martes, 14 de abril de 2009

Tengo una hondonada donde tiemblo



Se trata de buscarla a tiempo, de encontrarla a veces sin que me entere, me basta con que se enteren los demás, a todos nos pasa, son puntos de nuestro modo propio y una vez en ellos, todo se prolonga, casi tiene la extensión misteriosa y sin fin de un muslo de mujer, nos sentimos a gusto de tener ese hondo hueco y poder compartirlo.

A mí me privan muchas cosas: tomarme la felicidad antes de tiempo, casi por adelantado, vivir entre una esponja de palabras insaciables, encontrar cada vez la postura idónea que tienen los abrazos. Me conmueve la magia de los adjetivos a tiempo, leer entre los versos ajenos cómo se pueden decir tantas inquietudes a tiempo cuando yo siempre fui mal alumno haciendo versos. Sin embargo me he pasado años repitiendo y repitiendo poemas con mi cuarto a oscuras, tentado en aprenderme poesías ajenas, vivir como si fuera poeta, más o menos otro medio de locura.

Con todas las cosas que tanto me gustan -ya lo dije hace días, me parece- le he preguntado al descanso por el propio descanso, he hecho una pausa en aquello que menos falta me hacía y me voy a quedar esperando para poder disfrutar, disfrutando, el hueco más hondo de mi personalidad, justo el punto exacto donde puedo temblar. Y una vez lo haya hecho bastante, todavía sentiré que me queda ese descanso tierno, que soy capaz de prologar con los ojos y el silencio, por ejemplo, en unas niñas que se han hecho mujeres mientras yo no las veía. Hasta me atrevo, con una de ellas, con su amigo cerca, a decirle la osadía, oye, es más mía, a ti te falta todavía mucho tiempo por tenerla. Mientras, ponía mi mano en su cintura como una hora quieta, apretaba algún pliegue para desplegarlo luego y al final siempre dejo en un momento algún beso desperdigado por su cuello. Aunque jamás termino de la misma manera.

Otro motivo –lo que cuento- de sentirme en la hondonada donde tiemblo.

He construido vida cerca y lejos, he prolongado los esfuerzos, he preguntado, he reclamado ese cariño, y ahora que tengo lazos imborrables y prolongados, he adquirido un derecho, porque siempre a la gente que quiero, esa parte irreductible, quieta, provoca una inflexión que marca el resto de mi vida. Todo eso forma parte del fondo donde existe el riesgo de encontrarlo y quedarse porque ya no suelto lo que allí poseo.

Cada noche cuando tengo insomnio gratuito, a veces consigo estarme quieto y hago eso, me pregunto, ¿qué te queda del fondo? ¿Qué va ser lo que más ayuda te aporte? Pues eso, estarme allá en lo hondo del hueco, donde se haya lo mejor que soy y lo más valioso que tengo. Tiene la querella de la aceptación, como quien le pide al ministerio fiscal de la vida, que sea más benevolente, Que me saque bien las cuentas porque tengo raudales de cariño verdadero y regalado, todavía pendiente; porque tiendo las manos y nunca las vuelvo; en las caricias hago siempre eso, -como en el ejemplo propio que cuento- el recorrido hacia la cintura de la niña ya mujer, y cuando se trata de una amiga que se acerca, le hago sitio para que pueda ser parte de lo mejor que tengo, de lo que sueño a veces, antes o luego del insomnio.

Sigo queriendo –de ahí las apetencias que tanto aprecio- ser el protagonista ciego de sacarle el jugo a la vida, a cada sensación, a cada momento, de hacerme así más personal y más propio. Odio la lentitud que me impone ya el cuerpo, pero aún llego a tiempo, creo; aún conservo la religión de aprender en cuanto noto la espera y el olor en labios ajenos. Para poder ir así a parar al final, al resto más propio, a lo mejor que tuve y tengo y poder provocar al menos un ligero temblor, cambiar el saludo por el verdadero cariño. Para temblar conjuntamente. Puedo conseguirlo.


10 comentarios:

Anónimo dijo...

Fran querido, ¡por supuesto que puedes conseguirlo! Es más debes de conseguirlo.

No recuerdo un invierno tan frío como éste, sólo tus palabras calientan mi corazón, dulce amigo.

Siempre en el placer de tu cercanía mi beso,

María

Fran dijo...

Tanto tiempo, María, contando con tu apoyo leyendo mis letras que tengo que ceerte a ciegas.

Pues eso pretendo siempre, querida amiga, palabras cálidas para dar y recibir en estas pequeñas ventanas nunca frías.

Noto tu beso y tú sabrás del mío.

Bambú Blanco dijo...

Hola Fran:

Lo cierto es que este post es muy poético... ya el título es pura poesía... Es difícil tratar de transmitir lo más profundo de nosotros mismos... yo pienso que las hondonadas, donde se tiembla, sólo se pueden explicar a través de imágenes poéticas, como algunas de las que tú escribes.
Un abrazo.

Anónimo dijo...

En esa hondonada donde tiemblas,
yo buscaré tus besos, tus abrazos,
que tendrán la calidez que necesito
que tendrán la dulzura que presiento
y aunque yo jamás tus besos pruebe,
ni en tu pecho pueda descansar mis
ansias,
te sentiré tan mío, tan urgente,
pues tu deseo, tu boca y tus te quieros,
me alcanzarán donde quiera
que me encuentre
y abrazados así, aunque distantes,
nuestros besos serán aún más
ardientes
y podrán repetirse y repetirse,
cada vez que me ahogue la nostalgia,
cada vez que mi alma te recuerde.

Fran, son sólo versos blancos,
ajenos de metáforas, inventados
hoy, para ti.
Bedel

Fran dijo...

No sé, Bambú si es poético lo de las hondonadas que tiene uno -tú entiendes mucho más que yo de poemas-. Cómo las describo yo poco importa, más cómo las siento.

Besos

Fran dijo...

Gracias, Bedel, por esos versos blancos que has inventado hoy para mí. Son sólo eso, versos que pueden no tener nunca límite.

Besos

Anónimo dijo...

Es que el día que no temblemos, Fran , aunque sea ligeramente , ya sabes lo que habrá sido de nosotros, así que vamos a seguir buscando hondonadas ,que además algunas no se ven a simple vista.
Encontrarlas da el doble de alegría , como cuando ves la primera flor de la primavera .
Mil besos, Fran.

Fran dijo...

Seguiremos temblando, Reyes, y buscando nuestra propia hondonada, porque bien lo has dicho, ¡mala marcha! vete a saber en lo que habremos acabado.

De momento me quedo con la alegría de tus besos.

Anónimo dijo...

Me recuerdas las salidas al monte,atravesando las hodonadas para llegar a la cresta. Ahi nos solemos sentir respirando hondo, como la vida es de color azul como el cielo q nos cubre, sin perder de vista las cumbres, tal como hacemos con nuestros deseos, testimoniando q seguir en la brecha es nuestro lema, sin pedir permiso al motor de nuestro cuerpo, la cabeza hace milagros, la mente alterna lo q sabemos y lo q sentimos, llegando a la cumbre.
En la hondonada crece lo verde lleno de color alli donde recibe el calor del sol, la cumbre nos introduce en ese mundo lleno de deseos.
Besos maria dolores.

Fran dijo...

Casi, María Dolores, substituiría mi post por tu comentario, porqued de eso se trata, de lo que explicas: que la cabeza haga milagros y la alternancia de la mente nos lleve nos lleve a la cumbre.

Y en la hondonada, en mi hondonada, tengo todos mis deseos.

Un beso