miércoles, 6 de marzo de 2013

ENTRE LA GENEROSIDAD Y EL APRENDIZAJE


Apoyado en el milagro de un verso corto que siempre puedes encontrar en las palabras. Así llegué la otra tarde a un lugar que no sabía, me llevaban a medias, cansado y desorientado pero con la única guía que siempre utilizo, la palabra ajena para que termine siendo propia porque me quedo fuera, averiguando qué dijeron y por qué lo dijeron.

Llevaba entre mis manos unas hojas que había ido llenando para hablar nada menos que de un libro repartido de sexo. Es un libro distinto, tiene dentro la cocina que te vas a comer, el vino que sabrás beber y en las líneas descaradas pero tiernas de cada uno de los cuentos un sexo no obligado nunca como un deber, sino como un suceso. Y estaba claro, en todos ellos la ética amorosa femenina vencía a la masculina, mucho más básica.

Qué falta de vergüenza la mía, iba a hablar de unos cuentos donde no había habido ningún pudor al escribirlos porque no tenían cuerpo, llevaban cada uno el propio descaro como una emboscada nocturna de sexo sin resistencia alguna. Y mi osadía estaba leyéndolos primero y hablando de ellos luego al imaginarlos cada vez como se desliza el vestido de una mujer que quiere desvestirla un hombre con la debida parsimonia. Saltándose los turnos, como debe ser porque luego será ella la que emprenda la ruta de él.

Por ahí, por ahí debieron haber andado las cosas pero el lugar no lo permitieron. Lo que no podía era negarme a decir algo de un libro del que su mejor mérito era la idea, el planeamiento, el desarrollo, el ayuntamiento, una mezcla bien urdida que yo me había aprendido antes. Hice una pausa interior, me arriesgué luego con un fondo divertido de aquel sitio de ocio y esparcimiento –unas muchachas jugaban su partida de billar entre las risas de su simulación de un juego habitualmente masculino-, mientras en el exterior, una cabalgata animaba la calle, improvisaba la fiesta como un telón de la que teníamos dentro.

Sobre la mesa donde estaban los ejemplares del libro acudió pronto un generoso picoteo de vicio, salmón, paletilla de bellota, la exigencia de esos platos pequeños pero que nunca ponemos resistencia para coger algo del contenido de ellos, casi si nos descuidamos podemos encontrarlos enseguida un poco desprovistos, sin embargo había la suficiente generosidad para que al final cenáramos. Antes y mientras lo hacíamos, no tuve más remedio ante un grupo de amigos, que olvidarme casi del contenido del libro, de lo que de él había escrito, cuento a cuento, dejando algunos en blanco para el poder de la imaginación porque si en unos eran posibles “ejercicios táctiles por debajo del mantel y visuales por encima”, en otros en cambio hay como una  explosión de chocolate con el erotismo más intenso.

No callé, al menos, las palabras que tenía preparadas sobre la autora, las dejé tiernas, despacio sobre la mesa mientras ella las recogía sonriente al referirme a las propias de sus narraciones. Hablé del tacto que tiene el libro en la búsqueda del sexo siempre, que todavía amar hace milagros, desde dentro, desde fuera como si existir no fuera otra cosa que poder amar luego.

Fue una noche especial, merodeando en aquel lugar extraño y ajeno a los cuadros expuestos por su autora y a su libro. Mientras, aporté la generosidad que siempre tengo de dejar entre los demás las palabras que he leído, recogí el aprendizaje que en cualquier sitio existe cuando está todo dispuesto para hablar de un libro. Ese es mi presente permanente, me gusta hablar de éllos, convivir todos los ratos que tengo. Es el hoy que me lleva a veces hasta a situaciones y sitios inauditos, no me interesa el pasado. Proust dijo que “no sólo es fugaz, es que no se mueve de sitio.”

Yo sigo moviéndome hasta donde pueda y por donde pueda, algo iré derramando y algo aprendiendo. Mientras, mis intervalos, consisten en seguir leyendo hasta que me duelan los ojos, desarmados, y en verso de Vicente Gallego “en el reverso frío de los párpados secos.” Porque soy capaz de creer que ha sucedido lo que dicen las palabras de los otros. Aunque sea un verso corto.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

sIEMPRE ES UN GRAN PLACER LEERTE FRAN.
HACE TIEMPO QUE NO PASEO POR ESTOS LUGARES, ME FALTA TIEMPO. hOY TE DEJO CON MI PENSAMIENTO MAS RECIENTE.
Pienso....cuando se ama tanto, la boca no ceja hueco a las palabras. La mirada es tan cómplice que lo dice todo.
Hoy mirando a mi marido sentado en una silla de ruedas,( Mientras esperabamos una visita médica )He pensado,meditado y me lleno de amor silenciosamente.
El amor es tan grande que no limita la enfermedad....
cON TODO CARIÑO TE DESEO UNAS FELICES pASCUAS .
aNA

Fran dijo...

Gracias por acudir cuando puedes a leer esta página. Tenemos que convivir con todo, hasta cuando fallan los cuerpos. Tú sabes hacerlo.

un beso y el cariño necesario que te ayude.

BB dijo...

Me encanta, como siempre me encantó, esa forma que tienes de narrar lo sensual, lo erótico.
Yo pienso que no tiene sentido vivir sin la inquietante y dulce presencia de la sensualidad.
Y tú, con tu bella palabra, tocas, haces vibrar esas cuerdas, siempre dispuestas al mejor tacto.
Recibe mi abrazo, el de siempre
BB

Fran dijo...

Es que sin la sensualidad, BB, todo lo demás pierde su encanto, su base más cálida. Además se trata de un camino en el me siento a gusto, como en un abrazo interminable.

¿Te vale?

BB dijo...

Algo...