martes, 19 de enero de 2010

Como un ámbito del pasado



Me gustaría volver a sentirme cómodo, como un novicio recién llegado al noviciado. Espectador en el ágora, sin ser juzgado, en esa plaza donde se reunían las asambleas públicas de las ciudades de la antigua Grecia. Esa ágora con acento ó sin él, un ahora del latín hac hora, desusado y traquilo. Y ahora tengo presente junto esa condición de volver a ser novicio, mi vida a los setenta que es como una calcomanía blanca de la nada porque dentro de poco nada valdrá la pena volver a contar ya. Me acuerdo de esa cultura religiosa que recibí ampliamente que decía que Dios estaba en todas partes, y no es verdad, decía Umbral, “ha estado más en unas partes que en otras.”



Ya ni me vale refugiarme a la fuerza en ese incómodo silencio de los acúfenos que no son un tintineo en los oídos, mucho peor, te viene del cerebro. Tampoco un pasado culto y rico, ni inventarme una voz obscena y nueva por aquello de recordar los más viejos manuales de seducción que se hayan escrito, porque está claro que lo que vale es ese arranque más que cualquier convicción. La seducción dura bien poco pero convencer menos.


Me convendrá incluso dejar de escribir muchas más veces, tendría que irme de este foro con vaselina y aceite viejo de máquinas para luego ver cómo todo va pasando. Ya escucho música en aquellos inolvidables discos de vinilo de 78 revoluciones con los que mi padre me obligó a aprenderme a Bach hasta el final, amparado en una antigüedad bien hecha. Y en la lectura me acabaré convirtiendo en lector de lance, de segunda mano como si así quisiera quedarme un poco al margen de la vida.


Canso hasta a quienes un día fui capaz de fabricarles asombros y admiraciones. A mí me cansa ya el cansancio, la soledad sin pretensiones, ni abandonos. Me salva apenas recomendar un libro que me ha devuelto media vida, cómo puedo hacerle mantener a alguien la capacidad de amar, que yo lo vea, que yo entienda su riqueza sin pretensiones ni abandonos.


Estoy muy necesitado de sentir el aplomo que tiene un caballo de gran alzada, sin dar la talla ni mucho menos, sino es contando la capacidad de entusiasmo que tengo a veces. Echo en falta volver a la escritura manuscrita como cuando intercambié con Antonio Buero Vallejo, con motivo de una tesina sobre su teatro que hizo mi mujer, decenas de cartas de su puño y letra con el valor incalculable que hoy tendría.


De puño y letra, con el lirismo que supone hacerlo, a destiempo con los tiempos que corren pero para escribir así hace falta tener como un cuaderno gris, igual que cuando se le escribe a una mujer memorable y distinta, convicta conmigo de esa paz del noviciado; como una especie de amuleto en este sitio donde escribo que tiene para mí la belleza que debe tener un rincón romano, todo menos prisa pero donde estos últimos días me acuerdo más de lo que debe ser la muerte: suprimirlo todo, hasta el temor a la muerte.

La muerte no es una sombra, ni un malhumor ni un miedo, ni el whisky que no tomo ni la soledad o la vejez o el frio del invierno. Debe ser otra cosa a que tu ritmo cardiaco sea diferente, a que estés unos días muy incómodo o como juzgado para siempre.


Voy camino como un novicio recién llegado al noviciado hacia espaciar las palabras y que venga el silencio; a sentirme dispuesto en ese elegido mutismo a seguir siendo tan escuchado y deseado, pese haber perdido la ocupación, el prestigio, casi el sitio.


A ser como un ámbito del pasado.

13 comentarios:

Anónimo dijo...

Querido Fran, yo también estoy de acuerdo con Umbral, muchas veces nos sentimos olvidado es la esperanza la que hace que sigamos adelante, lo que no estoy de acuerdo es que exista un lugar donde no juzguen, si usted lo recuerda así, debe ser un bello recuerdo.
Yo creo que sí, siempre vale la pena, aunque ya sean más recuerdos que resultados pero si se sigue luchado, es porque aun estamos aquí, aun escuchan nuestras voces, si la edad nos resta audición levantaremos la voz para ser escuchado.
Fran, usted nunca será un lector de segunda mano, ha aprendido tanto, que le faltarían años para compartirlo, yo, no me iría de este lugar, ni de otros, mientras le quede un soplo de aliento, rendirse, ¡ni hablar!
El algún memento, todos nos sentimos cansados pero siempre se agradece un nuevo día, usted tiene mucho más que un buen libro que ofrecer, la experiencia de un largo y duro camino, y mucho de amor, que algunos no terminamos de entender, no aprendemos, ni siquiera con los años.
En lo de la escritura a manos, estoy con usted, es más personal, más completa, este medio es bueno si se sabe usar pero también se sufre, y si no tenemos cuidado con grabar nuestro diario, antes que cante un gallo, como se suele decir, se perdió todo, pero el escribir a manos, no tiene porqué retirarlo de otros medios. Ese caballo de batalla, que no se aplome, por favor.
Si es por el cuaderno gris, se lo podemos buscar, yo nunca lo he visto pero seguro que lo encontraremos, Fran, le encuentro un poco desanimado, espero no esté en esas fechas malditas, de todas forma, todo llega a su tiempo, no hay porqué llamarlo.
Veámosla así, como algo diferente, nunca como el final.
Como siempre, me quedo con el último fragmento, ingrese en ese noviciado pero no se olvide de los que le queremos.

Un besote, siempre con todo mi cariño
Ley.

Anónimo dijo...

Siempre, es un placer leerte.Plasmas las emociones
los sudores y los gritos
del alma ,como nadie sabe hacerlo.
Un abrazo Fran.
Ana

Fran dijo...

Rendirme no me pienso rendir, estén aquí mis palabras o mi silencio, no lo dudes.

En ese noviciado Ley, me acordaré de las personas que de verdad me han querido a la luz de cada nuevo día y a la vista ajena y me siguen queriendo, como haces tú en tu minucioso comentario a mi post.

Por so yo también me quedo con el último párrafo, con el tuyo, que lleva una verdadera generosidad difícil de tener. Y mantener.

Un beso dulce

Fran dijo...

Que siempre te vea aquí, Ana, y más en los momentos de sudores y gritos como dices.

Mi abrazo junto al tuyo

Anónimo dijo...

Donde esta el convento? te crees capaz de adentrarte en la soledad, solo bajo la luz de su claustro. A mi me gusta visitarlos, pero permanecer seria imposible, aunq no este sola, si dejaria de estarlo, el silencio, la necesidad de repasar dia a dia q hice, el porq, cuando en realidad vamos pasando hojas como bien tu dices, de libro de una vida entera, ya con los años sesentarios y los dias entrecortados, cunden menos, no se q pasa, apenas queda sol para disfrutar y la soledad oscurece lo q nos queda del dia o la noche. Pero quien medita?Solo es un batallar diario contra el tiempo, queriendo aprovechar cada segundo al maximo, si te dejan,Dios esta presente al menos en nuestro despertar, solo q no siempre nos escucha, quizas no pueda, habiendo otros q lo necesitan mas, no hay q ser egoista, tu puedes llegar a todos? no, Es Hombre.
Mañana mas, lo prometo.
Besos maria dolores.

Dol dijo...

Fran , es lícito sentirse parte de un pasado más o menos reciente...es lícito que los ojos brillen con un par de lágrimas cuando menos te lo esperes , por un recuerdo, por una falta de ilusión...hasta es lícito estar cansado, cansada , con mayúsculas.
Pero si es para situarse en un plano mejor, desde el que puedas hacer algo útil por los que se aman, no hay más remedio .
Aceptar, recogerse, leer.

Volver a ser uno mismo , eso siempre es posible, el verdadero regreso a casa.
Mil besos, Fran.

Fran dijo...

Sí, María Dolores, me creo capaz de afrontar la soledad donde sea dado que mal resultado que me ha dado las cercanías.

El tiempo en este batallar diario nos pesa, pero seguiremos batallando.

Te espero, como dices, mañana. Siempre se aprende de ti.

Un beso

Anónimo dijo...

Para q un pasado culto o rico?La riqueza esta en los hechos, lo unico q contara, ni el color de la piel se apreciara. Si el amor compartido,no guardar lo q nos fue donado, por lo tanto seguiras compartiendo tus dotes de sentimientos en las letras, dando la capacidad de descubrir el amor ( como bien dices).Nada esta en el pasado.
Besos maria dolores.

Fran dijo...

Reyes, pues de esa licitud que hablas, más o menos, estoy haciendo uso, desde luego.

Y hacia sentirme mejor voy, hacia un rincón sin sobresaltos ni dados ni recibidas. Todo conveniente.

Gracias por tus palabras, muy sinceramente, y por tus besos. Los míos mil y uno, porque estoy siempre dispuesto a mejorarte.

Vales la pena.

Fran dijo...

Pues seguiré, María Dolores, como me dices, porque uno de mis mayores placeres es ese: contar el amor

Anónimo dijo...

Que nadie te abraza fuertemente, he leído por ahi, que dices.
Entonces, yo, aún viviendo tan lejos, te envío el más fuerte de los abrazos, el más sentido, el más cálido, Fran. Y sigue contándonos el amor, esa cosa maravillosa, eterna y sublime, como solo tú sabes hacerlo.
Besos, muchos.

Fran dijo...

Gracias por tus palabras y por tu abrazo. De la misma manera que dices que yo soy capaz de contar el amor, lo soy de notar un instante la fuerza cálida de un abrazo. O su ausencia.

Nunca dejes de hacerlo.

Anónimo dijo...

Nunca...