domingo, 10 de enero de 2010

Al mar o al precipicio



Vivimos en una sociedad, pero cada uno lejos de ella. Vivimos nuestra soledad porque así somos más propios o no lo podemos evitar incluso entre nuestros seres más queridos. Hay veces que necesitamos un cariño próximo al cual ni le pedimos identificación, tiene límites impensables hasta el punto que en nuestro cúmulo de ocasiones, sí que va a importarle que vayamos a parar al mar o al precipicio. A una mar tranquila y sosegada, hecha de comodidades de fabricación propia, siguiendo en ella cada día retomando nuestra historia, las sagradas costumbres de la costumbre, desordenando nuestras cosas, tomando nuestros cafés de subsistencia, leyendo sin parar, hasta en la cama, con el frio más que de la temperatura ambiente; o de un día mal resuelto, interesándonos por algo tan ajeno como nos trae la historia de un personaje de Charlotte Roche que estoy leyendo, apurando en su depurado íntimo, y produciéndose una fisura física. Una primera obra con veinticinco traducciones ya, que está en la lista de los más exquisitos best sellers mundiales.



Nos interesaría cualquier cosa que nos sirviera en determinados momentos para pensar que uno no se equivoca nunca y si lo ha hecho qué más da, las cosas ocurren porque sí, ajenas a cualquier culpa por extraña e incomunicada que sea. Quisiéramos el paraíso aquí en la tierra, que al menos alguien le importe si nos quedamos en el mar de la tranquilidad y el sosiego, del tacto amable, de contar las sílabas, de rozar los codos, o nos arrojamos al precipicio del que no nos preocupa la respuesta –ya nos la sabemos- sino nuestra propia manera de hacer la exposición, de explicar los motivos.


Hay demasiadas conductas además que al verlas tan ejemplares a nuestro alrededor, deben tener escondidos sus errores lo mismo que le negamos nosotros a la medicina la exposición completa de nuestras dolencias. Porque siguen siendo esos dolores antiguos y pertinaces, como la vida, siempre de moda, con una perfección a veces salvaje.


Pero más allá de las comparaciones, igual quisiéramos que no estuviera todo admitido con tal de no perjudicar el bienestar de los otros; que importáramos nosotros mismos, que no sintiéramos a veces un abandono que no sabemos si en el fondo es creación propia o que no hay más espejo donde mirarse. Sigo teniendo ese mismo espejo desgastado y viejo que me produce –eso sí- la necesaria rebeldía de tener el suficiente coraje de mirarme como soy, porque está claro que la vejez no es para los cobardes.


Me encasillo en lo de siempre, cuento varias veces lo mismo, no se me va la culpa cuando miro más adentro y me resulta pesada de quitar como una resaca mal llevada. Quisiera poder llegar a ser lo que debí ser: total; que alguien me lo dijera, con cuarenta u ochenta años, viejos al fin y al cabo para la mirada de cualquier joven, justificadamente joven. Necesito una belleza externa e interna, esa clase a la que se le perdona todo lo que venga después, lo que hizo uno antes.


Quiero escaparme un instante del tiempo como para empezar de nuevo, es la única felicidad en la que pienso, absoluta y desconocida, como con la boca entreabierta –yo no sé cuántas veces he puesto este símil- de una muchacha que está esperando un beso.


No sé cómo salir de esta porque lleva razón Andrew Sean Green: "el mundo no era para los mansos sino para los desesperados, los hambrientos, los apasionados. El resto apenas contábamos." Yo no sé lo que cuento, ni menos lo que contaré cuando sea voz plana, casi ajena, impensable como si yo también, igual que un personaje de novela, tuviera ya demasiadas fisuras por explicar.











9 comentarios:

Dol dijo...

La perfección salvaje esconde salvajes fisuras, no lo olvides nunca, querido FRan .
Por mi parte , me gusta el tono de tu texto, auqnue suene triste .
Un beso , más grande que yo misma.

Fran dijo...

Qué bien sabes entenderlo y explicarlo, mi querida Reyes, qué bien y qué sencillo.

Es un texto triste el mío, es cierto porque llevo ese vestido puesto ahora y me noto más las fisuras.

Lo mejor del post y la respuesta, el beso, inigualable, tuyo.

Anónimo dijo...

Sí, estás triste, pero con una clase de tristeza apasionada y rebelde, incapaz de aceptar derrotas.
Los precipicios son para aquellos que huyen. Tú no estás en huída. Aún buscas senderos, aún vislumbras rutas a seguir. Ignora esas fisuras. Pueden taparse, esconderse o disimularse.
No me gusta ese lecho que muestras hoy. Me habría gustado verlo deshecho, con las huellas del amor y su perturbador aroma, aún flotando en el aire.
Ese lecho, no. Ese lecho es renuncia.
Un beso, cálido y de lejanías.

Fran dijo...

Sí, es verdad, es un momento triste, pero hay veces que no la sé superar aunque derrotado nunca me sienta del todo.

Yo también prefiero las huellas del amor, de una sonrisa, de una caricia.

Gracias por tu beso que te devuelvo

Anónimo dijo...

Apreciados amigos:Hoy entro en este taller de privilegio,después de haber pasado un mes fuera de casa. He leído atentamente todo lo que Fran ha escrito y los comentarios de tan buena gente.
Gracias a todos por tener ese latente pensamiento en mi.
El amor encuentra lo que nadie ha visto. Conoce lo que nadie cree. Ofrece lo que nadie le exige. Y entrega lo que nadie le pide…
Fran, es generoso en dar ese amor que sale desde el corazón.
Deseo que este Nuevo Año sea para ti Fran y para la gente que te acompaña,el mejor de todos,que todos los deseos y aspiraciones se hagan realidad.
Un besazo para todos .
Ana

Fran dijo...

No te extrañe, Ana, que en esta casa todos se acuerden de ti, es la tuya, aún viajando.

¿Me dejas que me quede con esa definición del poderío del amor?

Y la felicidad para el año que ha empezado te la mando entera, entera. Del tamaño del beso

Anónimo dijo...

Es solo el repaso ha la sentida soledad de X momentos, sin q altere nuestras vidas, la lucha constante por seguir expesando el amor q no se arrincona, no se deja, es jartible"expresiòn gaditana"aunq miremos el espejo,no por ello dejamos sentimos el corazòn palpitar, cuando una mirada se cruza sin dar tiempo a ver sus labios, el sobresalto hace ver q la vida continua en nuestro mundo, leyendo o dejando esos espacios para salir a pasear, recrearse en los saludos al tomar el cafè o una copa de vino, para calentar nuestro cuerpo, esperando esos ojos q un dia nos dieron parte de su ser, pensar q todo se acabo, seria sentir la derrota, aun paso del abismo. La mar es hermosa, alli se esconden mil aventuras a ras de la arena o los entrecijos de sus rocas, fuimos plactòn del amor eterno.
Besos maria dolores.
PD. vere mañana si soy
capazde abrir bien la pagina. q se resiste hoy.

Fran dijo...

María Dolores, tu respuesta a este post no puede ser mejor y dejar a uno menos, digamos, equilibrado con lo que hay, con que tenemos nosotros.

Eso de que todo el "jartible" me ha encantado, aunque uno se mire al espejo, aunque no se crucen siempre bien las miradas.

Un beso
Por si no puedes abrir la página, crea un acceso con: http://miprivilegio.blogspot.com
Aunque evidentemente hay días que las máquinas dicen que no.

Anónimo dijo...

Siempre hago entro con lo q me apuntas, te tengo en mi correo, te busco y ahi voy, solo q la maquinita està no es mia, y ya sabes se pone tonta.
besos maria dolores.