domingo, 13 de abril de 2014

NINGÚN AMOR SE ACABA DEL TODO, NINGUNO, TAMPOCO, PERMANECE


 
 POR CORREVEIDILE
 
El amor no es nada, sino una mera transformación de las circunstancias. Pero algunos dejan cicatriz. Otros, en cambio, se esfuman como humo de paja –por lo poco que dura y no dejan rastro. El amor no es nada, si, no merece las lágrimas de un chico.

 Pero al menor descuido, uno ya es viejo, se amontonan entonces los recuerdos y te demoras en los gratos que te hicieron feliz y que ahora te dejan el corazón alborotado.

Jorge Patricio era un inmigrante ecuatoriano de 18 años, al que, por un tiempo, di clases de inglés. Era pequeño y de linda presencia. Vivía en una casita modesta –una “escaleta”, le llamamos nosotros. El primer día estábamos solos cuando llegué y me llamó la atención una sillita de esas de bebé, para que el nene llegue a la altura de la mesa y poder comer.

 -¿Esto es para tu hijo?- le dije en plan de coña.

-Sí.

O sea que yo había ido a dar clase a un nene y me enfrentaba a dársela a un nene con un nene.

Solía yo llegar antes que él, que volvía de dejar al niño en la guardería. Me abrió la puerta del zaguán una vecina y le esperaba en la escalera, a la altura de su piso. Un día desde la baranda, vi que al entrar él, levantaba la cabeza con avidez hasta la escalera para haber si había llegado ya. Eso fue todo lo que bastó y sobró para que ahora me salten las lágrimas. Porque poco después dejó de abrirme la puerta.

En su piso quedaron todas mis pertenencias, una gramática muy valiosa y agotada, la película del asesinato de Romero, mis vídeos, casetes, libros, escritos, mi humilde paga, desorden de flor, mi ser hecho pedazos, me volví llorando como un crio por el mismo trayecto de siempre que no parecía serlo, Dios, qué desastre, me decía.

Ahora ves que tampoco fue para tanto. Todo termina, las cosas hay que tomarlas tal y como vienen y no preguntarse nunca el porqué. Todo acaba por ausentarse y encontrar su fin. Que el tiempo cura las cosas y traerá las rosas.

No hay comentarios: