miércoles, 5 de mayo de 2010

ME FASCINAN


Tendré que explicarme a mí mismo un día el porqué de mi fascinación, de esa feria propia que es como una hechicería, un dominio irresistible. No he llegado nunca –a las pruebas me remito como se suele decir- a fascinar de verdad a nadie con la labia o la mirada, he estado mejor dotado para padecerlo siendo yo el fascinado, el deslumbrado.



Celebro una fiesta cada vez que alguien ha dejado cerca de mí su afecto desparramado. Sigo teniendo, a pie de página: el goce de la intimidad; el torrente de palabras para volar; la ternura de leer a mi lado  más allá de los silencios; ese rincón compartido de la lectura y la vida; o un humilde y encogido corazón. Sigo teniéndolo, ya lo he dicho de nuevo, sigo necesitándolo.


Pero mientras tanto acudo a la llamada de una Bibliotecaria: “tengo libros para ti”, dejo llenar de nuevo mi ficha de allí varios días vacía con cinco obras nuevas que aún no han estado esperando su sitio en mi mesa: “Historia del pelo” de Paul Auster, como un enfermo a perderlo; “La maestra de piano” de Janice Lee con la belleza euroasiática y arrolladora de Trudy Liang; “Diario de una mujer adúltera” de Curt Levian,  ese triángulo de sensualidad y secretos, de amores perdidos entre Guido y Charlie con ella; “Las teorías salvajes”, la primera y escandalosa historia de la era weblog (no tendré que explicar lo que significa); o esos cuentos maravillosos de Yoyce Carol Oates, “Infiel”, una historia profunda y variada cada uno de ellos.


Pero no vine a hablar hoy, de estos u otros libros, vine a confesar que me fascinó que me los prestaran ayer, cuando alguno de ellos volverá a la Biblioteca sin leer o los adquiridos por mí seguirán esperando ya demasiado tiempo. Vine a explicar que cuando al final de estas líneas, en la weblogmanía que sufrimos ya tantos no tenga las palabras que necesito, he de hacer como ayer al salir de la Biblioteca: eludir cualquier bolsa para llevarlo, salir con los cinco libros, difícilmente sujetos por mis brazos y recorrer el camino hasta mi coche como con un fanatismo cumplido, una seducción en que había caído que es igual a una historia aunque se viva como un relámpago sin historia apenas.


Necesito la fascinación, la seducción a cada hora: o me la proporciona una mujer, practicante innata como algo hormonal, me trae sus palabras con el temblor de una insinuación cierta, o he de protegerme en la “espera” de los libros por leer, pasearlos al salir de la biblioteca.


Me urge el atractivo ajeno para no caer de lleno en los libros como una vieja religión, como la única respuesta, como mi propia fascinación, mi manera de envejecer acumulando libros leídos y libros por leer. Me hace falta la secuencia hermosísima de las palabras ajenas destinadas para mí. Sé que tengo –me lo dejaron escrito hace bien poco- el cariño que merezco siempre, pues que me lo vuelvan a dar.


La vida –lo he dicho alguna vez- sólo respeta a los fuertes, el amor los vuelve vulnerables y previsibles. Soy consciente que ando perdiendo las ganas, la actividad, fornicar hasta con las debilidades. Cada respuesta que doy tiene el mismo color, idéntico tono de reclamación. Pues lo que no tuve suficientemente antes, todavía tengo tiempo de volverlo a tener.


Ayer paseaba orgulloso y dolorido por mis piernas con los libros de la Biblioteca bajo el brazo, seducido por ellos. Me detuve un momento en la puerta del coche y pensé ¿no vendrá nadie a acariciarlos conmigo? Sigo siendo el mismo. Me surge a ratos la tristeza de los que quisimos ser poetas y no pudimos serlo, lo peor es que me la noten desde lejos como si fuera una renuncia a que me devuelvan los abrazos que me pasé parte de mi vida dando.


No puedo más a la vez de excitación y de tristeza, de echar de menos la fiesta del contrario, la respiración que acorta las distancias para habituarme de nuevo a las presencias tras una escuela de aprendizaje de nuevo si hace falta. Mientras, como desnudo esperando los abrazos de alguien, no puedo soportar la vida abierta sin llenar, por eso acudo mientras al enorme destino de los libros, hasta ver venir de nuevo ese deseo tan enorme que siempre tengo dentro como un alboroto de la carne y el entendimiento

8 comentarios:

Dol dijo...

Pues qué suerte , Fran , saber seguir encontrando ese camino , y mira cuántos verbos pongo uno detrás de otro .
Es como un sendero que no falla nunca , que nadie te arrebatará nunca , el mapa, la ruta , el camino es tuyo.
Yo también tengo el mío y hoy alcanzo la gracia con Jiménez Lozano , "El azul sobrante " .
Unos cuentos donde se habla de ángeles que conducen camiones y de soberanos que no son más que niños enfermizos a los que hay que llevar a hacer pis.
Maravilloso .
Me gustaría escribir así .
Un beso, Fran ,porque los libros nos salvan , siempre.

Fran dijo...

Cierto que es una ruta que tenemos ambos, ese verbo detrás de otro, pero con todo el amor, con toda la seducción y fascinación que tienen para mí, no es suficiente.

Un día me quedé prematuramente quiero, sólo válido para la lectura; más quieto que ahora, aunque vuelve el tiempo hacias atrás.

Y todavía siento la rabia de aquello, de no poder seguir haciendo paso a paso, puerta a puerta el camino que de mi vida hice.

Gracias por tus palabras y tu beso, pero que nos salvemos si hace falta de otra manera.

Mi beso también

Anónimo dijo...

Tú si que eres fascinante Fran. Me derriten tus palabras. Me quedo embobada con la forma de trazar la prosa. Sobran las palabras halagadoras ante tu intelecto exquisito.
Me estremeces.
Un beso en la mejilla o donde te venga bien.
María,

Fran dijo...

María, tus palabras son tan sencillas y hermosas que me obligan a quedarme tu beso en mi corazón.

Hace ya tiempo que al lado de mis palabras, cuelgas las tuyas, eso precisamente las hace fascinantes como dices.

¿No será que la fascinación eres tú misma?

Anónimo dijo...

Hola Fran .Tienes la capacidad de asombrarte ante cada libro, lo haces vida,siempre eres y serás el protagonista de cada historia.Sigue leyendo para seguir viviendo. Te necesitamos.
ANA

Fran dijo...

Sí, Ana, me fascinan, me emocionan, me convienen, siento con ellos una maravillosa drogodependencia que intento transmitir a personas como tú.

Un beso, sólo eso es motivo suficjente para dejar de leer un momento

Anónimo dijo...

No se si los abrazos que esperas tendrán tanta sensualidad como las palabras que pones al decir de tu seducción por los libros. Uno abraza poniendo en ese gesto intimidades (o la falta de ellas), emociones, sentimientos encontrados y un sinfín de afectos que se meten en el cuerpo de los abrazados.

Siempre habrá quien te abrace con ese sentimiento y ese siempre será un abrazo de seducción eterna, compartida y privada, porque solo los amantes conocen el significado de sus gestos.

Desde mi rincón, te leo, me asombro,te disfruto y te echo de menos.

Un beso

Bolboreta

Fran dijo...

Hay un mundo de abrazos, de amantes, de apalabras, aquí en la red, Bolboreta que si le cargas las pilas a alguien, ya sea un hombre o una mujer no puedes evitar cargar también las tuyas.

Y como creo que te dije especialmente a ti, en la respuesta a tu último comentario “si tienes sentimientos todavía para mí, estos son los momentos de mi vida en qué más falta me hace simplemente que me quieran. Busca las palabras, rebusca la intención.”

Necesito con urgencia ese abrazo, esa seducción, “compartida y privada”. Y quizá si es cierto que te asombran mis escritos, si me echas de menos, yo también, precisamente yo también.

Un beso