miércoles, 4 de noviembre de 2009

He vuelto a la rima de la carpeta vieja

Si es que alguna vez tuve rima, que viejas sí que se me están haciendo las carpetas donde escribo, donde al menos tomo notas, cosas sueltas, en esas horas libres, recién despierto con los libros que estoy leyendo. Habrá que decir aquí, qué es lo que tengo, lo que conservo después de visitar una ciudad capaz de imponerme su recuerdo.

Es curioso, he vuelto al humo de los cigarrillos luego de vivir en una ciudad donde fumar lo hacen imposible. Guardé mi tabaco, mi impulso de fumador, mi vicio mal llevado y volví prácticamente con el mismo tabaco que me había traído. Mis amigos, sin embargo, se quedaban en la puerta del Hotel al regresar, unos minutos, para calmar su dependencia justa, su consentimiento. He vuelto a la ilusión de encontrarme lo mismo y que sea lo mismo y lo mejor; al viejo tacto y al sentimiento, a la ilusión del entendimiento entre quién escribe y quién te lee, como un terreno propio que dejé antes de irme. He vuelto porque nunca abandoné ni a las metáforas ni a las vocales largas como tiene que ser, a las palabras, que son ellas las que vuelven, tercas e insistentes, con la belleza de la obscenidad a veces como quien mira siempre que puede algún escote breve pero prometedor.

Necesito un acomodo discreto ya en la vida frente a la terrible realidad diaria que nadie me ha explicado bien lo que es, en qué consiste, pero existe. Cuando me marché de viaje dejé lo suficiente para recoger y añadir a la vuelta: mis capacidades frente al posible abandono que a veces cometemos. Es preciso sentir la necesidad de donación de afecto a los demás y a su vez provocar las ganas ajenas.

A eso he vuelto, pues, a lo de siempre, pero noto más –que alguien sea capaz de explicármelo- por qué envejezco yo más rápidamente que las cosas que tuve siempre, como si fuera que las manos poseyeran una pátina más seca y lo notara al tocarlas y al mirarlas. Con la edad me he vuelto mucho más breve para todo, más corto, llego a menos sitios y me canso antes, habrá que irse de viaje pronto para invertirlo, cansarse menos y después, siempre tener tiempo para la última copa, en este especie de club de alterne que tengo montado con los sueños en el teclado.

En suma, carpetas también viejas, pero no siento admiración por ninguna edad, son las que eran, tengo una gran variedad, a veces me confundo, me pongo a escribir donde no debo, continuo donde no había empezado por que el comienzo estaba en otro sitio. Es, como si fuera una especie de intercambio de parejas, de no saber bien lo que vas a decir y en cambio estar seguro de lo que estás sintiendo.

Alguien dijo una vez que nuestra casa es un museo, notaba belleza y perfección, en los sitios donde buscar los sitios, en una especie de acomodo, que antes lo dije, me hace falta discretamente ajeno a los demás un poco. Voy por casa, saboreando cada paso lento, tengo sitio siempre, zonas propias y allí un presente que no solo me interesa más que el pasado, sino que es el más hermoso hueco de diario que poseo.

Me gustaría invitaros a un café, a leeros algo del libro que estoy leyendo, a comprobar que el ordenador siempre lo tengo encendido; invitaros a una de las butacas de cuero viejo, cómodas para leer, interesantes para pensar, para querer. Yo no sé cocinar, sólo sé hacer cafés, de esos que aportan vida para estar de pie, para escribir, para leer, para mirar los ojos de una mujer. Vivo en esta casa y sin salir mucho de ella gano cada día en energía, en madurez o en vejez, da lo mismo. Mi casa es mi finca de recreo con alguien a mi lado y a la vez con rincones de soledad propia que no me quita nadie.

Mi casa viene a ser casi todo mi tiempo, lo intento aprovechar como si el tiempo se fuera a dejar, pero sin embargo es mi pago al contado siempre, mi edad propia, mis medidas o incluso como dijo Proust la dimensión trágica que nunca se recobra.

No obstante, creo que eso es lo que he recobrado cuando he vuelto, dentro de una carpeta vieja.

12 comentarios:

Anónimo dijo...

Mi querido encantador de palabras sueltas, siempre hay que volver a ese café, deshojar ese libro para llenar las manos vacías, tú profesor de pluma privilegiada y alma de estudiante de los instantes de la vida, nada es viejo, ni nuevo, todo, es vida, eres tú.

Un beso en la mejilla, viajero de oníricas madrugadas.
María

Fran dijo...

No te vayas nunca lejos, pon tus labios sobre mi mejilla como dices y harás que me sienta mejor, recobre más la vida.

¡Bien escribes mujer, aquella del "aleph", inolvidable! Cada palabra te la cambio por un beso.

Anónimo dijo...

Yo te tomo la palabra, y me auto invito a ese confortable reposo, ante tí, teniendo por horizonte tus ojos y como punto de fuga de mi perspectiva esa mirada penetrante que sabes posar en todo aquello que te atrae, que te sumerje.

Yo acepto ese café, humeante, fuerte y caliente, porque solo así me gusta el café, pero con la única condición de tu presencia y esa marea de palabras que envuelven de manera sutil a quien con tanto cariño te respeta y te admira.

Un día tomaremos ese café... frente a frente.

No envejeces, no más que tus cosas, solo notas que el tiempo ha acelerado su paso y el implacable Cronos no nos permite robarle segundos, pero él tampoco ha conseguido robar tus ansias de permanecer joven, y eso es lo bello de tu vida.

Desde mi verde rincón... mi abrazo, mi beso y siempre, mi mano...

Bolboreta

Anónimo dijo...

Corrijo...donde dije "sumerje" quise decir... sumerge.

Ayss.. mis lapsus

Fran dijo...

Pues acude pronto, Bolboreta a esa invitación, a mi propia mirada, a mi café y a mi palabra. ¿Cuántas veces te tengo que decir que mi rincón de vida y este blog están incompletos sin ti?

Las cosas me envejecen, pero mujeres como tú me pueden rejuvenecer.

Sabes de sobra que jamás soltaré tu mano. Sería hombre perdido y sin fundirme en tu beso y tu abrazo.

Gracias

Anónimo dijo...

La vejez no existe, si, el amor por seguir caminando, encontrar las cosas agenas, las q ayudan a completar el ricòn de la zona privada, la q tomamos sin pedir permiso de tù blog, las reelemos y en el fondo completamos aunq sea en la soledad, minutos de añoranza por seguir entrando en el mundo inquietante de los libros.sin enumerar estanterias. Solo pasando las hojas de los misterios q en horas de sueño persiguen tras una queriendo adentrarse en intimidades.El sillòn, el cafè o una horchata.
Besos maria dolores.

Anónimo dijo...

Ajena... perdòn

Fran dijo...

Aquí no hay nadie ajeno.Cada uno dice lo que piensa o lo que siente.

Anónimo dijo...

Gracias por tus palabras, es q meti la pata y gran falta de ortografia, sabes q pasa q escribo en directo y ni me vuelvo a leerlo y menos pasar por el corrector. pienso q si lo hago me retiro, porq son cosas q dejan mucho de dear con tus letras.
Besos maria dolores.

Fran dijo...

Escribe aiempre en directo, sin corrector, no sufras.

Los besos tampoco admiten corrección

Anónimo dijo...

Querido Fran, siento llegar tarde a ese café, a ese lugar tan acogedor, seguro que sería inolvidable poder tomar el café escuchando un fragmente de ese libro, o de cualquier otro de su estante, sabemos que en ese estante hay historias para perderse en el tiempo.
Fran, ese techo que amamos tanto, es nuestra vida, o gran parte de ella, siempre digo a mis seres queridos, si no es mucho pedir, dejar que termine mis días, en estos espacios que he creado con amor y sacrificio.
Fran, usted no puede envejecer más que sus carpetas, usted, es de acero inoxidable, así que le pido por favor que no deje de visitar ese club, tan bello y singular que se ha ido creando a su antojo.

Un besote, siempre con mucho cariño

Fran dijo...

Qué bonita respuesta. Tú siempre llegarás a tiempo a ese café o a cualquier invitación y lo sabes porque la mereces.

Perder este hueco, esta vieja carpeta, sería lo peor, por eso he de luchar y lucho sólo por amar la vida.

Un beso enorme