miércoles, 20 de mayo de 2009

Quizá tenga la impertinencia del poeta


Hoy me son muy válidas palabras ajenas, muy alejadas de este mundo de la red, que me explicaban no hace mucho en un correo, que escribir para mí era como leer, como si estuviera haciendo exactamente lo mismo, pero constituyendo una “manifestación vital de lo más satisfactoria.” Tenía en cuenta, esa amiga con mi expresión, mi capacidad para dar sentido a la vida. Ya sé, que ese correo fue un obsequio, un sobre abierto donde está lo mejor que te puede ofrecer una persona, además, cien veces por arriba de mi capacidad y de mi cultura. Jamás figurará escrito por ella comentario alguno, no lo necesito, lo siento cada día, cada vez que escribo, que me siento capaz de manifestarme.

Amo casi a gritos la escritura, como si quisiera desgañitarme para contar tantas cosas a la vez que están dentro y es necesaria su salida, como arañazos que tengo sin curar. Jamás supe ser novelista, ni poeta, sólo esperaba tener un sitio propio, un ángulo amargado de mi ser para enseñarlo, una soledad mal nacida, una forma de amar que nunca supe explicar pero que no deja de ser una manera exquisita para acompañar la escritura. Por eso con mis gritos sin proponérmelo quiero envolver a cualquier mujer con magia y una dulzura tan tierna que puede formar parte de sus pliegues más privados, son como trazos para enseñar las formas del amor, el acorde de un gemido, la dilatación de una vagina.

Escribo despacio, a ver si pillo algo, una mirada sin ojos bonitos, pero como dice Cristina García Morales con “poesía debajo de la cejas”; es el punto ideal para escribir, calmarte luego en la lengua y pensar que menos mal que no quise ser poeta. Hubiera aprendido, entonces, con cualquier mujer, la manera de besarla con una lentitud aplomada y grave, con cautela de ciego y herramientas de carne. Escribo con la lentitud que me da a veces la impertinencia del poeta, el haberle leído antes los versos y habérmelos creído. Escribo hasta sin miedo, como una catástrofe espléndida sabiendo que me voy a estrellar contra algo o contra alguien y no me importa mi propia decepción programada.

En mis escritos cada imagen es un intento se ser esa propia imagen desnuda de ropa y de vergüenza, un proyecto. Todo ello para explicar y poder explicarme que no sé vivir sin la vida, sin escribir de la vida, la que viví, la que quise vivir y la que no viví.

A veces me quedo incompleto, sin acabar de decir las cosas, pero casi contento -como en ese cuento que leí- donde dos amantes, celebraban el polvo que iban a echar y no echaron. Fue quizá que apenas se miraban o se tocaron muy poco; a mí como si no me acababan de llegar todas las letras, yo tampoco escribiré, lo dejaré no escrito para no complicarme más los nervios y como en el acto fisiológico del amor, echaré también de menos, contento, mi escrito. Me pasa eso, que me falta lo no escrito, la paciencia que no tuve, la angustia que no me vino, el libro demasiado abierto por los mismo sitios, entre comillas que le he ido poniendo.

Pero escribo, sobre todo, para evitar los regresos, leerlo de nuevo, recurrir a la súplica permanente de la memoria, segregar melancolía sobrada incluso de lenguaje. Se me deben notar casi siempre las pupilas viejas, la mirada lenta a falta a mi lado de una joven e intensa.

A veces casi escribo borracho, como celebrando una fiesta de inauguración de los recuerdos, persiguiendo mi pasado, tropezando por la vida para ir a parar a esos recuerdos de la infancia que tanto nos marcan. Es un vómito mis escritos en muchas ocasiones, una contracción parturienta, un carraspeo, una falta de equilibrio para intentar recuperarlo.

Perdonarme, pero eso tiene la propia literatura de uno, quién la prueba, repite. Viene a ser un hallazgo, una sed. Qué curioso, yo que tengo los huesos mal nacidos y mal arreglados, los noto al escribir como si se me volvieran tiernos capaces para el camino de nuevo. ¡Vete andando a los sitios, si es que puedes que te queda poco!

Ni yo mismo me entiendo, busco en la literatura que leo o que escribo mi alegría, mi remordimiento, mi miseria, vomito así por el mundo lo que era sólo mío, ya lo he puesto en palabras tan propias que a veces me da tanto miedo y me produce la inevitable urgencia del beso primero al escote abierto para dormirse luego en unos senos lascivos sin misterio.

14 comentarios:

Anónimo dijo...

Me muero cuando escribo y si no
escribo, me muero, eso pareces
decir y yo lo intuyo cada vez
que dejas un pedazo de ti, en
este sitio. Y yo me emociono, tanto, demasiado, y siento que invado espacios privados, tan
íntimos, tan sensuales, que me
turban.
Esas palabras que tú dices que
no son poesía, ¿cómo llamarlas
entonces, si tienen la belleza
la dulzura o la crudeza, que
a veces, esgrimes, la calidez
de cualquier poema?.
Eres un escritor, sabes tocar
las fibras del alma de quien te
lee. Cada frase que le dedicas
a la mujer, es un poema en sí.
Quién podría decir, entonces,
que no eres poeta?
No es la rima, es la cadencia y
quién más cadencioso que tú?
Dices que amas a gritos la escritura y a gritos nos lo
cuentas, en esa forma que es
casi un desgarrarse, una forma
de entrega total, como lo haría
el mejor amante.
Si, eres un escritor, eres un
poeta y seguirás escribiendo,
porque, para tí, escribir es
tu única forma de vivir, de
reconocerte o de amar.

Fran dijo...

Es muy cierta esa necesidad de escribir para mí, y nunca una respuesta invadirá intimidades que no debes, cada vez me van quedando menos, es más cierto mi derecho a mi cansancio y a mis propias heridas.

No sé cómo son mis palabras, pero uno cuando escribe debe ser capaz de tocar las fibras de cualquier ser humano, sino no le vale la pena escribir.

En efecto a gritos amo la escritura, la lectura, porque para otro tipo de amor creo que no sirvo.

Gracias más que nunca por tu respuesta, anónima, pero válida. Es una compañía, un remedio a la soledad asumida.

Anónimo dijo...

Fran: Perdona que siempre recurra
al anonimato, que es una forma
de cobardía o de timidez. Pero,
este anonimato se ha hecho tan
frecuente, que casi deja de serlo.
Un abrazo, desde muy lejos.

Anónimo dijo...

Te copio estos versos de Mario
Benedetti, ahora que se ha ido.

TÁCTICA Y ESTRATEGIA

Mi táctica es
mirarte,
aprender como sos,
quererte como sos.

Mi táctica
es hablarte
y escucharte
construir con palabras
un puente indestructible.

Mi táctica es
quedarme en tu recuerdo
no sé cómo, ni sé
con qué pretexto
pero quedarme en vos.

Mi táctica es
ser franco
y saber que sos franca
y que no nos vendamos
simulacros
para que entre los dos
no haya telón, ni abismos.

Mi estrategia es
en cambio
más profunda
y más simple.

Mi estrategia es
que un día cualquiera,
no sé cómo, ni sé
con qué pretexto,
por fin, me necesites.

Te lo dejo para que lo
disfrutes.

Recomenzar dijo...

Escribir te limpia el alma y ¿sabes ? lo que escribís te pasa.
por lo tanto cuidate de lo que escribís..ja ja !es un chiste
bello tu texto

Anónimo dijo...

Querido Fran , me escapo de la celda , ya necesitaba el blog, me pinché en vena una historia de odaliscas y ahora vengo a leerte , yo creo, Fran , que todos escribimos para eso que dices tú , la miseria, el remordimiento , el olvido también .
Pero creo que escribir sigue siendo la forma de hacer una foto del alma .
Así sabemos cuál es nuestro sonido , nuestra luz , nuestra batalla.
Un beso, Fran , ni se te ocurra dejar de escribir .

Fran dijo...

Eso es lo que deseo, Recomenzar, que me pase.

Un beso

Fran dijo...

Tengo mucho miseria, Reyes, y mucha necesidad de olvido, a veces hasta de historias tan antiguas que traemos desde tiempo de nuestros padres. Y me vuelco, yo mismo con ansia de remordimiento. Eso me hace tambalearme.

Lo prometo aqui mismo, jamás dejaré de escribir en este blog mientras existas tú.

Anónimo dijo...

La escritura es un miembro mas, ajustado a un vivir cotidiano,sin poder pasar de el, como el beber agua o comer para el sustento.
Ya el ser parte de los recuerdos, no lo creo, seria un retroceso a algo q paso de una manera u otra sin decir, sin pena ni gloria.
El amor se trasmite con una sola mirada y las letras hacen de las suyas, es maravilloso vivir pensando q hay frente a mi, y compartirlo, las secuelas son esto, escribir sin tener una meta clara o un final proximo, el amor nunca deja de estar vivo,como el ser del alma.
No dejes los espacios libres. sigue la carrera hasta llegar a la meta.
Besos maria dolores.

Fran dijo...

Seguiré con mi miembro, ajustado a mi vivir como dices, María Dolores, sobre todo si luego de lo que explicas estás tú en la meta.

Anónimo dijo...

Estimado bloguero:
Soy Cristina García Morales y me gusta comprobar que te gusta mi libro y que te da pie a reflexiones de ese calado, aunque no compartimos la misma visión sobre la creación literaria. Para mí es todo mucho más mecánico, aséptico (todo con esdrújulas), lo cual hace más gratificante todavía que me menciones en tu blog. Siendo escritores tan distintos, te he tocado con mis cuentos. Bravo.

Anónimo dijo...

El lunes empiezo el Camino desde Viana do Castelo,no dejando espacio al pasado,si recrear la vista junto al alma, dando lugar a reflexionar, q es la vida, q hacemos por cambiar nuestra actitud, con un espacio para anotar. sin remordimiento de un pasado por terrible q haya sido, tu mejor q nadie sabes expresarlo, pero no des marcha atras , todo fue vivido con amor, nos arrepentimos de no haberlo demostrado tal como ahora se quiere.sin saborear todo lo q estuvo a nuestro alcance, pero con la gran dicha q dentro de nuestras posibilidades dimos un amor con entrega sin pedir nada a cambio. una sonrisa nos basta, y una letras llenas de un incondicional amor.Este nunca muere.
Besos maria dolores.

Fran dijo...

Cristina, no sólo me ha gustado tu libro, sino que he pedido a mi librera dos de cuentos tuyos, de Traspiés y de la Universidad de Guadalajara, me parece.

Yo soy un aficionado que escribo porque leo casi cien libros al año y como dice una amiga, escribo como leo. Además media un abismo de edad entre la tuya y la mía.

Incluiré tu libro el mes de Julio en mi página de literatura www.acercatealoslibros.com.

Gracias por tu respuesta.

Un beso

Fran dijo...

La vida es hoy, no le dejes espacios al pasado, María Dolores. Expreso como puedo, sobre todo el amor que dí y sobre todo lo que me quede por dar, por escribir.

¡Buen camino, y mis besos!