenta su sonido, el
dulce sonido del silencio.
Un beso

Fran dijo...

Querida Ley, me alegra que aunque sea a veces, a través de las cortinas vea tus palabras que siempre necesito.

En el rincón de mi prosa siempre hay un sitio reservado para ti, no lo olvides aunque ahora esté falto de silencio.

Un abrazo como mereces que es mucho

Fran dijo...

Yo siewmpre acaricio con mis palabras, nunca dejo de hacerlo aunque no lo sientas.

Un beso

Anónimo dijo...

Apreciado Fran,si la vida es corta o demasiado larga...
solo se que tu palabra conforta ,
tus silencio se respetan ,
tu manera de amar y sentir contagia ,
tus abrazos que exprimen , miradas que acaricia .
Me siento junto a ti Fran en estos días tan señalados,que vivo empañada de tristeza.
Ana

Anónimo dijo...

Para q queremos el silencio? seria como enterrar una vida propia, dejar de ser, lo fuimos o esperamos llegar a ser, nada es inmediato, sì en las voces q escuchamos o recordamos con el amor q nos dio sus sonidos, un espera q me acuesto, sin cabiar la ropa para dar esa sensaciòn q existimos con un olor y sabor muy personal , solo para el q espera en silencio.
Besos maria dolores.

Fran dijo...

Mis palabras, Ana, mi manera de amar, es para ti, para que te levantes de esa trsiteza que sientes estos días. Que nada te hunda por duro que sea, tú eres fuerte.

A mi lado, a mi lado

Fran dijo...

María Dolores, trasnformaré los sonidos que escuche, los preferiré a los silencios, en su lugar, sonidos de amor.

Y mio es ya, eso tan personal, la ropa como estaba, todo para el que espera en silencio.

Un beso