jueves, 17 de febrero de 2011

MI GLORIA Y MI PRECIPICIO


Empiezan una vez todas las historias y ya no se terminan. Uno enciende el ordenador para escuchar, para contar, después viene lo que existió desde siempre, se abre paso con otras personas que acudieron como yo. Buscamos decir lo propio, no nos engañamos, a veces hasta somos capaces de turbar, de emocionar, quizá de contarlo, como nunca había sido capaz de decirlo. Hasta esa última vez de ayer, que disfrazado de deseo hice perder el recato para llegar hasta la intimidad, la justa dedicación que siembra vivir algún silencio ajeno.

Ahí está el punto de partida: la más honda intimidad, no la engañan ni los chips ni los bytes, termina una y otra vez en hermosa y tradicional. Internet lleva siendo demasiado tiempo mi altura y mi precipicio, mi manera de pararme, mi biografía mal contada, como a trozos, pero hasta demasiado verdaderos. Rendiré hoy, pues, mi mayor homenaje al homenaje que me dieron muchas veces, desvestiré mis silencios, mis insomnios que siempre tiene el sueño, seré más desvergonzado y propio como entre líneas, con los versos que han escrito otros, entre pausas prolongadas adrede para comprobar si es cierto que hago perder el indebido recato porque nunca debe existir, es mejor contarlo todo con todas las posibilidades.

Me he hecho más que mayor en la red, le he obsequiado tantas horas a Internet para saber de la última novela que iba a leer, para notar la cercanía, el trastorno que siempre produce las ganas de esa carecanía. Es curioso, siempre encontré un tiempo para la alegría y otro para la tristeza, un tiempo para los abrazos y otro para la renuncia. Y me daba cuenta en qué momento me encontraba cada vez. En eso he sido casi maestro: he notado la inclinación femenina a ceder, como decía ayer, cuando me decían, más o menos, “por favor, quédate” o el tono triste que se siente cuando no tienes respuesta, cuando callan, no sabes por qué.

Antes he dicho que aquí mismo he llegado a obtener mi altura más ansiada y a la vez me noto ahora como al borde del peligroso precipicio. Aun sintiéndome en semejante peligro jamás renunciaré mientras me quede una palabra por poner atracción a la fascinación. Me la dieron tantas páginas de los libros aprendidas, mi amor a la vida, mis ganas de placer que en lugar de saciar, encadena, vicia, afortunadamente, para cumplir entre letras el ritual oscuro y feroz del apareamiento.

No estoy hecho ya para demasiadas dignidades, por eso estoy aquí, hace tiempo que es mi rato más cercano y más propio, formo así parte del medio más universal de comunicarse centenares de millones de seres humanos. No es que estuve fuera, es que llevo ya una larga parte de mi vida, dentro. Bien pensado me parece que la red es una hermosa manera de contar las formas equivocadas de vivir que nunca nos atrevimos a decir.

Desde esta altura, desde este precipicio llego más al conocimiento propio y de los demás, es mi supervivencia sin decepción luego, una innegable manera de luchar contra la soledad que todos tenemos dentro. Lo que cuento es una especie de locura para poder conocer la que sea ajena y de esta manera, hacerla propia.

Me volví loco desde muy pronto con la primera tecla, con el primer correo que fue una manera de recobrar la antigüedad que tenían los correos para poder convertirlos en lenguaje de hoy. Porque todo es hoy, será mi suceso al salir de casa, el libro del filipino Miguel Syjuco que acabo de dejar sobre la mesa; es hoy insistentemente cada vez, es mi propia madurez o mi mejor vejez porque cuando uno envejece ya no queda otra cosa, pues no es la vejez lo que corrompe sino ya no poder sentir la juventud en tu ser.

Me he hecho insistente, porque lo que me sucede, quizá sea por última vez. Se me terminó el manual de lo que puedo y lo que no puedo hacer y eso que quisiera tener todo a mi disposición sin tener nada que ofrecer. Pero es la única manera del más tierno recreo porque cuando vengo aquí, a este hueco que me hice en la red traigo junto a mi propia locura, una pizca de perversidad oculta, encontrarse bien, hacer todo esto bien.

Seguiré otra vez, desde mi altura, desde mi precipicio que ido creándolo yo mismo, para explicar el derecho a la felicidad, a ser mejor, como un suspiro propio humano y cordial. Hablaré por capítulos de las historias de amor que son posibles, como todo puede ser cierto detrás de lo virtual con el debido atrevimiento. De lleno en un país cuya frontera me atreví a cruzar en la espera del deseo del que hablaba ayer.

















10 comentarios:

Dol dijo...

Qué bien lo cuentas , yo lo que siento es que muchas cosas verdaderas me llegaron desde la red.
Castigos e insomnios , también , como si de libros intrigantes o
amantes reales se tratara.
Lo has dicho genialmente ;
es un océano donde no queremos ser dignos , sino amados.
Y libres.
Besos , Fran.

Fran dijo...

Más allá de cómo lo cuento Reyes, me consta perfectamente que lo entiendes porque conoces tanto o mejor que yo la red. La has vivido y allí te has hecho una gran mujer.

Lo podríamos haber dicho a medias, lo sabes contar tú cada día también. Y llevas razón al desear la libertad porque todo lo bueno se deriva de ella.

Gracias por entenderme así. Te mereces lo mejor. Internet me habría valido la pena por conocerte a ti.

Besos, Reyes

BB dijo...

Dices que hay un tiempo para la alegria y otro para la tristeza.
Y tú los has delimitado, has creado fronteras.
Pero, a veces, se entrelazan los dos al llegar el amor, al llegar el deseo, esa dulce locura que no podemos contener, ni cuantificar, ni entender, que se apodera de ti, te pierde, te embriaga, te apresa y tortura.
Y tú que conoces sus secretos, nos hablas de ello, nos lo cuentas con tu palabra hermosa, atrevida y turbadora, la que emociona, o nos aturde e inquieta o nos hace perder el recato.
Sí, háblanos de esas historias de amor que son posibles, sólo de esas que se esconden tras lo virtual, de esas que no son más que un sueño cibernético.
Un beso, Fran
BB

Fran dijo...

Es cierto, Baby, nos llegan ambos tiempos sin elegir el momento y detrás siempre está el deseo que no me tortura, no creas, me place conocer de él, comentarlo.

El sueño de lo virtual puede alimentarnos muchas veces con su indiscutible valor.

Y al hablar de todo ello empleo la mejor palabra que tengo.

Un beso, Baby

Anónimo dijo...

Creo que está todo dicho por tí. En este texto pones tu sentimiento y los que junto a ti hemos compartido parte de esta vida que un día se nos abrió al descubrir que a través de unos bytes se pueden transmitir emociones, risas, lágrimas, tristeza, alegría, emociones que son las que llenan esta doble vida que todos los que usamos la red llevamos... no, doble vida no, una vida paralela a la real, con nuestros momentos de acercamiento o alejamiento a quien sabe emocionarnos a través de las teclas y la palabra escrita.

Asomarse al acantilado de la red es una emoción que revitaliza y muchas veces nos evade de esa rutina que masacra el alma de niños o de locos que todos llevamos dentro.

Vivamos esa locura mientras podamos, Fran, y sigamos siendo un poco niños y muy locos, a fín de cuentas es el único modo de vivir.

Desde mi esquina verde, todo mi cariño y un beso y esta empatía de sentimientos que tanto me han unido y me unen a ti.

Bolboreta

Fran dijo...

A mis palabras, a mi sentimiento aquí expresado una vez más, ¿sabes qué le faltaba, sabes que echaba de menos? Notarte cerca, que quedara el testimonio escrito de esa empatía y ese cariño que nos tenemos.

Porque has sido, lo eres y lo serás siempre copropietaria conmigo de ese mundo, de esa vida, de esa belleza que encierra Internet. La red trastorna como una caricia, la he notado muchas veces como el hermoso vuelo de una Bolboreta.

Sigamos asomándonos juntos, por favor, tienes un derecho y una dignidad que me hicieron sentirme mejor muchas veces y sobre todo más niño. El abismo atrae, cautiva, enamora y un post mío en “mi privilegio” siempre estará incompleto sin tus palabras, porque mi privilegio eres tú.

Anónimo dijo...

Fran querido, aún a pesar de que mi tiempo es escaso y me acompañe ahora la sombra no puedo de dejar el deleite de leerte. Lo virtual se deja en el camino cuando hay tacto, mirada y tono. Yo ese regalo lo tuve de ti, hombre de las palabras hermosas.
Un inmenso abrazo,
María

Fran dijo...

Pues aparta las sombras, María, aquí siempre tendrás ese tacto, mirada y sombra.

Mi enorme abrazo también

Anónimo dijo...

Cuesta aceptar q la red nos esclaviza,pero el disfrute nos apaga la soledad, nos altera el sueño, pero no dejamos de querer estar a su lado y contar, lo poco o mucho q nos proporciona, la verdad q es como la loteria, q raras veces te toca. y los engancha a seguir sin apenas pensar q hay detras de ella, nos engaña una y mil veces y no por eso abrimos los ojos, pero q contariamos entonces? q experiencia positiva aportaria a nuestro caminar, y màs topando con el frio invernal. Es lo q yo siento, quizas nunca acerte en descubrir quien vale la pena dedicarle horas de nuestro sueño.. pero q hacer? sino, salir fuera de nuestro entorno y dar nuestro corazòn como respuesta.
Cuenta... da tu opiniòn, aporta q es vivir.. entre luces.. sin pensar q no vemos mas haya de la pantalla.si pasamos hacer un resumen... quien lo leeria?solo hay un hoy, como bien dices, el pasado se fue sin penas ni gloria y el futuro, la verdad q no soy pitonisa.
Besos maria dolores.

Fran dijo...

Da lo mismo quien nos lea, si vale la pena a quien elegimos para dedicarle nuestra tiempo, es construir otra vida, es ser una persona que llevamos dentro y sacamos afuera. Tú lo has hecho muchas veces y debes seguir haciéndolo.

Besos